Sentado en la mesa de un bar,
miro la gente que va por la calle,
a cumplir su rol en esta sociedad.
El Sol golpea en sus rostros,
que denotan cansancio y decepción.
Nada les hace cambiar sus rutinas,
son como zombies sueltos en la ciudad.
Sus ojos miran sin ningún brillo,
y sus voces murmuran palabras sin sentido.
El tiempo avanza sin pedir permiso,
y el Sol va dejando su lugar a la noche.
La calle de pronto cambia de protagonistas,
rameras y transas se adueñan de ella.
Y yo en el bar, enciendo mi enésimo cigarrillo,
sin tener en claro cual es mi escenario,
sí la oscura rutina del día,
o la noche con sus misterios y secretos.