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El zumbido de un mosquito la despertó a la madrugada. Trató de aplastar al insecto pero no tenía la coordinación suficiente para hacerlo. Intentó ignorarlo, seguir durmiendo pero se le hizo imposible. Miró el reloj de la mesita de luz, siete menos cuarto, le quedaban apenas 45 minutos de sueño. Decidió levantarse. Metió los pies en las pantuflas, se refregó los ojos, se paró lentamente y se dirigió al baño. En el pasillo algo asqueroso la detuvo. Un enjambre de mosquitos se le vino encima, una mezcla de asco y susto la invadió. Entro rápido al baño, abrió el placarcito de atrás de la puerta y agarró un insecticida, se puso una gorra de baño, guantes de goma, se metió las medias adentro del pantalón de pijama y como si fuera a combatir a un enemigo mortal salió del baño dispuesta a acabar con esos mosquitos.
Abrió la puerta y la sorpresa fue aún mayor. Los bichos se habían multiplicado, si antes había cientos ahora había miles. La araña del comedor estaba repleta, las esquinas de las paredes se habían teñido de negro, el ruido era insoportable y una sensación de picazón le invadió todo el cuerpo. Trató de llegar hasta la cocina, quería agarrar sus llaves, salir de ahí. Los 5 metros que la separaban de la puerta parecían kilómetros. Podía sentir los mosquitos parados en la gorra transparente, se multiplicaban, cada vez eran mas y mas, sentía como se chocaban contra ella, le picaba todo el cuerpo, uno se poso en su oreja, aaaa un escalofrío le corrió por el cuerpo, tenía los ojos entrecerrados pero aun así uno casi logra meterse. El piso comenzaba a volverse oscuro, solo se veían pequeños cuadrados claros de la cerámica, sintió como algunos se metían por debajo de su remera y soltó un grito de asco, no quiso ni pensar cuantos se tragó por eso. No quería llorar pero las lágrimas se le salían de los ojos, la desesperación, la impotencia, el desagrado, el horror, el asco todo le provocaba ganas de llorar, pero no quería. Parecía que las lágrimas saladas atraían más a los insectos y los sentía posarse en su cara, los sentía en todo el cuerpo, los sentía meterse por debajo se su ropa y pararse sobre ella. Comenzó a sacudirse, se sacudía como loca, lo único que quería era librarse de esos bichos, se sacudía más y más como si hubiera electricidad corriendo por su cuerpo. Le dolía pero aún así no dejó de sacudirse. BAN, un golpe seco seguido de un dolor intenso la hicieron volver a la realidad. Estaba tirada en el piso junto a su cama, transpirada, y empapada en llanto. Miró el reloj de la mesita de luz. Eran las siete menos cuarto, una sensación de alivio la invadió por completo. Se acostó en la cama para seguir durmiendo pero el zumbido de un mosquito se lo impidió.

Texto agregado el 18-11-2009, y leído por 74 visitantes. (1 voto)


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