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COPLAS DE CIEGO O EL CIRCO DE LA VIDA

Aquí está el ciego, señores, recitando de memoria tonadillas, entremeses y monólogos de historia; culpas, crímenes, abusos, romances espirituales, historiales y jocosos, seguidillas y sainetes, coplas, cantares y trovas.

A quince céntimos copla, todo lo explica el papel en la ciudad de Cuenca impreso, como ustedes pueden ver...

Con las alforjas al hombro y las coplillas atadas con un cordel, al lado del lazarillo, caminaba el invidente.

—Vamos, rapaz, aligera, llévame presto al centro del pueblo.

De esta guisa, en la plaza de la villa, en el pueblo de Albalate Bombarrá, a la sombra del olmo nacido en la misma yema del rollo, el ciego, como otras veces, emulando al pregonero, divulgaba las letrillas de sus baladas y coplas.

“¡Padres que tenéis hijos, hijos que tenéis padres, vengan, vean y escuchen! Acérquense sus bondades, atiendan al pobre ciego de coplas! ¡Vengan, vengan sus vuecencias, agudicen las orejas, no pierdan ripio y oigan!

¡Eso sí, háganlo con distinción; no atropellen, no abusen de mi ceguera y hagan que suene la bolsa! ¡Dejen caer los caudales en el cesto que sostiene el lazarillo, como prenda por escuchar el suceso! ¡El monto, el coste de la función, es para todos igual; sólo existe un privilegio o dispensa: la de siempre: la iglesia, el clero no paga! ¡Por tanto, pueden escuchar sin tener que aligerar el bolsillo, los abates ermitaños, los curas, los iniciados novicios, las monjas, el resto de curia y también el sacristán! ¡Para el resto, es entrada general; sirve para chicos y grandes, oficiales y soldados, meritorios y aprendices, corchetes y principales, sastres, zapateros, alfareros y alguaciles!

¡No se lo pierdan! ¡Acérquense señorías y oigan lo nunca narrado! ¡Vengan acá los labriegos, los carreteros, las suegras, el herrero, el granjero, el afilador, la viuda enlutada, la casta célibe, las muchachas casaderas, las lozanas cortesanas, las desposadas parejas! ¡A los ancianos y niños, a los varones y hembras, a todos les interesa!

¡Acudan raudos vuesas mercedes, escojan sitio, traigan banquetas y asientos o afirmen nalgas y posaderas en el suelo de la plaza o en las gradas de este rollo!

¡Alléguese la pudorosa doncella, el hijodalgo, el andrajoso, la ramera y el pastor, las chivatas y alcahuetas, los ujieres y escribanos, los leídos y juristas, los memos, necios e insulsos!

¡Acérquense alcabaleros y prestatarios, amos y lacayos, plebeyos y alabarderos, escuderos, guarnicioneros y nobles!

¡Escuchen, escuchen lo que nunca fue contado! ¡No se pierdan los detalles del evento!

¡Aproxímense los legos, los educados y sabios, la lavandera, la comadrona, el alguacil y el ujier! ¡Lléguese hasta aquí el ambulante trapero, el villano, el errante caballero, el infiel, la celestina alcahueta, los mandantes ministriles, el escribano pasante, el prócer patricio, el alcaide de la villa y el capador de los cerdos!

¡Pasen, pasen y escuchen! ¡Por sólo quince centavos, tres perras chicas, algo de guita, un poco de calderilla para que coma este ciego!

“Hoy, esclarecidas damas, ilustres señores y súbditos aldeanos, en la fábula no aparecen asuntos de fantasmas, ni violación de doncellas, ni duelo a pistola por deuda de juego ni trama de esposa raptada. Hoy, insignes señoras, próceres señores, en el enredo, en el lienzo, por los pliegos de cordel no asoman líos de celos ni jácaras lujuriosas, ni tampoco se presentan pardas conjuras de sexo. No aparecen huellas referidas a los temas del derecho de pernada, no se muestran los cadalsos de ahorcamientos, no se narran tormentos de presos confinados en mazmorras. Aún así, distinguidos oyentes, eminencias, grandes de Castilla y gente de menos lustre, presten oídos, pues es intrigante la causa.

¡Apuren damas y caballeros, dejen caer los dineros en el cesto, pues va comenzar la sesión!”

Luego, el ciego, el contador de consejas, sopesaba el cesto de calderilla, aclaraba su garganta con un trago de aguardiente y, en tono innovador, con una fraseología impropia de la época decía:

“Atentos, mucho silencio, pues empieza la función. Nos vamos hacia los años dos mil. Cierren los ojos y fragüen, rumien sus eminencias y resto de populacho que viajamos al futuro. Repiensen por un instante que vivimos en la época que antes les dije. Dos mil nueve o dos mil diez sería un buen tiempo para situarnos, para centrar la soflama. Anoche, señorías, en mis ensueños, en mis cavilaciones y quimeras, eché al ver a individuos del mañana que, asómbrese, siendo pudientes, durmiendo en lecho mullido y comiendo hasta tres veces cada jornada, no eran felices. Adormecido, imaginando mejores causas que las de ahora, llegué a esos tiempos que indico y pude vislumbrar, en mi terrible ceguera, a una masa enardecida, a una inmensa muchedumbre que protestaba, que gruñía, que gritaba, que exigía justicia y demandaba derechos. Denunciaban que se les había robado, estafado y, al parecer, por lo que pude entender, también expulsados del sitio de su trabajo por sus amos y señores. Un elocuente parlero arengaba a la masa y descifraba un libelo de muchas resmas o pliegos. El verbo, la perorata, la jerga empleaba era tan rebuscada, tan de aquellos tiempos que este ciego, hubo de hacer un esfuerzo para poder entender lo que el hombre del futuro revelaba.
Más o menos, próceres señoras, preclaros castellanos, el charlista de mis sueños, el hombre de mi quimera, el personaje del otro tiempo, (la multitud le llamaba experto mitinero, profesor de la palabra, orador locuaz, conferenciante elocuente, ponente ilustrado, disertante con pico de oro...) más o menos, repito, de esta forma se expresaba:

“¡Pasen, pasen señores y vean! ¡El mayor circo del mundo jamás conocido! ¡Lo nunca visto! ¡Acróbatas sin red en la cúspide de Mercado Común! ¡Domadores de fieras salvajes y de Sindicatos y Asociaciones rebeldes! ¡Saltimbanquis del IPC! ¡Ilusionistas que en el entreacto, en la pausa de la obra, se meten en su talega 50.000 millones ajenos, en menos que canta un gallo! ¡Volatineros que inventan y crean crisis económicas para engordar su valija! ¡Circenses del IVA y demás impuestos! ¡Titiriteros, arlequines y bufones que para bien de su empresa hacen girar la rueda de la rebaja fiscal! ¡Histriones del escenario que sin rubor, con su magia, hacen desaparecer un sinnúmero de puestos de trabajo en un santiamén!”

El charlatán, aquel parlero del siglo XXI que este humilde ciego veía en su ensoñación, hacía un inciso, tomaba aliento y cual juglar, decía retomando la palabra:

“¡Pasen, pasen y vean a acrobáticos capitalistas, a orondos banqueros que con suma agilidad, por arte de birlibirloque, hacen que sus bolsillos se inflen, que se esfumen ríos de dinero en su provecho y con él montones de ilusiones! ¡Pasen por los camerinos y conozcan los turbios manejos, el enredo de privatizaciones que, cual un soplo, se sacan de la chistera los grandes prestidigitadores del circo! ¡Vean el más difícil todavía y averigüen cómo por entre bambalinas los administradores, los directores de la tramoya, adulteran los resultados del INI y las cuentas de la nación en la cama elástica del déficit público! ¡Conozcan cómo con valor, con osadía y bastante desvergüenza, detrás de los decorados, maquillan y cocinan los datos del CIS; observen cómo en el vacío, sujetos por una débil argolla, manipulan las números de los desempleados para que cuadren las cifras del paro o de qué forma tan sutil, por entre el entramado de los rincones y escondrijos de este circo, crean sus redes de espías, se corrompen, se venden, se visten con trajes gratis o se llevan los fondos públicos a paraísos fiscales! ¡Adviertan con sus propios ojos cómo con el aval de la ONU y, a veces sin él, los magos, los gimnastas, los dirigentes de las naciones, montan guerras e invaden pueblos! ¡Asistan en butaca de platea al baño de sangre, conozcan los brillantes y sofisticados artilugios con los que matan, observen como vuelan por la pista circense las bombas que estallan! ¡Presencien en vivo y en directo a los ágiles malabaristas del mundo globalizado, vean cómo especulan, cómo tergiversan números en el patio de butacas de la UE y restos de parlamentos del mundo, en detrimento de pueblos olvidados, de hambrunas, de niños desnutridos!” ¡Vean con que descaro estos trileros de la escena descargan sus fábricas de armas y las venden para que los pueblos del mundo se maten entre sí! ¡No pierdan de vista cómo se tiran los trastos del escenario a la cabeza, cómo discuten de cosas triviales, observen cómo en lugar de arreglar causas comunes, sólo se preocupan del quítate tú que me pongo yo! ¡Admiren a los aguerridos púgiles del cuadrilátero luchando de forma feroz por ocupar, a costa de lo que sea, el regio sillón de tribuna o el de los hemiciclos del circo de la vida!”

Encogido, asustado y atento, el ciego que les habla, eminentes señores, ilustrísimas damas, escuchaba al disertante del siglo XXI que, inclinada la cabeza, recogía el aplauso y la aprobación de la masa. Acallado el vocerío, continuó diciendo:

“¡Señores, lo antedicho y mucho más podrán ver en este grandioso espectáculo! ¡Hay galanes, actores extravagantes, dignos de ver! ¡Unos tienen un rostro que se lo pisan, existen otros que tienen más cara que espalda, algunos que más que hombres son verdaderos "capullos", otros que si los ves son para mear y no echar gota y por último podrán ver a ciertos especimenes, a nuevos ricos que huelen tanto a dinero que simplemente apestan! ¡Pasen, señores, compren su entrada y traigan al niño! ¡Gozarán de la farándula, de las contorsiones y giros de falsos comediantes, de aparentes mimos y bufones que anuncian libertad y justicia, pero que apenas dejan respirar a los demás! ¡Compren la entrada, saquen su ticket y vean cómo se retuercen los marginados, los parias de la escena, vean cómo en sus dolorosas contorsiones se doblan hasta perder la vida; observen cómo se inyectan la droga, el veneno distribuido por gente desaprensiva que, matando, amasan enormes fortunas!”

El relator de mi sueño recibía nuevos aplausos y, hecho el silencio, continuó con su arenga:

“¡Luego, mediada la función, quedarán encantados con los destacados circenses, con los funambulitas de nueva sotana que, rodeados de adictos y seguidores, en lugar de predicar por desiertos, montañas y santuarios, salen de sus lujosos palacios a las calles en manifestación de protesta, tratando de imponer sus criterios morales en detrimento de las leyes civiles, enarbolando mordientes pancartas, haciendo borrón y cuenta nueva, salvando a los unos, y condenando a los otros con soberbia, sin saber perdonar al errado, al buen ladrón, a la oveja descarriada si es que lo fuera; tratando de hacer tabla rasa como en Sodoma y Gomorra! ¡Reparen cómo en lugar de corregir y enseñar, en vez de impartir comprensión, amor y perdón leen panfletos incendiarios desde la butaca del palco de arriba del escenario acompañados de reyezuelos, de acólitos y satélites, de avaros lustrosos gordos!”

El comunicador que esta vez era silbado por unos y aplaudido por otros, descansaba nuevamente de su proclama unos segundos. Después, lo mismo que hace este ciego cuando a sus señorías les canta unas trovas o les recita relatos, bebía un sorbo y seguía con su alegato o discurso:

“¡Ya ven, señores qué diversión; ya ven que no falta nada¡ ¡Mas, sigan atentos porque queda lo mejor! ¡Sigan prestando oídos pues, más que mediado el espectáculo, antes que baje el telón, podrán ver a las estrellas, a los divos de la barra y el trapecio!” ¡Son los artistas que de forma inestable andan suspendidos del alambre; son los otros, los cobardes, los payasos del circo que, en lugar de hacer reír, siembran espanto y asesinan por la espalda! ¡Son los malditos bufones, los chanceros iluminados que hacen temblar en la pista a chicos y mayores; son los contorsionistas del doble salto mortal que presumen de ética, de normas morales; son los que, en sus torcidas volteretas, en las escenas del drama, en sus ideales trasnochados, dicen buscar el bien de su pueblo, la independencia, la secesión o no sé qué, y resulta que sólo son mercenarios a sueldo, extremistas violentos, execrables criminales, terroristas fanáticos que derrumban tablados y arruinan escenarios de vida; son los que, en definitiva, ocultos entre las cortinas, bastidores y armazón de la pista, se asoman de vez en cuando, sólo salen a escena con la pistola en la mano cuando desean matar! ¡Mas, señoras y señores, no se asusten, pues parece ser que los directores del espectáculo, los amos del circo, los cretinos, ineptos e imbéciles que dirigen las distintas opciones políticas del país, están dejando de echarse los muertos a la cara y, por fin, al parecer, se están poniendo de acuerdo, para erradicar a esta peste de malabaristas matones que dan tiros en la nuca y matan a traición!”

Ahora sí, damas y caballeros, la muchedumbre de aquel incierto futuro, el gentío sin distinción, pareció condenar a la plaga de asesinos. Las palmas, los gritos y parabienes a favor del orador y las silvas y abucheos en contra de aquellos matones fueron unánimes.

El alboroto, el bullicio de la masa era atronador y, confundido, sudoroso, vine a despertar de aquella angustia.

He relatado lo que en sueños avisté. Sus bondades sabrán disculpar. Excusen si, al igual que a mí, algunas siglas o trazos de lo escuchado, no fueron de su comprensión. Así lo oí y así se lo conté a vuesas mercedes. Así lo pude entrever con mis ojos de ciego desde el fondo del ensueño. Y a fe, señores, que el paseo al futuro no fue grato, no me gustó; prefiero quedarme en el mundo de mis tiempos.

Tal es así, distinguidas señorías que si hubiera de soñar de nuevo, cosa parecida, quiera Dios que antes me ahorquen, que me condenen a galeras de por vida, que me quemen en la hoguera, que me arranquen la lengua con la que me gano el pan.

Apuestas damas, gentiles señores, presentes todos, gracias, gracias mil por ayudar a este ciego para que pueda comer.

El invidente recogió el hatillo, se guardó en la faltriquera la calderilla obtenida, se apoyó en el hombro del pequeño lazarillo y dijo:

—Vamos rapazuelo, espabila, busca el atajo. Marchemos a vender mi sueño a villa vecina.

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Texto agregado el 09-07-2009, y leído por 1565 visitantes. (13 votos)


Lectores Opinan
04-08-2010 Un abrazo de letras imborrables. mariamorena
06-01-2010 Amigo, créeme que me dejas sin palabras para comentar tu testo, pues la visión del orador coincide totalmente con lo que nos está ocurriendo en la actualidad. Escribes muy bien, pero que muy bien, por esto te digo que me faltan estrellas para poder valorar tu relato************** Un placer leerte amigo. Yosep
20-10-2009 Me sucedió igual que a Carolina, de pronto me senti en otra epoca y lugar. Tienes el don de atrapar al lector y envolverlo en tus escritos. Que maravilloso manejo del lenguaje. munda
27-08-2009 Por su extensión,lo imprimí y pude leerlo con tranquilidad.A medida que fui avanzando en el texto,apareció mágicamente León Felipe,de quien tengo alguna grabación leyendo sus poemas.En un juego casi involuntario me permití seguir,sumando mentalmente su voz a la lectura.Disfruté ampliamente de tu trabajo. Hacés gala de tu manejo de las palabras y por un rato pude gozar de la belleza del lenguaje. escofina
11-08-2009 Prodigiosa página de la tradición española del lazarillo inolvidable ...Excelenteeee!!!!!!!******* duqueuviedo
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