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AMOR DE VERANO

Era una calurosa y alegre noche de verano. El pequeño pueblo bailaba y reía alrededor de la coqueta plaza donde la orquesta comenzaba su habitual repertorio de pasodobles, rumbas, merengues, vals y demás parafernalia típica de las verbenas veraniegas. Cierto es que nuestros dos protagonistas, eran ajenos totalmente a cuanto les rodeaba, salvo, quizá de las graciosas escaramuzas de sus amigos, los cuales no dejaban de asomarse e incitarlos, mientras simulaban no saber lo que allí estaba pasando.
Nuestros personajes principales, dos jóvenes en plena efervescencia de la adolescencia y con todo un mundo por delante para descubrir y afrontar juntos, aparecían sentados sobre el duro suelo de cemento, con las espaldas apoyadas en la pared, uno al lado del otro, en silencio, sin saber muy bien como habían llegado allí, a aquella curiosa situación que se da en esos instantes en que las distintas coincidencias que dirigen nuestros destinos confluyen sin razón aparente en un mismos sitio y momento convirtiendo lo que nos rodea en lo más parecido al prometido paraíso al que todos aspiramos.
Allí sentado como decía, vemos a nuestro protagonista varón, muy nervioso él, con gotas de sudor resbalándole por la espalda, el corazón, bombeando sin cesar a un ritmo vertiginoso y pensando en que decirle a aquella chica, por la que tanto había luchado, por la que tantas noches pasó en vela y ante la cual se hallaba sin una palabra que le saliese de aquella boca seca y a la que maldecía por no ser capaz de recuperar, las muchas frases que en el silencio y la penumbra de su cuarto, tantas veces había preparado y ensayado y que ahora se negaban a brotar.
Nuestro protagonista, vamos a llamarle Juan Antonio, que así es como se llama y que pese a los muchos sin sabores que tuvo que afrontar en años anteriores a la llegada de aquel momento, miró a su amor de siempre, ya que en todo momento, tuvo claro que la chica de cabellos rubios y ojos de gatita, que miraban al suelo anhelando el beso que tanto había esperado y pensando en qué demonios estaría pensando el idiota de su amigo para no declararse de una vez y dejar rienda suelta a los deseos y el frenesí juvenil de ambos.
Estaba decidido, lo iba a decir: “Te quiero, eres lo mejor que me ha pasado”.
Miró a un lado, tomó aire, se giró de nuevo hacia ella y cuando vio sus ojos fijarse en él apenas una risita insulsa e inoportuna le salió de aquella bocaza estúpida.
¡Madre mía que inútil que soy, al final no sé si voy a poder decirle nada!, pensó nuestro amigo cada vez más nervioso y viendo como se repetían aquellas anteriores situaciones en las que pensando que había por fin reunido el valor suficiente, no se atrevió a soltar ni prenda ante el temor a un rechazo que hubiese terminado de hundir en la miseria a nuestro compañero.
Alguna que otra vez, en arranques de valor y locura, había conseguido nuestro amigo dirigirse presto y decidido hacia nuestra amiga y plantarle un sonoro beso en los labios con toda la delicadeza y corazón que se le puede pedir a un primate que no tenía el valor necesario para afrontar su amor de manera decidida y coherente. Démosle pues el beneficio de la duda y daremos a nuestro amigo un resignado perdón pensando que todo fue culpa de las hormonas y de un cerebro juvenil que mucho tenía que aprender.
En eso andaba la mente de nuestro amigo, perdón de Juan Antonio, cuando un breve resplandor en el cielo, junto a la estrella que en ese momento observaba, le hizo tomar una decisión. No volvería a dudar. Tenía ante sí a la persona que más quería y nada le iba a arrebatar aquello por lo que tanto había luchado.
Así, decidido, tomo la mano de ella entre las suyas, la acercó a su corazón y le mostró como latía de ansiedad, nervios y sobre todo amor. Y entonces de su boca brotaron las palabras que iniciaron para siempre una relación que nunca acabará:
- ¿Nos enrollamos?
¿Qué? ¿He dicho yo eso? Ahora sí que la he liado, se maldecía nuestro amigo. Toda la santa vida esperando ese instante que imaginó tantas veces como mágico e irrepetible y va y le suelta un nos enrollamos como si eso fuese lo más romántico del mundo.
Es de suponer, mirando ahora con la perspectiva del tiempo que la pobre chica, bastante tendría con lo suyo como para pararse a pensar en la frasecita del niño pero si le molestó no lo pareció y como si amantes fueran desde siempre y con la inspiración venida de no se sabe donde en esos momentos de infinito amor ambos, chica y chico, chico y chica, se besaron por fin, uniendo sus labios en un beso eterno e irrepetible, que marcaría para siempre la vida de los dos y que permitió a ambos iniciar una vida en compañía plena de felicidad aun con sus altibajos, que como todo hijo de vecino, deben sufrir ya que son normales y necesarios para el buen desarrollo de toda relación.
En fin, aquí termino este breve relato, donde vimos resumida la noche más maravillosa que nunca vivió nuestro amigo, perdón de nuevo, Juan Antonio, y que quedará para siempre grabada a fuego dentro del corazoncito que late día y noche por aquella chica que siempre ocupó un lugar principal dentro del mismo.

Que la historia de amor que ese día comenzó nunca acabe.

Texto agregado el 15-07-2009, y leído por 521 visitantes. (0 votos)


Lectores Opinan
16-07-2009 Me pareció real y tierno al mismo tiempo. Me has hecho sonreir. suna
 
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