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En mi niñez conocí personajes de todo tipo, muy singulares la mayoría. Uno de ellos fue El Autito; era un joven de unos veinticinco años, vestía siempre pantalón, camisa y chaqueta formales, muy raídas y en mal estado.Usaba un delgadísimo bigote y tenía el pelo tieso, como las espinas de un quisco. No recuerdo su nombre ni su apellido. Pero todos lo llamábamos El Autito, debido a que él mismo se creía un auto. Obviamente tenía problemas mentales, los cuales se manifestaban única y exclusivamente cuando actuaba como un vehículo. En su mano derecha llevaba un espejo retrovisor, y mediante unas correas en su cuerpo sostenía una especie de volante. No tenía alzavidrios ni frenos abs. Andaba muchas veces por una costado de la calzada, tocando la bocina y frenando en las esquinas, hasta se estacionaba cuando lo mandaban a comprar. Era bien sabido también que en los semáforos en rojo se detenía completamente y cuando la luz verde brillaba, él avanzaba con precaución. Supongo que nunca le pasaron un parte, ya que su conducción era muy responsable. No tengo idea qué taller mecánico lo atendía, tal vez nunca dio fallas, jajajaja. Era un auto completamente chileno, en una época que tener vehículo era todo un lujo.
Muchas veces lo encontraba cerca de mi casa –hola, Autito, ¿cómo anda el motor?- se detenía, hacía el gesto de poner el freno de mano y me saludaba alegremente, -hola. Anda bien mi motor, es re güeno, podría ganar una carrera- nos reíamos juntos, y ahora pienso que tal vez tan loco no estaba El Autito.- te llevo a comprar si querís, súbete- y yo me subía, esto significaba ponerme al lado suyo, y caminar rápido, trotar ó correr junto a él, depende del cambio que llevara puesto el motor. En segunda apenas trotábamos, en tercera corríamos, pero en cuarta había que correr a toda velocidad y muchas veces me caí del vehículo y El Autito siguió su marcha por las calles de tierra, dejándome solo y botado sin darse cuenta que su pasajero quedaba atrás en medio de la polvareda que levantaba con sus bototos Firestone ó Michelín. Cierta vez chocó con un árbol, quebrando su espejo retrovisor. Con otros niños lo miramos con pena y decidimos ayudarlo; fuimos a un sector lejano a nuestras casas y entre todos, ayudados por un fierro, le arrancamos de cuajo un espejo lateral a un automóvil de verdad que estaba estacionado. Huimos asustadísimos, pues sabíamos que esto era un robo, pero corríamos felices de poder cooperarle con el espejo al abollado Autito. Le entregamos el espejo, esperando verlo reanimado. –gracias, pero este espejo es lateral y yo necesito espejo retrovisor- me dio rabia, ya que habíamos realizado un hurto por ayudarlo y le dije –oye, Autito, un espejo es un espejo, úsalo- lo dio vuelta entre sus manos negras de aceite y suciedad, nos miró y dijo con una sonrisa tremenda que lo usaría para peinarse en las mañanas.-jajajajajajaja- reímos todos por espacio de un largo rato.
Una tarde lo vi pasar con su característico sonido gutural que trataba de imitar el rugido de un motor – rrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrr- lo llamé para conversar con él y vi con sorpresa que andaba descalzo, sin sus bototos, sin sus neumáticos.-Autito, ¿por qué andai a pata pelá? Sonrió levemente y me contó que sus bototos se habían roto y se había despegado la suela. Claro, con tanto kilometraje era evidente que le sucedería eso más temprano que tarde. Supe que hacía casi una semana que recorría las calles sin zapatos. Esto lo evidenciaban ambos pies maltrechos, sucios y heridos. Tal vez en su insania no se percataba del daño que se estaba haciendo.-oye, Autito con quién vivís en tu garage- no me respondió, se limitó a echar andar el motor, poner primera y salir cuidadosamente del lugar donde estaba estacionado conversando conmigo.-chao, amigo, pa’ juntar plata voy a ser taxi- le sonreí y lo vi alejarse, fue la última vez que lo vi en mi vida, luego mis padres me llevaron a vivir a Santiago y le perdí la pista.
El Autito, todo un vehículo y todo un conductor confundidos en una sola persona; responsable, respetuoso y cauteloso. A pesar de su locura jamás atropelló ni empujó a alguien, su demencia nunca justificó una irresponsabilidad. Él nunca manejó como un loco. Autito, gracias por darme mis primeras lecciones de manejo.

Texto agregado el 25-07-2009, y leído por 144 visitantes. (2 votos)


Lectores Opinan
14-07-2013 es muy conmovedor ademas de hermoso excelente obra te felizito bochacho
31-07-2009 Me gustan tus historias. Pueden conmover profundamente o sacarnos una sonrisa. Además son creibles. fulana
30-07-2009 Simpática y divertida la historia del Autito, un personaje muy singular, sin duda. Historia contada bien y con sano humorismo. manndrugo
 
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