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 Mirando el cuadro
 de ese Cristo
 colgado del madero,
 bajo un clavo
 oxidado
 olvidado en la pared,
 debo decirte:
 que vuelvo arrepentido
 con todo el peso del daño
 que cause.
 Contra todo
 y todos arremetía,
 la soberbia
 fue la espada
 que emplee,
 cuando herido,
 en lo profundo
 de mi espíritu,
 comprobé,
 que fue a ti
 a quien traspasé.
 He caminado,
 ceñido con espinas.
 Hacia dónde,
 no preguntes,
 no lo se.
 Hasta dar contigo
 sin saberlo,
 para preguntarte
 a ti solo: ¿Por qué?
 Por si acaso,
 tu sabes
 las respuestas.
 Si no quieres responder
 no hagas  consultas
 en silencio
 recíbeme  a tus pies.
 Como todo penitente
 arrepentido,
 dolorido,
 fui en tu busca
 en este mundo
 he andado,
 sin pensar ni creer
 poder hallarte,
 te perdí
 y aun no sé,
 cómo te encontré
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
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