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En el año dos mil fui nombrado asesor legal del Ministerio del Interior. Apenas asumí el cargo, ocupé una oficina elegante, ubicada al costado del despacho de la directora del Interior, mi jefa. Ella se llamaba María Antonieta pero sus amigos la llamaban " la doctorcita". Nos conocíamos desde antes, cuando ella hacía sus prácticas en mi estudio de abogado, época en que también la estaba asesorando en el examen que pronto rendiría, para sacar su titulo de abogada. Lamentablemente ese proyecto se quedó a la mitad del camino. No terminó sus prácticas. Nunca se hizo abogada.

En los días próximos al verano, se le presentó una oportunidad que ni ella misma imaginó cómo cambiaría su vida. Pues, sí, se sumergió de lleno en la política. Se convirtió en una lideresa del partido Arriba Perú. Cuando su candidato ganó las elecciones asumiendo la presidencia del país, ella fue reconocida por su dedicada labor partidaria; se le compenso el esfuerzo con uno de los cargos de confianza más importantes, relacionados con la seguridad interna del país. Era la primera vez que esa función sería asumida por una mujer.

!Cuánta expectativa se despertó en torno a su persona!.

- Es una mujer de firmes convicciones, la Margaret Thatcher peruana, decían los diarios populares.

Me tenía un gran respeto. Siempre me consultaba antes de tomar una decisión en su carrera política, "para no meter la pata", me decía riéndose a carcajada limpia.

Aunque había pisado la universidad, -y no sé cómo lo hizo para pasar los seis años de facultad- era notoria su falta de cultura. Nunca había leído una novela, porque según ella, le quitaba mucho tiempo. Apenas se limitaba a leer, con avidez, los tabloides que exhibían en el kiosco de la esquina de su casa.

Su escasa formación académica la disimulaba, en alguna forma, con el tremendo carisma que exhibía. La sonrisa le afloraba con facilidad y ni qué decir sobre su notable sensibilidad social que le brotaba en forma tan natural, como un manantial de agua fresca. Era dueña de una dulzura especial con los necesitados que venían a visitarla desde los rincones en donde reinaban los basurales, la miseria, la desolación.

Sus labores sociales las hacía solo una o dos veces a la semana. Su tiempo lo centraba en resolver los problemas serios, relacionados con las invasiones, el comercio informal, el contrabando, la seguridad interna del país. El objetivo de su función era brindar tranquilidad a la población, con la ayuda de la fuerza policial.

Puedo aseverar que esta chica se encontraba a un pasito de alcanzar la cima del éxito. ¿Qué más podía pedir?.

En cuanto a mí, me convertí en su mejor apoyo intelectual. Le daba impecables informes legales y redactaba sus discursos antes de presentarse en alguna entrevista.

Una mañana, luego de seis meses de estar en el cargo, llegué muy temprano a la oficina y la encontré sentada en su acolchado sillón de cuero rojo, antes que llegara el personal, cosa que era inusual en ella. Iba a darle el primer saludo pero mi jefa, algo inquieta me interrumpió para decirme

- Mariano, ha llegado este documento. Quisiera me des tu opinión lo más antes posible.

- Primero, déjame ver de qué se trata, Toñita.

Yo tenía la sana costumbre de revisar al revés y al derecho, todos los documentos que llegaban a mis manos y sobre los cuales tenía que opinar, tratando de ser siempre justo.

El documento que la tenía preocupada, trataba sobre un lote de donaciones enviadas por afamadas empresas con ocasión de la próxima navidad. En el inventario figuraban juguetes, bicicletas, televisores, ropa de marca. Mientras se esperaba mi decisión, todo ese arsenal tuvo que ser colocado en los depósitos del propio ministerio.

Me tomó tres días estudiar el caso. Felizmente mi hábil secretaria, Cristina, me alcanzó la norma que facultaba al ministerio aceptar estas donaciones, siempre y cuando fuesen desinadas a fines benéficos.

- Toñita, aquí te dejo el informe que me pediste.

Cuando terminó de leerlo, su rostro se iluminó con una aureola de dicha, quedando satisfecha con el resultado. Advertí que eso era lo que estaba esperando.

Diciembre era un mes sensible en donde el hambre y las necesidades se hacían más evidentes, para ciertas personas. Las donaciones serían el mejor regalo caído del cielo; serían el alivio de tantos corazones tristes...

Se acercaba el día en que Toñita se luciría en el reparto de los cuantiosos regalos que haría en la feria navideña que, para esa ocasión, se instalaría en las afueras del Ministerio.

- !Será una tarde fabulosa!, -me llegó a comentar-.

- Claro que sí mi querida "doctorcita", le dije con gracia. Ambos sabíamos que este acto abonaría puntos a favor de su carrera. Le abriría las puertas a otros posibles cargos de alto vuelo. Tal vez, al de futura Ministra de la Mujer.

Había un gran entusiasmo por la llegada del domingo, día en que la prensa lo llamó "Toma tu regalo, dame tu sonrisa".

Hubo algo que me puso los pelos de punta, justo el día anterior al evento, cuando recibí la llamada de la "doctorcita".

- Mariano, tienes que suspender la feria. Viajo urgente dentro de unos minutos a la selva. Elije la excusa que se te ocurra y que parezca mas real. Luego te explicaré. Regreso en una semana. Adiós.

Me pareció muy extraño que a última hora ella decidiera suspender la feria. ¿Era tan urgente su viaje?. ¿No podía haberlo programado para después del reparto de las donaciones?. Estaba aturdido con esta noticia. Todo sucedió tan repentino que, !no sabía qué pensar!. Comencé a cavilar qué razones existieron para que Toñita llegara a tan extremada decisión.

De todos modos, me dispuse -esa misma tarde-, a pasar revista a todos los artículos donados.

Hércules, el guardia de seguridad, me acompañó al depósito y grande fue mi sorpresa cuando al abrir las pesadas puertas de fierro vi que casi no había nada de los regalos que adornaban las estanterías hace, apenas, una semana atrás.

- Hércules, !cómo ha sucedido ésto!. ¿Quién ha dispuesto de todos los productos?.

-Doctor, veo que casi todo ha desaparecido de un momento a otro. Yo no le podría dar explicaciones. No sé nada, pregúntele a la doctorcita.

- Ella no está a cargo de la vigilancia de este depósito. Tú eres el responsable, para eso se te paga y estás entrenado para esta misión. No te cobijes bajo sus faldas, que ella no tiene nada que ver con tu descuido. !Quiero una explicación ahora mismo!. De lo contrario, llamaré a la policía. Esto es algo serio, Hércules. Quiero la verdad.

Advertí que no me miraba a la cara. Más bien empezó a tener la manía de jalarse la melena que le colgaba a un costado de su rostro. Los nervios le traicionaban con cada mueca que hacía; no podía controlar la situación.

- Bueno, doctorr, hace, hace tresss dias, sucedio algo, algo que he venido guardando celosamente y me ha, me ha tenido muy tenso.

Le interrumpí para alcanzarle un vaso con agua, pasaron algunos minutos y siguió con su discurso.

-La jefa me hizo jurar que no soltara ni una palabra de lo que vi esa noche. Ella se apareció y me dio la orden que abriera las puertas de par en par para que ingresara un camión, conducido por su esposo. Luego, bajaron diez hombres fortachones y empezaron a llevarse toda la mercadería. Cuando casi todo estuvo en el camión, le pedí a la doctora me firmara la orden de salida, pero ella, muy enojada, me jaló la hoja y la rompió. Se dio media vuelta y me lanzó una severa advertencia

- No quiero problemas, Hércules. Tú no has visto nada. Todo ha sido un robo, esa será tu mejor defensa, si quieres conservar tu puesto.

- ¿A dónde fue a parar toda la mercadería?.

-Lo ignoro.

Disponía de cinco días para poder investigar, en ausencia de mi jefa. Tuve la suerte de dar con el paradero de todo lo sustraído gracias a un hecho circunstancial. Ocurrió cuando el hijo de Toñita se acercó a saludarme, la vez que me dirigí a su casa para llevarle unos documentos. El adolecente me recibió con una sonrisa desbordante por el regalo que había recibido de su mamá, antes que viajara a la selva. Me mostró su lujoso bicicleta montañera.

Un detalle fue suficiente para dar con el hilo de la madeja y llegar a descubrir todo el plan. Me fijé en el sello que la bicicleta tenía grabado, debajo del timón. Decía "Ministerio del Interior-Donaciones", era el mismo que habíamos puesto a cada producto, para dejar constancia que era un regalo. Recuerdo que no llegué a decírselo a Toñita.

- Dime, muchachito, de dónde recogieron esta bicicleta?
- Hay muchísimas, si quieres una para tu hija, la puedes recoger en la esquina, en ese local grande que está cerrado con un portón de fierro, pintado de verde.

Entré en un profundo estado de incertidumbre, luego de escuchar semejante historia. Quedé completamente decepcionado de quien había sido mi pupila y ahora era mi jefa.

Estaba en una encrucijada entre denunciar el hecho, acudiendo ante la más alta autoridad que era el Ministro o pasar por alto, semejante sustracción cuyo peso recaería únicamente en la "doctorcita". Esto último me agobiaba y era inevitable pensar en la estrecha relación de amistad y agradecimiento que me unía a ella. Era gracias a su llamado que yo ocupaba un puesto de gran nivel. Era un funcionario público que había ganado experiencia y gran respeto ante la opinión pública. !Qué dilema tener que decidir!.

La verdad cayó por su propio peso. Me decidí enfrentarme a mi jefa y denunciarla.

Su carrera política se vio frustrada por este mal paso. Se deslumbró al ver tantas cosas donadas que pensó serían suyas y las tomó como si fuesen su mejor botín. Esa misma semana se hizo pública su renuncia al cargo, siendo sometida a un severo interrogatorio judicial.

Los mejores abogados le dieron la espalda. No querían asumir una defensa en donde habían pruebas abrumadoras que la culpaban. Acudió a mí para hacerlo. El rin del teléfono de mi casa sonó en vano, pues yo había tomado vuelo y me encontraba en el otro lado del planeta.

En la misma semana en que fueron denunciados los hechos, se me había presentado la oportunidad de trabajar para una empresa extranjera y tuve que viajar a Espana. Estaba embarcado en un excelente proyecto laboral. Cuando la vi en los noticieros, cabizbaja, dando cuenta de sus actos, me pregunté y todavía lo sigo haciendo hasta el día de hoy:

Si no hubiera viajado y estuviera en mi país, en la tranquilidad de mi casa, ¿cuál hubiera sido mi respuesta?, en caso de responder a su llamada de teléfono pidiéndome que asumiera su defensa ante los tribunales;

¿la hubiera defendido como su abogado?; o,
¿me hubiera negado al igual como lo hicieron los demás colegas?.

Creo que hubiese prevalecido, ante todo, la verdad, a pesar de la amistad.

Texto agregado el 09-06-2009, y leído por 424 visitantes. (13 votos)


Lectores Opinan
22-11-2009 Lo 2º es que no entiendo o comparto la duda del protagonista. La corrupción es indefendible, las personas sí. NeweN
22-11-2009 Me surgen dudas a partir del relato, y eso es signo de que me gustó y tragué hasta el final. Lo primero es que no entiendo cómo un servicio dedicado a la seguridad interna, asume roles sociales. Lo segundo NeweN
06-11-2009 Tienes el don de atrapar con tus historias, poco a poco las leeré todas, gracias por comentar mi texto. (Pobre Toñita, la derrotó la codicia ). ***** pintorezco
06-10-2009 Mira, es una historia muy fuerte por lo real, además, muy bien narrada. La disyuntiva que se le presenta al empleado fiel, no es para menos. En casos como éste, las decisiones entre el ser y el deber ser son dificiles, no me gustaría estar en su piel. Buena historia. La disfruté muchísimo. Un abrazo. Sofiama
07-08-2009 Una historia muy bien llevada, mantiene el interés. Felicitaciones. galadrielle
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