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Ambos iban de pie en aquel tren subterráneo, no muy atestado. A través de los amplios ventanales, reflejábanse los pasajeros, con sus miradas taciturnas. Túneles y estaciones se sucedían con regularidad. Ella, parecía abstraída en un punto inexacto de aquel horizonte movedizo. Él, por su parte, miraba por mirar, pero su pensamiento estaba aún más lejano. Acaso recordaba alguna cita de Marx, algún trozo de cierta obra de Pushkin, algún texto filosófico, vaya uno a saber.

Pero, por cierto motivo que no está del todo claro, la mirada del hombre se recogió como lengua de áspid y se vio reflejado en los cristales. Y contempló a través del vidrio, con una mirada oblicua, la figura delgada de la chica, aquella que parecía abstraída y lejana. Entonces, se percató que ella lo miraba con detención a través del cristal y él, seducido por aquella insistencia, la estudió con curiosidad. Después, contempló con disimulo a la mujer real y se dio cuenta que ella parecía sumida en la más profunda de las cavilaciones. Mas, el espejo devolvía su mirada inquisidora, profunda, consternada.

Por un tema de simple banalidad, él le sonrió a la chica a través del cristal y ella pareció estremecerse. La oblicuidad de aquel mensaje, le llegó, sin lugar a dudas y después de aquel trance, pareció reponerse y el cristal devolvió una mirada aún más insistente. Entre oblicuidades de sonrisas y miradas penetrantes, el viaje concluyó. La chica se perdió entre la muchedumbre y él, regresó a sus menesteres filosóficos.

Días más tarde, la situación volvió a repetirse, con la chica de pie en el mismo lugar y él, absorto en sus meditaciones. Una vez más, el imán de aquellos ojos inquisitivos atrajo a su vez, la atención del hombre. De nuevo sonrió y le hizo un guiño a la mujer y ella, esta vez pareció esbozar un ligero gesto. Todo aquello se produjo en la oblicuidad manifiesta de los ventanales, allí donde se había establecido esta curiosa convergencia de miradas y tímidos ademanes. Porque, ambos, a mirada desnuda, no se atraían en lo más mínimo. Pero el cristal dotaba de magia y ceremonia los gestos de cada uno, y era como si fuesen otros tras el reflejo aquel, personajes que se revestían de lo que parecían carecer en la vida cotidiana.

Durante varios meses, esto se repitió. Pero, ahora habían inventado un sistema de señas y dialogaban y se devoraban con sus miradas ardientes. Al trasluz de aquella oblicuidad, es necesario creer que el amor había nacido en ambos corazones y la extraña particularidad de este vínculo amoroso, se manifestaba en la extremada distancia que los separaba. Ajeno a ello, sus miradas viajaban, rebotaban en aquel cristal como saetazos repletos de lascivia y se posaban en esos personajes etéreos que oscilaban cual espectros insertos en el maremágnum.

Nunca se hablaron, jamás se miraron a los ojos, de modo sincero, fatal y proverbial. En algunas ocasiones, en que la extrema luminosidad de afuera impedía los reflejos de los pasajeros, ellos sentían que aquel o aquella no había acudido a la cita y se desesperanzaban y sentían que algo se les rompía dentro de su pecho. Pero, cuando la normalidad regresaba, todo era regocijo y las miradas redoblaban su intensidad y se juraban amor eterno y ya no deseaban nada más.

Jamás se dirigieron palabra alguna, mas, ella le contemplaba con pasión a través de los cristales y él, gracias a esa particular geometría de sus miradas, le juraba amor eterno. Jamás sus pieles se tocaron, nunca sus labios sellaron esos besos prometidos, pero su amor fue el más intenso que ser alguno pudo conocer…









Texto agregado el 27-08-2009, y leído por 277 visitantes. (5 votos)


Lectores Opinan
27-08-2009 Escribes a muy juicio de forma excelente. Estrella_negra
27-08-2009 regrese a leerlo quede prendada de esta historia.Gracias shosha
27-08-2009 ¡¡¡Muy buen relato!!! Esos amores platónicos, idealizados, cibernéticos...existen y si logran sentirse felices. para que averiguar más.Mis********* almalen2005
27-08-2009 bonita historia, se parece a esos amores virtuales que solo existen en la imaginacion del otro divinaluna
27-08-2009 Es tan dificil de comprender,un amor tan intenso sin saber nada del otro,sera tal vez amores que se traen desde otros tiempos...Como saberlo,es un misterio que no quiero conocer,solo disfrutar.Es un texto bellisimo ******* shosha
27-08-2009 Un amor platónico, idealizado...dicen que nada mejor para enamorarse es observar a alguien que no dice nada, en el misterio está todo, en la imaginación. Hace poco escribí un pequeño cuento con esta temática, la de las miradas en el tren subterraneo. Buen contexto. Muchos saludos! 5* campana
 
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