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Cuantas cosas habré aprendido, no lo sé. Hoy estudié de corrido tratando de que con una ojeada aprendiera lo más. Ya no soy el mismo, el tiempo y los excesos también cuentan. Es lo vivido que habla. Sin embargo, no quedo inmovil, lo intento, acomodo, hago trampas mentales, tomo apuntes y trato de salir del atascadero .Por ejemplo abrazo un objeto y ensueño, me voy lejos, regreso, lo juego en mi cabeza, lo aviento lo más lejos que puedo, lo busco, le hablo y confundido y torpe, lo huelo y aunque esté cambiado lo reconozco; entonces lo tomo de la mano y lo beso.
Estoy en este lugar, en el mismo que estuve, cuando llegué con treinta años menos, ¿o serán cuarenta? Lugar que vieron mis ojos crecer. El albañil, un tipo regordete, con ojitos de sapo trabajaba con uno de sus hijos para levantar las paredes, luego, como sabía de todo, planeó la toma de agua, la pileta, el baño. Lo recuerdo bien, tan bien que lo veo aplanando el muro, sudado de los pies a la cabeza, ordenándole a su hijo como quería la mezcla, era una máquina trabajando en silencio, con manos de cemento, pero hábiles para dejar el aplanado como la hoja de un cuaderno. El hijo al igual que él trabajaba en silencio siguiendo las indicaciones. El verdadero regocijo para ellos, era a la hora de su descanso. En una ocasión que llegué a las dos de la tarde, lo encontré eligiendo un lugar , decía al hijo compra en la tienda refresco bien frío. La verdad hacía bastante calor. Los saludé y pregunté si no le faltaba material, me dijo que no. Pocos minutos después llegaba su esposa, su hija y un bebe de ocho o diez años. La señora acomodaba un mantel limpio, sobre una mesa improvisada, que él previamente había armado. La mujer de unas vasijas sacaba el alimento y servía en platos partes iguales. A la madre y a la hija les buscaban una silla, los varones en cuclillas. Daba una oración en voz baja y empezaban a comer.
No desea un “taquito” -me dijo. Me acerqué y con respeto tomé una tortilla con chile y frijoles y los acompañé. No me había enterado que esa escena se repetía todos los días a esa hora. Entendí que, como él no podía comer en su casa, la esposa y la hija iban a donde estuviese trabajando y comían juntos como una familia pobre, pero con valores.


Texto agregado el 06-08-2009, y leído por 621 visitantes. (12 votos)


Lectores Opinan
17-09-2009 La sencillez es uno de los valores universales, sí señor. Saludops. Jazzista
24-08-2009 *****, cinco bien brillantes!.Gracias por traer en tus líneas, valores tan añorados!! Un apretado abrazo! gringuis_
19-08-2009 Un texto de esos que me gustan, costumbristas, reposados y reflexivos, gracias y 5 online
18-08-2009 Un texto realmente bello. mis estrellas aunque le sobren... arielariadna
16-08-2009 Me encanto la sencillez del relato, que nos hace llegar una de las historias ocultas de la vida... Me deja pensando que a veces no se necesitan grandes cosas para ser feliz... Gracias!!! betsyhaab
10-08-2009 me conmueve la sencillez y belleza de este texto,me encanto amigo ********* shosha
09-08-2009 Has rescatado con tus prodigiosas letras una escena familiar, que nos lleva a recordar esos momentos claves de la misma que por cierto no creo que vuelvan.Mis estrellas. almalen2005
08-08-2009 Es la belleza de lo sincero lo que condimenta y da a este texto ese gustito que se siente al leerlo.5*. Juan. ave_de_paso_
06-08-2009 Bellísima historias que con habilidad nos entregas. Una dulzura de recuerdos. flop
06-08-2009 En este bellísimo texto juego con ventajas... El paso del tiempo querido amigo no es lo que agobia sino el darse cuenta de ello ... y vos lo expresás tal cual es en ese primer párafo que no tiene desperdicio. La imagen de la familia junta, de los valores, del cariño cuando uno está de balance no es poco. Un abrazo con ***** lilianazwe
06-08-2009 Tu texto, tan honesto, tan lejos de cualquier rimbombante pretensión es una bella estampa de cosas que quizá jamás regresen, pero que permanecen grabadas, no en la memoria, sino en el corazón. Felicitaciones. ZEPOL
06-08-2009 Buen texto, amigo. Hay varias cosas que se me ocurren al leerte. Primero, decir que hace falta comer en familia. Es una tradición que poco a poco se pierde. Pero cuánta falta no nos hace. Segundo, no sé a qué se deba, o cómo funcione, pero la comida de los albañiles, a mitad de la construcción, calentada sobre una lamina vieja, tiene un sabor muy distinto a todo lo que he provado. Es deliciosa, tuve la suerte de vivirlo en carne propia. Tercero, otras características de los albañiles en México, es que la mayoria no trabaja los lunes y son bien borrachos. Que suerte que el de tu cuento no lo sea. Saludos. Un placer leerte. Azel
 
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