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La casa Adoris.

1. La casa Central.

Vera Skanowski era una chica rusa de quince años que conocía muy poco del mundo, lo que podía conocer cualquier joven a su edad sobre la vida, los estudios, el amor y el sexo.
Una amiga de sus "padres" Anastasia, que trabajaba bajo la estricta doctrina de una de las sagas más buscadas de la alta sociedad europea, sería la encargada de introducir a Vera en aquél mundo de glamour secreto que sólo algunos tenían el gran placer de disfrutar.
Vera estaba destinada antes de nacer a ser la Adoris de hombres y a veces mujeres de las altas esferas de la vieja Europa.
La madre de Vera se quedó embarazada en la época de féminas, según el calendario astronómico.
Si era un niño sería sacrificado. Sólo una hembra debía de nacer de aquella unión.
Durante quince años, fué querida y educada en todo (incluidos dos idiomas más, aparte del ruso) como cualquier chica normal hasta el momento en que alguién viniera para llevársela a Francia, lejos de todo lo que amaba y conocía.
Otras muchas chicas como Vera estaban siendo dadas a luz en el mundo y protegidas por su "padres" hasta el momento de empezar su duro aprendizaje en la casa central Adoris.
Vera estaba muy triste, nunca más vería a sus "padres" ni Moscú. Sus "padres" la dijeron antes de su despedida que sería una reina entre lujo y esplendor.
Anastasia llevó a Vera en avión desde Moscú a Paris.
Vera sería educada allí en la más severa, fría y hostil disciplina que un ser humano podía soportar.

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Las Adoris no eran mujeres corrientes, eran belleza en todo lo que representaban, arrogancia y sutileza, eran a veces las complices de politicos y hombres de negocios, jugaban en los casinos como auténticas profesionales y podían beber tanto como un hombre, incluso a veces derrotándole por completo.
Estas mujeres de entre dieciocho y veinticinco años, eran maestras en el amor y en el sexo también.
Los hombres caían a los pies de una Adoris simplemente con el deseo de esta.
El código de honor, rectitud, honestidad y ética era el sello más completo en una mujer Adoris.
Ninguno de aquellos hombres y mujeres se atrevia a quebrantar aquel código.
El castigo por ello, era la muerte.
Una muerte en circuntancias siempre extrañas, sin saber el motivo ó la razón, una muerte de esas que no tienen más que una deducción para la policia: "fué un accidente".
Todos los que firmaban un contrato con la casa Adoris lo sabían, eran conscientes de que el no respetar a una de las empleadas de aquél lugar, les traeria una horrible secuela después.
La fundación Pro-Society directamente ligada a la policia francesa estaba al tanto de este contrato, la policia siempre ocultaba un caso de fallo al sello Adoris entre sus archivos, en un sitio apartado a la vista de cualquiera.
La casa Adoris era única y severa en todo. Era la llave que unía el alto standing del placer con el poder de las altas esferas.
La fundación era la que hacía los contactos con los clientes a lo largo y ancho de Europa y la que mantenia la dinastía Adoris generación trás generación.

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Vera entró después de Anastasia en la enorme casona, cerrando la puerta trás de si.
La señora Adnette que salió a recibirlas , condujo a ambas ante la supervisora de la orden Adoris.
Anaiis Triolet una mujer de cuarenta y cinco años de buen ver, estaba sentada en su comfortable butaca frente a un enorme fuego en la chimenea de su habitación.
Anastasia obligó a Vera a ponerse de rodillas como ella, en lo que sería su primer saludo en aquella casa a la supervisora.
Anaiis se levantó de su butaca y se acercó hasta Vera, ésta estaba temblando entre el miedo y la confusión.
Cogió de un brazo a Vera y la levantó, también dijo a Anastasia que se incorporara.
"Bienvenida, hija de Liudmila" la dijo y continuó: "Aquí aprenderás a ser una mujer que respetarán los hombres que quieran estar contigo, les darás placer con tu compañia y amor cuando lo requieran en unos cánones desconocidos por la gente normal de la sociedad vulgar".
"¿ Me has entendido hija de Luidmila ?".
Vera mirándola mientras se limpiaba sus ojos de lágrimas contestó "Si, señora".
Anastasia saltó y dijo: "Perdone señora, su nombre es Vera".
Anaiis miró a Anastasia fijamente diciéndola: "Yá se como se llama, y tú eres la hija de Anghelica. Tu nombre propio no tiene sentido para mi en esta casa al igual que el de ella. Aún eres una apréndiz de Adoris y ella es una recién llegada.
Cuándo seais unas Adoris reales y aporteis beneficios, tendreis un nombre aquí como todas las demás. hmmm.
Malditas chicas, ahora iros a vuestros aposentos y dormid, mañana empezaremos a hacer que esta moneria de quince años nos sea rentable .... "

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Arnold Triolet, hermano de Anaiis entraba por la puerta de la casona central. La mañana se levantó en Paris algo fría y gris.
La entrada estaba como los chorros del oro. Arnold se quedó soprendido de ver como relucía todo. Vera se había pasado la mañana fregando y limpiando. Realmente era un trabajo digno de ver, pues con tan sólo quince años, se había esmerado bastante en tener todo limpio y en su punto.
Vera estaba en la estancia contigua a la cocina. Arnold inspeccionó discretamente hasta llegar donde estaba ella.
Se encontró a una joven, cansada y de dulce imagen sentada en una silla, con la cabeza apoyada sobre una mesa.
Vera estaba llorando en silencio.
Arnold se acercó a ella y con sutil delicadeza la preguntó en su particular francés: "Hola, ¿ quién eres tú pequeña ?
Vera levanto un poco la cabeza y miró a quién la estaba realizando aquella pregunta. Su voz no era conocida, pero cómo en aquella casa entraba y salía gente que nunca Vera había visto antes, no se extrañó mucho.
Vera respondió entre sollozos: "Me llamo Vera, es mi primera semana aquí". Y continuó: "¿ Quién es usted y porque se interesa por mi nombre ?" Arnold se la quedó mirando, sus ojos verdes parecían esmeraldas trás aquellas lágrimas.
Sacó un pañuelo del bolsillo de su americana y se lo dió a Vera para que esta se limpiara, al tiempo respondió: "
Soy el barón Arnold Triolet, hermano de la mujer que supervisa esta casa".
"¡¡ Un barón !!", Pensó Vera. Por primera vez en su vida vió a alguien de la alta sociedad francesa.
"Encantada de conocerle Barón Triolet y gracias por el pañuelo".
Arnold empujó suavemente su cabecita hacía arriba desde la barbilla y dijo: "Encantado de ver una princesa cómo tu en esta casa".
"Tienes los ojos más bonitos que he visto nunca y eres una chica muy guapa además".
Vera, con una dulce sonrisa entre inocencia y timidez, contestó: "Gracias Barón Triolet, es usted un hombre muy galante además de apuesto", y puso la mano en su boca en señal de dulce picardía.
El barón sacó su cartera y entregó quince francos a Vera. Vera se quedó mirando sin pestañear. No entendía porque el barón la daba ese dinero.
Arnold puso el dinero en su mano y la dijo: "He visto cómo has limpiado todo y también lo cansada que estas, esto es una pequeña propina por tu trabajo hoy" y añadió: "¿ Apuesto que mi hermana no te da nada cuando te portas bien, hmmm ?.
Para ella todo es trabajo y más trabajo. Nunca se para a ver como se hacen las cosas".
Vera alucinaba en colores, desde que estaba en aquella casa, nadie había tenido con ella el más minimo detalle y de repente se presenta un barón, hermano de la supervisora y la entrega un pañuelo para limpiarse sus lágrimas, dinero y palabras muy corteses y agradables. Vera se quedó con la imagen de todo aquello.
Lo guardaría sólo para ella.
Sería su pequeño secreto. Un secreto que la llegó de lleno al corazón. Aquél apuesto hombre había despertado en Vera algo especial. Un amor secreto que sólo ella quería saborear.

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El barón fue uno de los que ideó el concepto de la fundación Pro-Society, la cuál empezó a funcionar en Londres y después fué llevada a Paris, donde hasta hoy día ha venido sirviendo de soporte a toda una distanía de mujeres bellas y de muy altos vuelos.
De padre francés y madre inglesa, Arnold Triolet tomó la sabiduria y la internacionalidad de estos dos paises, haciendo que Europa fuera una sola para sus ideales, con sus dos idiomas, las barreras de este continente nunca existieron en verdad para él.
Arnold compró su titulo en Paris, pero en Londres, su verdadero hogar, es conocido como Sir Triolet, titulo que la propia reina otorgó a Arnold por sus: "secretas hazañas en pro de divertir a una alta jet-set que se moria entre el aburrimiento y los negocios de la politica".

Escrito por Carlos Them

© Copyright Carlos Them 2006. Todos los Derechos Reservados.

Texto agregado el 15-06-2009, y leído por 122 visitantes. (0 votos)


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