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Inicio / Cuenteros Locales / tintoypluma / Un nuevo dia en la ventana

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fue un dia gris, triste. Abrí las venecianas de mi habitación y lo descubrí todo. Las calles, como en tardes de sol radiante, estaban desoladas; desde el parque a la parroquia. Pocos feligreses entraban a la catedral en estas horas oscuras de la mañana. Luego vi, por la vieja veneciana de mi habitación, ¡lluvia, lluvia!; cayendo sobre los tejados de las viviendas viejas, sobre el parque verdoso de los niños; en la parroquia, en sus campanas.

Una jovencita alegre saltaba los charcos con su pequeña sombrilla. Daba muchas vueltas sobre si, como queriendo buscarse. En una de sus fugaces volteretas, vio a un hombre sentado en la estatua de bolívar. El hombre, miraba por encima la vestimenta del libertador. Lo miro detalladamente de arriba abajo. Después saco un cigarrillo de su gabán negro; encendió un cerrillo sobre una plaqueta conmemorativa; se lo llevo a los labios, encendió su cigarrillo. El humo intenso de su cigarrillo llevo a la pequeña a un nuevo paraje: un par de enamorados abrazándose en la mitad de la plaza, recibiendo la intensa lluvia. Sus labios juntos, desafiando un beso. Miradas de aquí y allá…. No pudo ver más que eso. Pero la niña, girando aun mas sobre si, sosteniendo su sombrilla, pensaba en el suelo que la recibiría de bruces si no se sujetaba bien a la sombrilla; en aquel amante de la patria, en el cigarrillo que ya se esta terminando, en las horas que pasaron. Recordaba a los amantes, en su tierna comunión. En los labios que se encontraban, que disputaban. En las miradas que encuentran en tantas miradas, en las dos miradas que quedan.

¡Pobre niña! De tantas volteretas cayo al suelo. Un suelo empantanado. Se lastimo sus dos rodillitas, sus bracitos. Lo lamentaba el hombre de la veneciana, que ahora esperaba la tarde tras ella. El incondicional de bolívar, que ahora mira de frente a su ídolo, haciéndole insignias, también sentía esa pena, prendiendo otro cigarrillo; ¡ah,y ellos!, los que nada tienen que ver con esta tragedia: los enamorados. Que se entregaban cuerpo a cuerpo.Y mucho menos ella, la pobrecita, que también se quejaba de su dolor, de su misma sombrilla, de la lluvia que no cesa.

Texto agregado el 07-07-2009, y leído por 76 visitantes. (2 votos)


Lectores Opinan
07-07-2009 Ha algo en tu texto que no em acaba de cuadrar, igual y es algo mio, no lo sé. dragontraidor
 
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