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La sartén está sobre el fuego con el aceite hirviendo, Carlos pondrá una papa cortada en bastones largos. Pensó: ¿Qué sería de la vida si no existiera el aceite comestible? ¿Que sería de la vida sin dicho elemento sustancial? se quedó repitiendo sus pensamientos.
Pero observa por la ventana del comedor un hecho insólito. Hay un grupo de personas, familiares allegados del vecino, que están ocupando el frente de la vivienda como en una conglomeración, pero un muchacho equis golpea con su puño a una anciana y nadie se inmuta, todo continúa funcionando normal, hasta que de repente estallan en risas cuando la viejecita se despierta. Le han extendido la mano para que se levante pero aun así la reunión no se detiene.
Carlos está tocado con la barita del talento para cocinar, pero las papas están a punto y sigue sin quitarlas a propósito, pero también reconoce que está re-loco al percibir una gran oportunidad en todo esto, además confesando sus pesares a Nélida, su señora, aunque en ésta ocación jura por lo bajo haber visto lo recién comentado.
Sin deseos de vivir asomó la cabeza por el vidrio luego gritando ¡No lastimen a la pobre abuela! Se siente ridículo. Nadie parece inmutarse, la reunión se traslada al interior de la vivienda como si nada hubiera ocurrido.
Ya que no está la mujer golpeada de la tercera edad tirada en la acera, por un segundo Carlos desconfía de sus ojos, pero luego retorna al convencimiento de que algo malo ocurre. Si total sobra el aceite de girasol, olvida las papas en el fuego, decidiendo investigar por su cuenta.
Luego de calzarse las botas se afinó el bigote en las puntas, mientras de su pecho hundido retumbaron vibraciones propias de un pedido de paciencia dichos cual ventrílocuo dirigido a su esposa.
Cruzó la calle pero cuando entraba en la zona candente, ve venir bajando rodando por el patio del vecino la cabeza de la anciana, la cual se detiene frente a sus pies. Entonces escucha decir de su boca, que mejor se meta en sus asuntos privados.
Ahora Carlos se siente descompuesto, por primera vez alcanza a reconocer que está alucinando. Apresurado regresa a la cocina y mira si la copa de vino tinto está envenenada. Comprueba que algo raro tiene, cuando tambaleante descubre a su señora que lo está mirando desde el dormitorio muy risueña. A Carlos todo le da vueltas. Pero logra alcanzar a Nélida que retrocede, a quien sostiene del cuello fuertemente ¿Qué le pusiste a la bebida? Preguntó, mientras preocupado agregó ¿iré a morir?
Finalmente resultó ser producto de un coagulo cerebral, que debió extirparse a la brevedad, no sin antes andar cerca de la muerte.
Luego de estar internado largo tiempo se recuperó, y hasta camina sin mayores dificultades.
Una mañana estando sentado en el mismo lugar, a cambio cebando unos mates, los cuales bebe con la boca torcida, viene a darse cuenta, que dicho vecino está enganchado de la luz, obviamente de manera ilegal. Se hizo muchas preguntas, pero antes de continuar con alguna respuesta, cruzó la calle para verificar que los cables de supuestos medidores de menos indicaran lo contrario. Le resulta extraño e indignante, que una familia tan ejemplar, además de numerosa, pudiera estar viviendo de esa manera. Inmediatamente se escuchó un fuerte griterío. Sobresaltado siguió hacia adelante, enseguida descubriendo la puerta del mentado vecino abierta. Al entrar, a los pocos metros, halló a su propia esposa, ridiculizada. Carlos, sorprendido, se apresuró a socorrerla apoyando sus manos en los hombros. La pobre habría seguido sus pasos, entrometiéndose en este asunto, pues toda vez que tiene la cuenta reniega de las luces ensendidas de los demás, quienes, según su criterio, incrementan el presupuesto general perjudicando al resto, siendo estos vecinos los que menos ahorran en energía; con la mismas preocupaciones que Carlos, de hacer un justo reclamo, con el mismo afan de conocer la realidad, por ende recibiendo una flecha, con sopapa en la punta, que se incrustó en el centro de la frente.
Para lo cual ofendidos retrocedieron para rearmarse y contiguan litigando. Carlos desenfundó las escopetas de perdigones en forma desenfrenada. Aunque Nélida piensa lo contrario, por ello sin esperar la orden, comenzó a disparar desde su vereda.
Pero en medio de la balacera, Carlos, mirando bien descubre unos cables nuevos que hay en un poste de cemento que jamás antes supo que estaba allí, que yace practicamente sobre la calle y que en efecto corresponden al vecino. Levanta un brazo imitando al general Koster, pero a esta altura de los acontecimientos Nélida a falta de perdigones arroja piedras de los canteros. Al saberse equivocado no duda en arrugar la camisa blanca de su boda para fabricar una bandera de rendición.
El famoso vecino se llama Mauricio, es padre de cuatro hijos, ni por un segundo dudo en detener sus propias acciones, que consistieron en hacer sonar las alarmas en busca de ayuda, solamente disparando balas de plástico pertenecientes a una arma de juguete. Inclusive se acercó a Carlos con las manos levantadas en señal de obediencia.
Entonces acordaron cenar para hacer las pases y firmar la paz definitiva.

Texto agregado el 30-07-2009, y leído por 159 visitantes. (0 votos)


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