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La mansión del diablo.

2. Daphne, la hermana de Ethequiel.

La Orden Omayda, entregó las pertenencias de Ethequiel a su hermana Daphne, ésta las recogió con gran pena y tristeza. Su cara estaba pálida.
Sus ojos enrojecidos por las lágrimas, quedaban protegidos tras unas gafas de cristales oscuros.
Su largo y precioso pelo rubio, recogido en forma de cola de caballo, la hacía más joven.
Daphne, de treinta años de edad, vivía con su hermano en una casita cercana a la Mansión.
Su hermano llegaba a veces en su silla motorizada sobre las seis de la tarde, ella le preparaba la cena, ambos veían un poco la televisión y se iban a dormir.
Ahora, Daphne ya no tenía que preparar la cena para nadie, excepto para élla misma. Vería la televisión sola.
Pensaba que aquello se le haría muy duro y dificil sin su querido y estimado hermano.
Nunca la importó ayudarle a lo que hiciera falta debido a su invalidez permanente, la hacía tanta compañia, que Daphne se sentía como muerta en aquél silencio, en el qué el destino la había dejado inmersa.
Entre las pertenencias que la Orden la entregó, estaba un libro de color negro de suave tacto.
Daphne cogió el libro entre sus manos y abrió la portada.
En la primera página estaba escrito en letras rojizas: Biblia de Lucifer, Señor de las Tinieblas.
Más abajo se podía ver en letras de color negro: Dedicada a Ethequiel Mathias Kerbholz, primer mártir de la Iglesia de la Luz Oscura.
Daphne empezó a leer las primeras páginas del libro.
Comenzó a entender la obra y misión que su hermano y la Orden Omayda llevaban a cabo en aquella Mansión, dedicada al más universal y oscuro Ente de todos los tiempos.
Daphne se quedó hasta altas horas de la noche, leyendo y meditando sobre lo que estaba escrito allí.
Leyó la mitad del libro, si bien saltándose párrafos de poca importancia según su lógica y entendimiento, casi completó la primera parte de lo escrito en éste.
Cayó rendida en la butaca, el libro sobre la mesa se cerró sólo, la portada de color negro brillaba bajo la luz de la lámpara ...

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Al día siguiente, muy temprano por la mañana, Daphne se acercó a la Mansión.
Las puertas en forma de cruz invertida de la entrada, se abrieron en silencio para élla.
Daphne, ni siquiera había tocado el timbre, pero las puertas se abrieron dándola la bienvenida.
Nada más pasar dentro de la propiedad, ambas hojas se cerraron de nuevo, con ese mismo silencio que las acompañó cuando se abrieron.
El Nuevo Naciente, esperaba la visita de Daphne, ó sí, sabía que ella leería la biblia y vendría después.
El mismo Nuevo Naciente que a distancia y en su poder otorgado por el mismo Diablo, cerró el libro cuando Daphne cayó agotada por la noche.
Daphne se aproximó con un poco de miedo a la gigantesca casa, observó el color rosado de sus paredes.
Ella sabía que la Mansión era blanca cuando se construyó, su hermano siempre la decía: "No preguntes sobre eso, al Nuevo Naciente no le gusta que se hable del color de sus paredes, al menos hasta que estas estén cómo las desea."
Daphne recordaba muchas cosas como esas, su hermano la hablaba de casi todo, pero algunas cosas eran reservadas, algunas cosas no se podían contar puertas afuera del Nuevo Naciente.
Cuando llegó a la puerta de la Mansión fué a pulsar el timbre de la misma, en ese mismo momento, la puerta se abrió.
Daphne atisbó un poco a su través.
La empujó y se coló en el interior de las entrañas del Nuevo Naciente, las entrañas de la Bestia revestidas entre sus blancas paredes de ladrillos y cal.
La puerta se cerró trás la misma con tan sumo cuidado, que sólo escuchó el sonido de ésta, cuando se enclavaba de nuevo en el marco que la sujetaba.
La poca claridad del vestíbulo, hacía a Daphne encogerse entre aquella inmensidad de frio.
No había nadie más que élla allí, se encontraba tan sóla, comenzó a andar hacía lo que parecía el salón de la Mansión.
De pronto, se encendió un cándil a su lado.
Estaba colocado en una de las paredes colgando de un auxiliar. Se asustó tapándose la cara con sus manos.
Quitando las manos unos segundos después, vió que no ocurría nada anormal, tan sólo era un cándil que se ha había encendido.
Daphne no sabía cómo se había encendido aquél cándil, al igual que sin llamar ni una sola vez, se hubieran abierto las puertas a su llegada.
El Nuevo Naciente, seguía los pasos de la misma, con sigilo.
Paciente, dejó que Daphne se acostumbrara a la luz del cándil y cogiera el mismo para continuar su paseo, hasta llegar dónde tenía que llegar.
Una vez en el salón, vió la mesa rectángular de color negro, alguien sobre la misma con un puñal clavado en su corazón.
Daphne, puso la cara normal de horror, que cualquier ser humano pondría al ver aquella escena.
Se llevó la mano a la boca en un intento de no gritar.
Al cabo de unos segundos, se acercó con cautela a la mesa.
La mujer joven en cuestión, había sido abierta por la daga de arriba a abajo y después empuñada sobre su corazón, hasta llegar al mango de ésta.
El Nuevo Naciente no quiso llevarse el cuerpo de aquella pobre infeliz, hasta que Daphne lo viera en esa mañana. Ya tendría tiempo de que la misma fuera a las calderas, en otro momento.
Quería que la propia Daphne, supiera lo que representaba pertenecer a la Orden Omayda y lo que se hacía en la Mansión, porque eso no venía en las páginas de la biblia que leyera la noche anterior.
Daphne, no sabía cómo reaccionar, ni que hacer frente a áquello.
La resultaba imposible creer que su hermano, fuera cómplice de crímenes como aquél.
Detrás de élla, sonó una voz fuerte y opaca:
"Buenos días, Daphne. Ya veo que el Nuevo Naciente te ha traido hasta aquí y ha dejado que presenciaras lo que ha quedado del ritual de anoche en honor de Lucifer. Bien si ese fué su deseo, no tengo nada que objetar, tú eres la hermana de nuestro querido compañero Ethequiel. El Nuevo Naciente quería que vieras esto por alguna razón que desconozco, pero él manda en sus propias decisiones."
Daphne se dió la vuelta, era el padre prior de la Orden.
"Buenos dias", dijo Daphne, todavía horrorizada ante lo que estaba empezando a conocer de aquél lugar.
"¿ A que has venido en verdad Daphne ?. Ya te dimos todo lo que pertenecía a tu hermano. ¿ Crees que falta algo que no te dimos ayer ?".
"No he venido por eso. No creo que falte nada. He venido por .... por .... Dios Santo esto es espantoso".
"No vuelvas a nombrar a ése en esta casa. Él no tiene ni nombre ni cabida en este lugar consagrado al Señor de las Tinieblas".
Daphne no dijo nada más, volvió a mirar por última vez la figura de la mujer muerta sobre la mesa rectángular.
"¿ Podemos ir a otro lugar, por favor ?. Esto es muy incómodo para mí."
"Claro, ¿ quieres desayunar ?, tenemos unos bollos exquisitos que nos hacen especialmente a diario".
"No gracias, he perdido el apetito."
"Bien acompañame, en ese caso iremos a la biblioteca. Si luego lo recuperas, sabes que sigues invitada."
"Gracias". dijo bajando la cabeza y siguiendo al padre Prior.
Entretando el Nuevo Naciente, empezaba a desembarazarse del cuerpo de la victima de la mesa rectángular.
El cuerpo fué poco a poco resbalando y deslizándose por el suelo, cómo si unas manos invisibles lo fueran empujando, hasta que despareció por completo del salón.

Escrito por Carlos Them

© Copyright Carlos Them 2006. Todos los Derechos Reservados. All Rights Reserved.

Texto agregado el 19-08-2009, y leído por 129 visitantes. (0 votos)


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