También he de llover, aunque me cubra de vos, aunque resuene a lo lejos el temblor del recuerdo.
También volverán las horas en que se marchiten los silencios, sostenidos por el pulso que nos movía.
Y una vez que eso suceda, mis ojos como nubes reclamarán esos instantes en que se encendía el ardor en nuestras miradas, desencadenando terrenos de fantasía.
Seremos textos entrelazados de tiernas palabras que signifiquen.
Recuerdo que…
en mi corazón,
en mis plegarias,
en mi mudo llanto,
en mi atardecer,
aparecías sin anunciarte.
Y en la inapetencia de mis sentidos acariciabas los bordes, como un angel tibio despreocupado por el infierno.
Entonces busqué refugio y lo encontré en tus manos, deposité allí mis labios y mi mejilla los acarició, desperté al amanecer hundido entre fragancias con tu nombre.