¿Por qué espero tu llegada? Podría responder que me he vuelto miserablemente adicto a tu presencia, aunque tu no sepas nada. Podría jurar que no existe un solo segundo sin que piense que me llamas por mi nombre para compartir la tinta que derramas. Podría mentirme y decir que envalentonado te he descrito mis sueños plagados de tu aroma y tus palabras. Podría, pero no lo haré.

¿Por qué espero tu llegada? Si ni siquiera se si vienes. Y si llegas, estaré seguro que no será para buscarme en este infinito directorio de anónimos farsantes, de soñadores insomnes. Me ahogo de certeza de que no sabes que te espero y aún así, me embriago en la ingenuidad de que sea quizá hoy el día en que aparezcas.

¿Por qué espero tu llegada? Infinitas veces he escuchado que tocarte es imposible; que tu piel de seda no recibe caricias de fuego y que rozar tu cuerpo representa caer en el olvido, como estandarte de un ejército derrotado que nadie recuerda. Me repito cada día que aunque estés tan cerca no te alcanzo. Y sin embargo, te espero.

¿Por qué espero tu llegada? Para volar imaginando que te envuelvo entre mis sábanas, compartiendo el vino que emana de tus labios y atravesando fronteras colgado del olan de tu vestido. Entonces... ¿por qué espero tu llegada? Para imaginarme desnudarte con los dientes mientras pasas de largo sin mirar que te esperaba.