No hay una sola frase manipuladora y efectista que no me haya venido en mente;una frase demoledora y, a la vez, complaciente, que me redima y me purifique; que me libere y me salve.
... y sin embargo no pude, no puedo escribirla.
Parada al borde del precipicio de renglones, en la negación de los verbos. Muda.
Y mudo todo lo que me rodea.
No hay evocación al catálogo de recuerdos que me devuelva la palabra.
Nada.
El silencio es un castigo que me impongo despues de tanta tinta en vano derramada.
Solo un interrogante atroz y revelador: ¿Ya lo dije todo?


Al poeta se le suicidaron las manos.