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Inicio / Cuenteros Locales / luiscorominas / UN PROFETA EN ALASKA

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Me lo dijeron tres veces y terminé por no hacerles caso. Había conocido a varios profetas alrededor de mi pueblo, pero eso de que también los había en Alaska me sonaba tan raro que dije cuatro veces que no cuando me invitaron a visitarle. Luego me lo pidió mi mujer y fuimos.
Todavía en Canadá, almorzamos tostadas de gamba, soufflé de almejas y ternera en salsa demiglás. Como bebida un Château Latour 1929. Para cenar: canapés de salmón, cordero asado y tarta de moras, con un Mouton Rothschild de 1961.
Cuando, al día siguiente, mi mujer me despertó para seguir viaje hacia Alaska, le dije que no, que se fuera sola. Con las comidas del día anterior, era una tontería dejar aquel lugar. Pero mi mujer me lo pidió y fuimos.
Cuando llegamos a Cicely yo ya tenía hambre. Los habitantes de Cicely comen, en general, todo lo que la naturaleza pone a su alcance: salmones y truchas, alces y caribús, gran variedad de aves, frutos y raíces del bosque, etc. En ese tiempo, incluso filetes de un mamut congelado, perfectamente conservado, encontrado en las cercanías de Cicely.
Llegamos, por fin, al iglú del profeta. Nos dio a comer tocino de oso e hígado de foca crudo, mientras él se zampaba el jabón de tocador que mi mujer llevaba en su maletín.
A los dos días de comer exquisiteces como las anteriores, el profeta habló. Le profetizó a mi mujer que un oso blanco se la comería y su alma iría a disfrutar en el paraíso de los viejos muertos. Tonterías pensamos y mi mujer me pidió que regresáramos cuanto antes a nuestro tranquilo y cálido hogar. Tomamos un pequeño avión con esquíes en lugar de ruedas. No supimos el porqué pero el avión tuvo que hielizar en un lugar inhóspito donde nos quedamos hasta que otro avión vino a rescatarnos. Y fue allí, en ese lugar inhóspito, donde un oso blanco se comió a mi mujer; se le ocurrió, seguramente por vergüenza, salir del avión y el oso se la comió.
Ahora sí creo en los profetas de Alaska. Cada año regreso a Cicely, me como un filete de mamut y me bebo una botella de vino, como recuerdo de mi mujer y como agradecimiento por haberme llevado allí. Al profeta no voy a verlo; le reconozco su sabiduría ancestral, su fatalismo y su capacidad de adaptación a las costumbres de su raza, pero no voy a verlo.










Texto agregado el 16-09-2009, y leído por 95 visitantes. (0 votos)


Lectores Opinan
17-09-2009 Me parece una excursión interesante y me gustaría visitar al profeta, si me das indicaciones para llegar. Por supuesto, iré acompañado de mi señora. Por las dudas, llevaré miel y sal de frutas para el oso. Salú. leobrizuela
 
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