¿Por qué me llamas Lunes, hoy,
si los millones de Lunes que pasaron
no tuvieron los mismos andares
ni las mismas miradas
ni las mismas voces
que tendré hoy?

Somos tan distintos,
nosotros, los días,
tan disímiles nuestros huesos
nuestros dolores
o nuestros besos al atardecer,
que no pueden llamarme Lunes
si ya hubo un Lunes, tristísimo, en Hiroshima.

Pónganme un nombre
que haga recordar,
que hoy en la Tierra
nacieron doce poetas
y mataron quinientas mil dos cucarachas;
que un niño lloró a su perro muerto
(a las dos de la tarde y once minutos)
y noventa Anas se casaron;
que un músico compuso tres sonatas
y un bastón blanco rodó por una escalera verde.

¿Qué nombre recomiendas?

A mi me gustaría, Abenish,
como alguien me llamó en mis sueños
mientras dormía en un nido de pájaros.