Se sabe que algo brinca y en ocasiones estalla, lavándote, mojándolo todo y allí el frió aparece le roza, le abandona, le mece.
También algunos movimientos involuntarios asaltan y cansan, pero nada se palpa, dejando la sensación de duda, de falta de algo.
Las manos sudan y las ganas resbalan, fracturando la calma; los labios resecos se abren y un quejido vendado se cuela, quebrando la lengua, la paciencia.
Se tiene la certeza de que algo permanece oculto entre la sangre y las venas que desordena la melena, la existencia, pero no se palpa, no se nombra, tan solo se implora.