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"Cuando una madre abandona a su hijo recién nacido porque lo que gana en el trabajo apenas le alcanza para comer ella y sus otros tres hijos, creemos que es cruel. Cuando un niño crece y de repente una mañana al levantarse se da cuenta de que su perro ya no es su mejor amigo, y decide abandonarlo lejos de casa para que no pueda regresar, creemos que es cruel. Pero cuando un joven se encierra en su cuarto por semanas sin ir a la escuela, sin querer hablar con nadie, sin salir al mundo exterior, si ganas de hacer nada, nuestro pensamiento difícilmente se acerca a la crueldad. Pero no hay nada más cruel que esto último: más cruel que abandonar a otro ser humano, más cruel que abandonar a otro ser vivo, es abandonarnos a nosotros mismos. Un pequeño recién nacido no puede defenderse. ¿Pero acaso nosotros podemos defendernos de nosotros mismos? Un pequeño recién nacido abandonado, un perro abandonado, quizás encuentre a alguien que lo proteja. ¿Pero acaso alguien nos encontrara para protegernos si no podemos encontrarnos nosotros mismos?"

No sé en qué mes ni en qué año estamos. Podría hacer la cuenta rápido, pero no lo haré. Desde hace 215 días comencé a contar el tiempo con líneas en la pared, como lo hacen los presos. Desde hace 215 días que no salgo de esta habitación. Mi madre sigue poniéndome mis tres comidas a la entrada de la puerta, cual perro se tratara. Tengo un baño que ocupo para todo menos para bañarme. ¿Para qué, si no salgo de aquí? Los primeros 100 días me la pasé en la computadora jugando videojuegos, en Internet, viendo televisión, escuchando música. Al poner la línea 101, me di cuenta que llevaba 100 días haciendo exactamente lo mismo. Decidí dejar de hacerlo. Dejar de hacer "algo". Ahora apenas me levanto de cama. ¿Para qué? No es que tenga algo que hacer. ¿La escuela? Seguro ya me dieron de baja. No extrañaran al chico delgado de lentes que siempre se sentaba hasta el frente. Quizás a los maestros les extrañó los primeros dos días, pero no después de 215. ¿Ya pasaron las vacaciones? ¿Ya terminó el ciclo escolar? No lo sé y tampoco me interesa.

"Lo que distingue la vida de los seres humanos de la de los animales es que nosotros nos basamos por la razón. La razón nos permite tomar decisiones. La capacidad de tomar decisiones, eso es el más preciado tesoro del ser humano. Y cuando tomamos plenamente nuestras decisiones surge algo que se llama libertad. Algo por lo que el ser humano ha peleado durante toda su historia. Desde elegir la carrera que estudiaremos hasta tomar el pan con mermelada o con crema de cacahuate en las mañanas, todas son decisiones importantes que definen el rumbo de nuestra vida. Incluso, en ciertas ocasiones podemos decidir no decidir. Es una decisión al fin y al cabo. Dicen que la soledad es la mejor compañía. Y sí, así es, porque a su lado no tenemos que tomar ninguna decisión. Ella es la que decide por nosotros en el momento en que hemos perdido la habilidad de decidir. En ese momento hemos perdido nuestra esencia de ser humanos. Nos hemos perdido a nosotros mismos. Vivir sin decidir es como vivir sin estar viviendo. Es como estar muerto en vida. Quizás por eso muchos de los que llegan a este punto recurren a esto mismo..."

Entonces se me ocurrió una idea. Desde hace 115 días no había diferencia entre lo que paso ayer, hoy o mañana. Entre lo que pasó en el día, en la tarde o en la noche. Mi vida era exactamente igual cada segundo. ¿Qué sentido tenía vivir el segundo siguiente? ¿El día siguiente? ¿El año siguiente? Dejé pasar, sin embargo, varios días intentando encontrar una forma de regresar a la realidad. ¿Acaso era posible? ¿Es posible salir de este estado? He perdido el interés por todo. Incluso por mí mismo. ¿Por qué querría salir de este estado? ¿Por qué querría hacer algo? En algún punto, dejé de contar los días. ¿Qué sentido tenía? Era un esfuerzo innecesario el levantarme de la cama, tomar la navaja y rayar en la pared una línea más. Pero mi cerebro seguía funcionando sin mi permiso. Y aquella idea estuvo por mucho tiempo rondando en mi cabeza. Aunque el concepto de tiempo ya era relativo para mí, pudieron ser semanas o unos cuantos minutos. Pero fue una idea tan intensa, que me hizo incluso levantarme. Miré a los lados buscando algo. ¿La navaja? Apenas tenía filo. Revisé en mis cajones, en mi armario, en el baño. No se me ocurría nada. Y entonces mis ojos se clavaron en la computadora. ¿Quién sino Internet tendría la respuesta?

"Cada cabeza es un mundo, dice la frase. Nada más cercano a la realidad. Y mucha gente vive en su mundo, sin tomarlo en cuenta. ¿No es el deterioro de nuestro planeta la más grande prueba de que el mundo en que vivimos nos importa un cacahuate? Y si este mundo tan grande y tangible puede ser ignorado, ¿por qué no habría de serlo ese mundo intangible, interior, personal en que vivimos cada uno de nosotros? Pero en este caso en particular, la ignorancia puede ser sinónimo de felicidad. Corazón que no ve, corazón que no siente. Para nuestra desgracia, hay un limitado número de seres humanos que sí se dan cuenta de su mundo. Que si pueden verlo, que sí lo sienten. Que se dan cuenta de que no es tan perfecto como ellos desearían. Los más sabios continúan ignorándolo, aún después de saber esto. Pero hay otros que no. Y los testimonios de la historia nos dicen que, para aquellos que intentan arreglar el mundo solo hay dos finales posibles: darse por vencidos o morir en el intento. Pero cuando se trata de tu mundo interior, cualquiera de estos dos finales te llevará al mismo lugar..."

Desde entonces mis días se iban entre la cama y la computadora. Busqué en Internet y encontré miles de respuestas, pero ninguna era la que yo quería. ¿Una pistola? ¿De donde iba yo a sacar una pistola? ¿Pastillas para dormir? Tendría que pedírselas a mamá. Necesitaba una respuesta en la que no necesitara ayuda de nadie, en la que no tuviera que salir de aquí. La idea de la navaja estaba descartada. Aunque tenía una caja de herramientas, tal vez podría intentarlo con un desarmador. O había una pequeña pistola para soldar, podría intentar quemarme hasta... No, demasiado dolor sin sentido. La última gran decepción de mi vida. Siempre había creído que la más grande invención de la humanidad hasta el momento era un simple concepto, eso que llamaba Internet. Pero Internet me había fallado. Internet no tenía la respuesta. Dispuesto a dejar de insistir y arrojarme a la cama el resto de mi vida, lo mucho o poco que esto durará, decidí intentar una última cosa. El elemento humano. Decidí. Decidí entrar a un chat y preguntar...

"No hay nada peor que abandonarte a ti mismo. Intenté con todas las fuerzas que me quedaban encontrarme de nuevo. Fue en vano. Una vez que te vas de ti mismo, no hay regreso. No hay forma de volver. Compadezco a todos los que han experimentado esto. Ahora lo entiendo. Ahora entiendo por qué tomaron esta decisión. Es la única decisión que puedes tomar cuando te has abandonado. De hecho, ¿recuerdan lo que dije sobre la soledad? Pues bien, es la última decisión que te hará tomar la soledad. Pero no piensen que esto es fácil. Aquel que dijo que esto es la salida fácil es un idiota. Nunca pasó por esto. O fue una personal feliz toda su vida, o fue una persona infeliz toda ella. Yo, hace mucho tiempo, conocí lo que era el amor. Conocí la felicidad de vivir en una mentira. Porque la realidad, la realidad es esta. Y cuando abres los ojos a la realidad, no puedes volver a cerrarlos. Y es todo, es todo menos fácil. De hecho, esto fue lo más difícil que hice en toda mi vida."

Conocí a mucha gente. A varios que querían hacerlo por un ideal. A algunos que creían que el mundo estaba contra ellos y los odiaba. A otros que querían hacerlo para que por fin la gente los tomará en cuenta. A muchos más cuyas razones eran tan estúpidas y vagas, que jamás se atreverían a hacerlo. Y entre todos ellos, la conocí a ella. Desde el primer momento en que hicimos contacto, supe que era ella. Ella era la respuesta que tanto había estado buscando. Ella era la respuesta que me había dado Internet. Su nombre era Laura. Pensaba igual que yo. Que éramos los desafortunados que habían podido admirar el verdadero rostro de la realidad. Y que solo había una única salida. Pero, ¿cómo vencer a la realidad? "Todos los métodos son falibles" me decía. "Yo conocí en Internet a alguien que se dio un tiro en la cabeza y sobrevivió". Instantáneas o muy lentas, sin dolor o llenas de agonía, no importaba, todas las posibilidades tenían en común que podían fallar. Decidimos crear una nueva. Juntos. Lo haríamos juntos, al mismo tiempo. Y no fallaría. Encontraríamos la forma de que no fallara. Comencé esta vez a revisar más detenidamente lo que tenía en mi cuarto y que podía servir. Una tina en el baño. Una cadena. Una pistola para soldar. Clavos. Ambos teníamos las mismas cosas disponibles. Y así, comenzamos a darle forma.

"Quiero decirles que no los amo. La época donde podía tener sentimientos hacia los demás terminó, no sé hace cuanto tiempo, pero sé que hace más de 215 días. Pero los amé en algún momento. No hice esto porque no los amaba. O porque creí que no me amaban. No se hagan esa pregunta estúpida de "¿Qué hicimos mal?". No fue su culpa, fue mía. Fue mi culpa por intentar ver más allá, por buscar respuestas a preguntas que aún no se habían formulado. Fue mi culpa por abrir los ojos. Gracias, gracias por todo. Los momentos de mi vida en que conocí la felicidad fue a su lado. Y eso nunca lo olvidaré. Les deseo lo mejor. Y, lo único que puedo desearles, lo mejor que puedo desearles, es que ustedes nunca abran los ojos. No se cuestionen, no reflexionen. No intenten arreglar el mundo. Espero, de verdad, que cuanto ustedes estén leyendo esto, yo sí esté muerto. Aunque estoy casi seguro de que esto no fallará. Lo planeé muy bien. No fallará.

Nos veremos del otro lado, papá y mamá..."



Y llegó la hora. Entré a la tina. Le abrí a la llave y dejé que el agua comenzará a fluir. Me acosté. La cadena estaba atorada a la tina a la altura de mi cuello. Ayer había tirado de ella con todas mis fuerzas. No había forma de sacarla de allí. Le puse el candado. Había arrojando la llave al inodoro minutos antes. Ahora estaba ahí, acostado, esperando mi fin. Minutos antes había chateado con Laura. Nos habíamos despedido. Ella también estaba acostada, seguramente, en su tina, esperando el final. El agua comenzó a llenar la tina. A superar la altura de mi cabeza. Agarré aire y dejé de respirar. El nivel del agua pronto me superó. Y pasó lo inesperado. La única posibilidad que no había contemplado. Me encontré. Me encontré ahí, acostado en la tina llena de agua con una cadena al cuello. Quise levantarme pero el dolor en el cuello me hizo regresar. Había soldado clavos a la cadena, en caso de que quisiera escapar. No lo suficientemente filosos para cortarme el cuello, pero sí para causarme el suficiente dolor para desistir. Y en caso de que soportara el dolor, aún sin filo, no creo que su resistencia fuera menor que la de mi piel. Comencé a marearme. Llevaba casi medio minuto sin respirar. El agua se derramaba ya de la tina. Volví a intentar levantar la cabeza. Los clavos nuevamente se enterraron en mi cuello, pero esta vez no regresé. Tomé la cadena e intenté girarla hacia afuera para que las puntas de los clavos no quedaran hacia mí. Grité de dolor. Las puntas me habían desgarrado el cuello. La sangre comenzó a fluir. Pronto el agua se tiñó de rojizo. Y no pude seguir aguantando la respiración. Sentí como el agua comenzaba a llenarme, comencé a moverme, a agitarme, mientras la sangre seguía fluyendo de mi cuello. Había hecho mi trampa infalible. No había forma de salir. Intenté destapar la coladera de la tina con mis pies. No pude. Había previsto esto también, el día anterior la había sellado con cemento. La había hecho infalible. ¿Es esto lo que llaman "ver toda tu vida pasar frente a tus ojos"? ¿Fue por eso que me había encontrado a mí mismo nuevamente? ¿Por qué no podemos ver nuestra vida delante de nuestros ojos todo el tiempo, y no solo cuando estamos a punto de morir? Quería vivir. Quería vivir y estaba a punto de morir, irremediablemente. Me pregunto si a todos aquellos que intentan suicidarse les ha pasado esto el último segundo. Sentí lástima por ellos. Lástima por ellos como por mí mismo. Y entonces pensé en ella. ¡Laura! ¿Estaría pasando lo mismo? ¿Estaría sufriendo? Supongo que eso fue lo último en lo que pensé. Después de eso, ya no pude ver nada. Solo un rojo totalmente impenetrable. Dejó de dolerme el cuello. Y la sensación de ahogo desapareció. Desapareció, como todo lo demás...


*****


Él era guapo y popular en la escuela. Tenía apenas 20 años. Muy inteligente, el mejor de todo el estado. Excelente en los deportes, había ganado campeonatos nacionales en deportes distintos. Todo el mundo lo admiraba. Tenía ese pequeñísimo defecto de creerse superior a los demás, pero, vamos, que de verdad lo era. Se encontraba sentado frente a la computadora, jugando un videojuego donde tenía que matar zombis.

- ¡Frank! - Frank era su hermano, cinco años menor que él. - ¡Frank! ¡Me avisas si anuncian algún suicidio en el noticiero!

Pasaron 15 minutos antes de que su hermano lo llamara. La policía estaba consternada, decía el noticiero. Todo apunta a que fue suicidio, dijeron. Pero es el noveno caso de suicidio que encontramos exactamente con la misma forma. Todos hombres de entre 18 y 22 años. Todos suicidándose después de meses de reclusión en sus habitaciones. Todos con una computadora y conexión a Internet en su cuarto, de las cuales no podemos sacar nada, porque fueron quemadas por sus dueños antes de que se suicidaran. A pesar de que todo apunta a suicidios, creemos que se trata de un asesino en serie...

- Idiotas - pensó él. - Sólo tienen a nueve. Así que aún no encuentran a dos. Creo que debo empezar a preguntar si viven aún con su familia o solos...

Antes de regresar a su habitación, se acercó al teléfono y tomó el directorio abriéndolo en una página aleatoria. "¿Cómo me llamaré esta vez?". Su dedo se deslizó a través de la página hasta que encontró un nombre: Lorena. Un nombre con "L" de nuevo. ¡Que coincidencia! Dejó el directorio y subió de nuevo a su habitación.

Texto agregado el 04-09-2009, y leído por 158 visitantes. (2 votos)


Lectores Opinan
21-09-2009 Buena trama, con una conducciòn certera. Me enganchaste desde el arranque. Jazzista
04-09-2009 Vaya, una ciberhomicida... Pobres tipos, como estarían de vacíos. Es un cuento con una extensa carga psicológica, imagino que así lo ideaste. Saludos. Un gusto leerte. Azel
04-09-2009 Un cuento bien llevado, en trama y forma. Un buen final. Me gustó. fulana
 
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