Explorando el Infinito 
 
Hubo un dios que me contrató 
Como su esbirro 
Y yo, simple humano,  
Al ser buen profesional,  
Decidí innovar  
El trabajo que él realizaba. 
 
Se fue mi dios de vacaciones 
Y me dispuse con premura 
A diseñar un nuevo plan 
De Vida, común a todos 
Los que habrían de llegar. 
 
Y así lo concluí: 
 
“Tras laboriosas horas, he aquí  
el nuevo croquis de este mapa 
humano,  
que a partir del nacimiento 
será vigente para cada individuo: 
 
Como dios en funciones, proclamo que 
A partir de este momento,  
Cada persona nacida tenga  
En el transcurso de su vida 
 
Un periodo de riqueza y opulencia,  
Para que el corazón se ensanche 
Sin esfuerzo;  la sangre inunde  
Alegremente sus venas, 
Emborrachando la razón;  le lucirá  
Así el pelo como nunca antes,  
Y su sonrisa será la prueba de 
Ese rojo pasión. 
 
Y en la misma medida de tiempo,  
Tenga el nacido un periodo similar, 
De pobreza y condición paupérrima, 
Con el que aprenda a valorar 
Lo simple y lo infinito. 
Así el corazón, al estar compungido 
Resguardado entre la duda 
Y la obsesión del mañana, 
Resplandezca al observar la estrella más 
Grande, y le motive saber las teorías 
Que se esconden 
Tras el cielo nublado, los huracanes, 
Las flores. 
 
Como me queda un tiempo 
Para actuar como dios suplente, aún  
Ordeno, con prudencia 
 
Que a cada humano le corresponde un  
Periodo delicado, ya sea en los disfraces de 
Padre, de hacedores de un hijo  
o de hermano,  cada uno podrá ser  
sirviente, o servido, ya sea en papel de  
lacayo o como señor y único amo. 
Un periodo similar para cada  
Uno de ellos. 
 
 A cada uno de ellos, ¡ordeno! 
(ya que mi honorífica condición me avala) 
a vivir un gran amor, correspondido, por cierto,  
que le haga olvidar las cicatrices 
que la misma energía 
anteriormente le hubiera partido el alma. 
 
Qué felices serán los humanos,  
Con este mapa perfecto que les estoy preparando. 
Sin necesidad de elegir,  
Se disiparán todos sus males, sus indecisiones, 
La alineación de talante...” 
 
Pero fue entonces que se presentó mi dios,  
Sin avisar, y tras echar un vistazo al nuevo  
Código, 
Me observó, miró hacia los que  
Estaban por llegar,  
Y con voz que noté apagada, concluyó: 
 
“El trabajo no es medido por las horas 
empleadas, ni por tu justicia asumida. 
Ni aún regalar rosas, deviene en el  
Agradecimiento del rosal al que le han sido  
Arrancadas. 
Por cada una de tus justicias, habrá que 
Compensar con un anterior desagravio. 
 
Acaricia este croquis, con los ojos tapados, 
Y entonces verás 
Que está diseñado para amarrar el corazón 
De las almas libres, que no hay lugar 
Para aquellos que deseando volar 
Han renunciado a descendencia y  
amores 
de barra a los que cuidar. 
 
¿Y acaso te has acordado de aquellos  
Que prefieren el estudio solitario,  
Al fervor de los aplausos 
De miles de otras manos? 
 
Y qué me dices del eterno buscador, 
La oveja negra en tu planisferio,  
¿Que será de ese iluso, sin el libre albedrío 
Señalado en sus mapas? 
 
¿Quién explorará entonces el Infinito? 
 
Si la vida fuera justa, a tu modo, al mío,  
Al de imaginarios querubines que adornan 
Los troquelados del espacio, 
Dime, 
¿sería esa la justicia que se merecen, 
la que desean para sí los infinitos de  
seres, 
que tenemos pendientes por llegar 
del otro lado?” 
 
Y tras estas palabras, agaché la cabeza 
Y me alejé pensativo, 
Reconociendo que, a punto estuve 
De ser el reformador  
más injusto de la historia. 
 
Y miré a mi dios, de reojo,  
Y con cada lágrima suya derramada 
consintiendo en que sufrieran o  
amaran, o reposaran de su viaje, 
decidía con dolor sereno que 
lo justo, en última instancia, 
fuera lo que cada ser para sí mismo  
proclamara. 
 
Y en aquel instante comprendí el nuevo don 
Que mi condición de humano me otorgaba. 
 
Guardé el mapa de puntas afiladas 
En un armario sellado 
Bajo cien llaves  
que con diligencia dispersaron 
mis cuatro puntos cardinales. 
 
A continuación firme la renuncia 
Ese puesto de semidios tan bien pagado, 
Proclamándome desde ese segundo 
Explorador e inventor de preguntas, 
De un infinito,  
De una nada. 
 
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