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Tengo que reconocer, y te parecerá que soy un palurdo, inculto e insensible, un analfabeto musical o una patata con orejas, pero tengo que ser sincero contigo y conmigo; no me gusta el jazz.
Lo he intentado y es por ello por lo que me veo en esta situación. Fui a un concierto…perdón, fui a aquel concierto. Recuerdo que fue en el Palacio de Congresos, que también es Auditorio, pero yo no lo sabía, por lo que estuve una hora buscando el Auditorio alrededor del Palacio de Congresos, hasta que se me ocurrió leer un cartel a la entrada del Palacio de Congresos: “Auditorio y Palacio de Congresos”. Con tanta vuelta llegué con el concierto empezado. En aquella sala enorme y minimalista, más minimalista quedaba el quinteto de jazz colocado en el centro del escenario. Tomé asiento e intenté concentrarme en el ritmo, en las variaciones de cada instrumento, en los gestos de los músicos. Empezó agradándome…tirititi…pero al poco rato comenzó a parecerme monótono…tatatiri…no entiendo como a la gente le gusta algo tan repetitivo o que es lo que consiguen distinguir que yo no consigo…papapatiroriro…es como el mar, a la gente le encanta la playa, es un lugar idealizado para encuentros románticos y paseos por la orilla junto a la familia. Pero en mi opinión, y creo que estarás conmigo, es reiterativo. Ola que viene, ola que va, ola que vuelve, ¡Hola, qué tal!. Un vecino que se cruza…tuturututu…Realmente, si lo pienso, el mar es como mi vida, voy de una emoción impulsado hasta la siguiente y termino espanzurrado en la arena, pero no termino ahí, vuelvo a tomar carrerilla para volver a empezar. Siempre vuelvo a empezar…pipopipotito…y volví a concentrarme en el concierto. Los que tocan el piano, como los de la batería, siempre me han parecido estatuas, allá están a los lejos sonriendo al público, pero lejos de la actividad de los que pueden moverse contorsionándose como el del saxo, que me tenía hipnotizado. Como un péndulo, acompañaba las notas hacia atrás, hacia delante, hacia los lados…parapapipopipu…El sopor me vencía y me había quedado colgado dando vueltas en mis preocupaciones diarias, en el trabajo, en mis expectativas con Marta, en la hipoteca que provoca mi ansiedad ¡No pude más! Se me caían los párpados, salí del auditorio y empecé a andar como un zombi por la alameda hacia el centro de la ciudad. Te tengo que explicar que, después de abandonar la sala del concierto, incluso en la misma sala, además de liarme con mis conflictos internos, sentí una relajación total, también noté una fuerza interior, una seguridad de la que no había sido dueño nunca. Sí, me había aburrido, pero en aquel amodorramiento había una sensación que no te sé explicar…tatiroriropipo…el ritmo seguía y decidí aprovechar aquella fuerza. Dirigí mis pasos hacia mi oficina, sabía que lo encontraría allí. No se va a casa hasta las once de la noche. Entré en su despacho y sin mediar palabra, le di un par de guantazos con la mano abierta a mi jefe. Antes de que pudiese reacionar le metí un rodillazo en los huevos que le hizo caer al suelo, desde donde me dijo entre sollozos: “Estás despedido”. Es cuando le bajé los pantalones hasta los tobillos, se los até con el cinturón y haciendo un nudo con las perneras, le colgué del perchero y me fui. Te parecerá que me excedí, pero necesitaba humillarle, no encontré otra forma de desahogar lo que había sentido durante años…pipapipaparatitu…Me sentí reforzado y mis ganas estaban desatadas, caminaba casi marcando el paso de la oca. Se acabó la espera, la duda, el perseguir momentos, el conformarse con la esperanza. Llamé al interfono y me contestó Marta medio adormilada por los efectos de lo que sería el último porro antes de irse a dormir. –Soy Mario. Vengo por la cerveza que me prometiste-. Me sorprendió la asertividad con la que pronuncié estas palabras y a Marta parece que también, porque me abrió la puerta sin protestas ni excusas…parapitutitirori…La seguridad con la que me desenvolví trasladaron la tensión a Marta. Ese mismo aplomo lo utilicé para acariciarle la mejilla, mesarle el pelo y susurrarle un beso en el lóbulo de la oreja y repetirlo más alto en la boca. Al cuarto de hora estábamos abrazados en la cama, en lo que parecía un combate de lucha libre lleno de jadeos y de saliba. Aún conservaba aquel ritmillo en las caderas…titutitiritupapapi…Toda la noche haciendo el amor, yo no pude dormir, Marta lo hacía entre beso y beso. Me levanté antes que ella, le cogí el bolso y un colgante que sabía que le había regalado su padre. Te parecerá horrible, pero luego entenderás. Debían ser las diez cuando salí a la calle. Mi caminar ya no sólo era enérgico, si no animado y en un segundo me planté en la sucursal del BBVA. Enseguida vi a Ángel, director de la misma y padre de Marta. No nos conocíamos, pero había acompañado a Marta hasta aquel sitio algún día que había quedado a comer con su padre. Pedí información sobre hipotecas y enseguida me encontré en el despacho de Ángel. Quiso romper el hielo comenzando con sus teorías bancarias sobre lo bueno que era el momento para invertir en viviendas, yo le rompí los esquemas cuando le dije que tenía a su hija secuestrada y que me metiese el dinero que había en caja en la bolsa de basura que le deje sobre la mesa. Le advertí que no tocase nada diferente a la bolsa y que no se le ocurriese hablar con nadie que no fuese necesario para la tramitación de mi amable petición, de lo contrario el compañero que estaba observando avisaría al que estaba con su hija y la mataría. Para convencerle dejé el D.N.I. de Marta y posteriormente el colgante que había sustraído de la mesita de noche.
A los diez minutos estaba saliendo por la puerta de la sucursal, con la bolsa llena…Es cuando desperte…parirotitutiropiiiiiii CHIMPUM. Por eso tengo escrito en la pared de esta celda: “ODIO EL JAZZ”. ¿Lo entiendes ahora?

Texto agregado el 11-06-2004, y leído por 482 visitantes. (8 votos)


Lectores Opinan
12-07-2004 jajajajjaaaa buenooo muy buenooo joer que te imagino ya con traje a rayas explicándole al típico forzudo calvo y lelo todita la historia jejeejejej ¡qué buenoo!! jaaja con esos tatiroriropipo que son para dislocarse riendo y con esa manera tan tuya de escribir dialogando, involucrando descaradamente al lector. Fenomenal Marcos, como siempre, leerte es disfrutar!! LoboAzul
15-06-2004 jaja..si lo entiendo, muy bueno Marcos. *****.un abrazo de osa lisinka
14-06-2004 Jajajaja, muy bueno, aunque no te gustara el jazz la de cosas que se lograron gracias a él. Un besote, ah, y a mí si me gusta el jazz,muaaacssss. Airedevalencia
14-06-2004 TENGO QUE DECIRLO!! Creo (y es mi opinión) ... que es el mejor relato que has escrito hasta ahora, después de Tu Muñeco Epi!! No sólo por la trama que va de lo normal y cotidiano como un simple concierto de jazz (incluida la pérdida callejera y de ubicación normal en estos casos) hasta una trama surrealista de acciones que algunos de nosotros ya nos gustaría hacer de vez en cuando, si no también porque es de fácil lectura, has mejorado muchísimo con la utilización de vocabulario. Es un texto que se lee sólo, en la simplicidad radica la historia que en poco dice mucho!! Felicidades guapo, me ha encantado... y me he divertido mucho leyéndolo (A MI ME ENCANTA EL JAZZ... es de todo menos monótono!!) Besos de tu uRaNiA
12-06-2004 Me he partido de risa con tu texto. Me encanta el jazz. onassis
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