| Y se extiende, muerdela mano, el
 cuerpo enhiesto
 del silencio de mis
 muertos.
 
 Soy la tierra y en
 mi gimen sus
 manos agarrotadas,
 cada célula
 se extiende por
 mi alma y de
 mi cuerpo en la
 noche crecen flores,
 soy la tierra
 y me cubrió la
 nieve de sus
 ojos secos, me
 lamía el
 ánfora de recuerdos
 de tu sonrisa
 triste.
 
 Y en el mar flotan
 cuerpos que no
 quieren morir, que
 agonizan en su
 inexpugnable charco
 de ternura, y
 mi cariño se hace
 agua, se hace
 día y se vuelve
 contra el sol, y
 cree, anochece con
 sus innominados
 y muertos cuerpos,
 
 ¿Dónde quedaron
 tus noches de
 cálido estío?
 
 ¿Dónde las palabras
 que nunca susurraste
 al amor
 del cuerpo de otra?
 
 Y aún gotean tus
 lágrimas de
 nieve y caen,
 
 caen,
 
 caen,
 
 las sonrisas, otrora
 lángida semilla,
 se atraviesan en
 la noche de la
 muerte, de soledades
 y locuras.
 
 Y el silencio nos cubre, nos
 cubre el agua de su
 odio desplegado
 en nuestras almas
 liberales, que
 piensan en el día
 en que podamos, juntos
 recoger la semilla
 que sus cuerpos
 torturados formaron.
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