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Inicio / Cuenteros Locales / Rita-Morgan / Ciencias jurídicas y sociales del olvido

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Sí, ahora que estoy sola como hace 4 años me dí cuenta de que mi esfera individual se empequeñecía de a momentos, pero al menos me sentí feliz de que estas cosas terminasen de la manera en que acabaron. Ahora veo a una que otra amiga en la calle, y la saludo. Ya no son las mejores, aprendí a no querer a nadie más de la cuenta, en realidad nadie se merece ser amado. Menos yo que quiero tanto de vez en cuando.

Me perdí en esta carrera, lo sé. Tal vez a los 14 años fue mi sueño, la cuestión, la causa por la que quería pelear, más ahora, que las palabras se sueltan con frenética facilidad de mis manos, que la literatura en mí, nuevamente, tiene razón de ser me caigo de la manera más lenta y brutal que en mi vida imaginé. Todos cambiamos, lo sé pero tal vez caí un poco más bajo que de costumbre. Es la cosa consuetudinaria como dirían mis profesores, es la cosa del "Lex injusta non est lex", el caer y rebatir fundamentos iusfilosóficos ante la jurisprudencia colectiva, el batir de alas, el murmullo en medio de la sala que nos espera en unos años más. Yo me dejé domesticar por los jurisconsultos, que amasasen mi cerebro con las manos palmipedas, dignas de acusación por intervención mental.

Eso es, me crían para soportar el odio, no para calcular ecuaciones, no para creer que me hacen ser insensible. Solamente me crían para aceptar la verdad, nosotros seremos los corruptos del mañana, y ahí no habrá nadie que nos acoja. Las que creí amigas una vez, avergonzarance de mi y se alejarán de mis manos nuevas, de mi rostro nuevo. ¿Quién quiere acaso ser amiga de una futura abogada, que simplemente defiende casos por dinero, que no por la "iura tria preceptae", sino por dinero, por el sucio e indigno dinero que las demás carreras silencian en sus almas. El matemático, tanto como el humanista buscan la felicidad, pero el abogado no la encuentra, se pasa el día, la noche, hasta los sueños en la oficina, encerrado, pensando en la última sentencia, en el último caso similar, en que tal vez aquel a quien sacó de la cárcel, le hará el favor de mandarlo a la muerte. Y los que antes llamábanse amigos no asistirán a su funeral, al sepelio, al como le llamen del secarse los huesos en la madera húmeda.

Porque a mis amigos no les puedo defender, no les puedo ofrecer nada, ni mi dignidad, que de a poco he ido perdiendo en este sitio, ni mi felicidad que acaba de ser sacrificada por la búsqueda del bien común. Y después podré, sí, podré reírme en la cara de todos de mi avasalladora prudencia legal, de mis conocimientos precedidos por milenios, por años corridos de interdicción a la ciencia, de corroerla y de opacarla ante la ley. Porque aquello que la ley norma y dictamina, lo que ella prescribe es lo que el pueblo hace. Tenemos el poder sobre los actos humanos.

Pero no encontramos la felicidad, porque en eso no está, no hay manera de encontrarla si nadie es capaz de decirnos donde diablos se haya. Dicen el bien común. Dicen la no interferencia de la esfera estatal en la individual, el respeto a los derechos fundamentales.

¡QUE MIERDA ES LO QUE BUSCAN EN NOSOTROS QUE SU LENGUA VIPERINA NOS INTIMIDA Y NO NOS DAMOS CUENTA, PORQUE EN EL RETRETE DE LOS SUBURBIOS ES DONDE NOS HAN MANDADO, A DONDE SU IDIOSINCRACIA NOS HA DEJADO POSTRADOS!

Porque ser abogado es sinónimo de ser ladrón: porque CHILE el país nefasto al que protegemos nos tarja de la manera más dura, más brutal. Tú eres abogado, entonces eres ladrón. Tú eres abogado, eres EL abogado del diablo.

Y en las mañanas nos paramos y vemos que el cielo se despeja, y el corazón que buscaba la justicia, la igualdad para todos, que necesitaba ayudar al semejante, al paranoico prójimo, se detiene en la ventana y deja que de los labios reverbere un suspiro, lángido, mezcla de tristeza y odio por ellos. Por aquellos que nos degradan a la mugre del raciocinio. A nosotros, los que robamos, a nosotros los deshonestos que salvaguardamos el derecho del ladrón, del violador, del asesino en serie, aquellos que cobramos altas sumas de dinero por rescatarles de presidio, aquellos que defendemos la causa, sea injusta o justa, pero a veces la sacamos adelante y a veces la perdemos, y sea como sea, nos detestan.

Y se paran a decir que cobramos caro, odian al abogado porque con un millar de palabras bien pronunciadas en latín somos capaces de sacarlos del encierro, somos capaces de cobrar millones de pesos que según algunos no valemos.

Y quien me sanará los ojos, quien amará por mí, quien me hará olvidar la cara de quienes por ser estudiante no me toleran, no serán ellos, los que me desprecian. Porque cuando les toque llegar a pedir ayuda, cuando vengan a mí después de haberme odiado tanto, y yo les espere, sin vida como siempre, sin amigos como siempre, sin hijos, sin esposo, sin nada, sin familia como siempre fue, como siempre será, cuando me odien cada vez más por el dinero.

Ni siquiera se darán cuenta de que eso es soledad, más de 10 años de soledad.

Para tratar de ayudar al mundo, una vez.

Texto agregado el 06-06-2009, y leído por 118 visitantes. (4 votos)


Lectores Opinan
08-06-2009 exelente texto...para pensarlo realmente felicidades mis 5*...besos y exitos blacky
06-06-2009 ¡Vaya!... me pusiste a pensar. Y eso es bien difícil... :-) susana-del-rosal
06-06-2009 1*, en memoria muroviana. Ofosolif
06-06-2009 ¡Sufre, comunista! Ofosolif
 
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