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Sanabra: El Juego de la Pasión.

1. La Nafia.

Xania, estaba preparada.
La coraza de sangre que recubria su corazón la había hecho fuerte ante los hombres.
Ahora jugaría sus cartas con ellos.
Taneo, un joven de provincia, recién iniciado en el Juego de la Pasión, tenía quebrado el corazón
por el último amor que vivió con la amiga de Xania.
Venaida, amiga de Xania y ex-amante de Taneo, experta en el juego que rompía el equilibrio de
la estabilidad emocional y el amor en la ciudad de Sanabra, reía a espaldas de este último.
Usó el arma de doble filo con él.
Aquella que empuña un lado dulce y después uno amargo.
Dos hojas incandescentes que hacen heridas profundas, heridas que sólo el tiempo puede curar,
pero que algunas veces, se vuelven a abrir en carne viva.
No existe ninguna medicina que pueda cerrarlas.
Ningún calmante puede aliviar el dolor y la quemazón, que producen la mentira, la ofensa y el
des-amor en ese diabólico juego de la pasión usado a través de ambos filos.
Un triángulo perfecto cargado de veneno, que sin duda alguna, es capaz de romper el corazón de
cualquiera.
Taneo debería de aprender a protegerse de aquellas mujeres, aquellas amantes que usaban el
juego más macabro y horrible, el juego de los sentimientos, el juego que partía el alma en dos y
deshacía el corazón de un joven como si fuera rociado con ácido.
Era el año III, la reina Lanoa permitió el juego de la pasión, un juego que el anterior rey Sondo,
prohibió terminantemente durante su corto reinado.
Dicha prohibición, fué debida a una herida en su corazón, que no acababa de cicatrizar nunca,
causa de su muerte en el año II.
La muerte de Sondo, hizo que los hombres de Sanabra, comenzaran a levantar la guardia frente a
las mujeres, unas mujeres que poseian la gracia y la astucia de manejar el arma de doble filo,
conocida también como Nafia.
La Nafia era algo tan increible y sofisticado para los hombres, que necesitaban un tiempo largo para aprender a manejarla.
El arma no se llevaba encima, no era algo material a simple vista.
Cuando el amor hacía presencia en el corazón de un habitante de Sanabra, entonces la Nafia,
aparecía de la nada y cruzaba su alma rayando los sentimientos de una forma profunda y secuencial.
Después volvía a desaparecer, dejando el surco dulce de la pasión y del amor incondicional,
marcado cómo una etiqueta de propiedad por la mujer que usó dicha Nafia.
Tiempo más tarde, cuando el amor de aquél estaba en lo mejor de la pasión por esa mujer, la Nafia volvía de nuevo a hacer su aparición entre ambos, segando con un frío y cruel corte el corazón de aquél pobre amante.
La herida dolía tanto que no había consuelo, no había forma de detener el sufrimiento causado por
el fuego abrasador de aquella hoja cortante.
La Nafia era dificil de conseguir, las mujeres la custodiaban, los hombres debían de opositar ante
éstas, para poder acceder a la misma.

Escrito por Carlos Them

© Copyright Carlos Them 2007. Todos los Derechos Reservados. All Rights Reserved.

Texto agregado el 12-06-2009, y leído por 154 visitantes. (0 votos)


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