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Ema y el bipolar.
Llegaron a la playa bien temprano. Era una mañana diáfana y muy calurosa. Abrieron las reposeras cerca de la orilla.
- Acá está más fresquito- dijo ella.
El bipolar no respondió. Había amanecido de mal humor.
Se quitaron las remeras y comenzaron con el ritual del bronceador. El bipolar se sentó en su reposera a preparar el mate.
- ¿No querés ir al agua primero? - sugirió Ema - Hace mucho calor para tomar mate. Por qué mejor no nos refrescamos un poco.
El tomó aire y dejó el mate a un costado.
- Bueno dale.
- Es una sugerencia nomás, si no querés...
- Si quiero – Interrumpió el mientras se ponía de pie.
- ¿Te pasa algo?
- No.
- Si no querés venir voy sola, no te hagas problema.
El recorrió la playa con la mirada. Había muy poca gente.
- Que tranquilo que es acá – Opinó ella.
- Si, es muy tranquilo – Dijo el.
¿Vamos?- Insistió ella.
El bipolar la miró con fastidio.
- Está bien perdoname. No digo nada más.
El río estaba manso por la mañana. No corría ni una ráfaga de viento cuando los pies tomaron contacto con el agua.
- Está bien la temperatura - dijo ella.

- No, está fría – respondió el.
- Dale, no seas maricón.
Cuando el agua les llegó a la cintura ella se sumergió. El se fastidiaba cuando ella se sumergía primero.
- Ahora va a empezar con esa boludez de que el agua está linda, que es la primera impresión - se dijo.
Ella emergió y volvió a hundir su cabeza hacia atrás tapándose la nariz para peinar su cabello.
- ¡Está linda!
El no respondió.
- Dale metete. Es la primera impresión. Después vas a ver que está buena.
- Dejame tranquilo, yo tengo mis tiempos para esto.
- Dale, si no te metes te mojo.
- Ni se te ocurra.
- ¡Dale!
- ¡Pará!
- ¡Te mojo en serio!
- ¡No me rompas las bolas!
Ella se levanto y hundió sus manos en el agua.
- Cuento hasta tres.
- No seas boluda.
- Si no te tirás te mojo.
- ¡No seas boluda te digo!
- Uno.
- Pará, ya me voy a tirar.
- Dos.
- Pará no me pongas nervioso.
- ¡Ultima oportunidad!
Es ahora o nunca pensó el bipolar que haciendo acopio de fuerzas se sumergió en el agua, ante la mirada feliz de Ema que se desdibujó ni bien emergió su marido.
- ¡¡Aaaahhh!! ¡La puta que lo parió! ¡Está fría esta mierda! ¿Por que carajo te haré caso me querés decir? ¡Yo te dije que fuéramos a Brasil que el agua es calentita y vos que no! ¡Porque acá es más tranquilo! ¡¡Boluda!! ¡Y yo como un idiota siempre termino haciéndote caso! ¡A Floripa tendríamos que haber ido! ¡No acá que te cagás de frío!
Ema, parada de espaldas a la playa, era consciente de las miradas de los pocos bañistas que había en ese momento y, abrumada por la vergüenza que le daban los gritos de su marido, salió del agua.
- ¡Claro, ahora te vas! ¡Mirá que fácil que hacés las cosas! ¡Primero me obligás a cagarme de frío en una playa de mierda y después te borrás!! ¡Andá, dale, andate nomás! ¡Siempre la misma historia con vos! ¡Ya me tenés podrido con tus caprichos!
Ema tomó un toallón, su remera, se calzó las ojotas y abandonó la playa cubierta de vergüenza y tratando de contener las lágrimas mientras que el bipolar continuaba insultándola desde el agua.
- ¡La próxima vez me voy solo a Floripa! ¿Que te pensás que te necesito para algo? ¡¡Cuando me coja a la primer negra te lo voy a dedicar a vos pelotuda!!
Ema ya no estaba en la playa. Pero el bipolar, todavía en el agua que ya no le parecía tan fría, continuaba lanzando diatribas a los gritos hiriendo el silencio y la tranquilidad del lugar. Al ver que algunas personas comenzaban a molestarse con el, el agente de prefectura encargado de la seguridad en la playa se acercó a la orilla y lo invitó a abandonar el lugar porque de lo contrario se vería obligado a detenerlo.
- Está bien, me voy… ¿que te pensás?...¿que me interesa estar en esta playa de mierda? - El empleado imperturbable pero firme no le quitaba la mirada de encima.
- Encima esta no fue capaz de cargar ni una reposera - Mirando al empleado- Te das cuenta como son las minas.
Terminó de recoger sus cosas y abandonó la playa.
Tuvo que caminar cinco cuadras hasta la casa que habían alquilado. En el trayecto pensó que tal vez se había excedido un poco y que tendría que pedirle disculpas a Ema.
- Seguro que ya hizo las valijas – murmuró cuando llegaba.
Abrió la puerta y la encontró sentada a la mesa.
- Calenté un poco el agua. ¿Querés un mate?
Los ojos estaban enrojecidos por las lágrimas y la resignación. El se sentó junto a ella.
- Sabés una cosa – Dijo.
- Tenías razón. Después de la primera impresión se pone linda el agua.

FIN.

Floripa: Modo argentino para referirse a la ciudad balnearia de Florianópolis en Brasil

Texto agregado el 03-09-2009, y leído por 154 visitantes. (2 votos)


Lectores Opinan
06-09-2009 Buen relato. Saludos. gen-gen
03-09-2009 El bipolar y la bibo......? Saludos! achachila
 
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