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El irremediable destino de aquellas personas ya estaba escrito aun antes de que ellos pudieran vislumbrar los acontecimientos que les cambiarian por completo y que dejarian al descubierto lo mas cruel y perverso de la naturaleza humana.

Los dias de esa semana se sucedieron sin que se notara nada extraño, nada que transcurriera mas alla de la rutina diaria de toda la vida. El tiempo pasaba con su lento o a veces rapido paso en aquella ciudad. En esa ciudad era de lo mas comun y cotidiano entrar a las entrañas de la tierra y transladarse de un lugar a otro por medio de aquel laberinto de tuneles que recorrian la ciudad de arriba a abajo, aquellos que servian de espacio para el transporte subterraneo, gracias a aquel en que los habitantes podian realizar sus actividades diarias, pasando por el desde el inicio del dia hasta que la luna clareaba por entre las nubes.


Era un día ordinario, bastante normal, un poco mas frio y mas gris que en las ultimas semanas. Ninguno de los implicados en aquel fenomeno sospecho o imagino algo de lo que estaba a punto de suceder una vez a bordo. En alguna parte de la existencia, el velo mismo de la realidad decidio rasgarze en esos instantes, nadie podia haber esperado la sucesion de acontecimientos que venian, lo mas que se podia esperar era el paso del transporte por la proxima estacion. Nadie, ni aquel hombre anciano de 79 años que todos los dias subia a ese tren a contar la historia de su vida a cambio de algunas monedas para subsistir, se hubiera percatado de que el mundo se habia empezado a mover de alguna otra forma que no era la ordinaria.


El primero en notar que “algo no esta bien” fue el sujeto de los discos piratas, ese vendedor ambulante que con un equilibrio envidiable y voz portentosa, que durante tantas mañanas habia amenizado el viaje de las personas con extractos de canciones populares y ofertas de 10 pesos, sintio que el recorrido por la estacion ya estaba durando demasiado, dos canciones mas de lo que estaba acostumbrado, inquieto, dirigio su mirada a los otros pasajeros que ese dia ocupaban el vago, nada extraño, todos guardando sus pensamientos para si mismos, esto lo tranquilizo un poco, hasta que desvio su mirada hacia una joven de cartera gris y zapatos negros, sus miradas se encontraron, la mirada de ella denotaba una creciente angustia, que ella veia reflejada en los ojos de el.

Despues, otro pasajero al consultar su reloj, se dio cuenta de que su viaje habia durado mas de lo habitual, comenzo a preocuparse y empezo a mirar a los demas pasajeros, al parecer todos estaban haciendo lo mismo, algunos se veian indiferents, otros se mostraban angustiados, asustados o desconcertados. Durante un minuto, probablemente el mas insoportable que ninguno de los presentes hubiera vivido hasta ese momento todos se mantuvieron sentados, a la expectativa de algo que explicara lo que estaba sucediendo; hubieran permanecido asi por mas tiempo, tal vez indefinidamente, de no ser por un grito que desgarro el mutismo en el cual se encontraban, uno a uno, los pasajeros miraron hacia la fuente del sonido, se trataba de una anciana arrugada que miraba hacia el frente del vagon y repetia: parenlo, paren el vagon!. A este grito se le fueron sumando otros de igual o mayor magnitud, estos fueron acompañados del llanto de unos niños, y el reso de otros.

El viaje continuaba y los pasajeros se encontraban ahora presas del panico, unos se ponian de pie y trataban de ver por las ventanas mas alla de las luces que pasaban velozmente a su alrededor, otros corrian de un extremo a otro del vagon y otros se arrodillaban para encomendarse a sus dioses. Corrian y daban empujones y codazos para intentar llegar a las puertas, imaginando que quiza alli encontrarian una salida; golpeaban con las palmas de las manos, despues con los puños y patadas, sacudian y estremecian las puertas inutilmente, las puertas no cedian ni se movian, estaban atrapados en una situacion que nadie se explicaba

Lentamente y durante un breve periodo comenzo la resignacion de todos los pasajeros, unos regresaban a sus lugares, otros se agazapaban y se tomaban las piernas, otros mecian su cabeza entre sus manos, todos trataban de convencerse de que era un sueño, se preguntaban que pasaba y que podian hacer para despertar de aquella pesadilla

Todos los eventos que cualquiera de nosotros consideramos como penosos o angustiantes pasan subjetivamente mas lento, aunque el reloj diga lo contrario; es cuando el estado de calma y aceptacion se va abriendo camino entre los pensamientos de las personas que el estado de alarma, rabia y desesperacion se va aminorando, se buscan explicaciones y soluciones, racionales o irracionales que buscan eplicr el porque de una situacion. Los usuarios del metro solo sabian una cosa evidente y concreta en ese momento: estaban atrapados dentro del vagon, el viaje era interminable, el metro no se detenia y la situacion parecia no tener fin.


Era la aparente infinitud del recorriodo lo que mas les desconcertaba; al no poder encontrar una explicacion a lo que sucedia, sucedio lo que nadie esperaba, emergio la naturaleza e instintos humanos, largamente adoctrinados por un estado de relativa calma y convivencia en sociedad: surgieron todas aquellas conductas que afloran cuando se encuentra el peligro, el cautiverio y el miedo.


Comenzo con el rasgar de las uñas sobre la ropa y la piel, cerrar los ojos, encogerse sobre si mismos, tocar el suelo con la cabeza y comenzar un golpeteo ritmico que aumentava violentamente de intensidad; gritos sordos, chillidos agudos y llantos que empezaron a llenar el silencio circunstancial de ese momento, el aire empeso a volverse mas escaso, pesado, espeso, obligando a una respiracion mas rapido y mas pesado.
La energia acumulada por el estado de alarma y terror empezo a emanar de las cuerpos en formas de gritos imperiosos contra todos y contra la nada, empujones, golpes, arañazoa, puntapies, pisotones, golpes, patadas, mordidas; la torrida masa de personas, niños, mujres, hombres y ancianos participaban en la tarea de destruirse mutuamente, mas de uno cayeron noqueados, desmayados o mal heridos.

Los minutos, las horas, los segundos, nadie lo sabe con certeza, llegaron a un alto, la joven de botas negras, de la cual ya solo le quedaba una, al despertar de su desmayo observo como aquellos que apenas un momento antes se mataban entre si, ahora lloraban, temblaban y se tapaban los ojos, al tiempo que se retiraban lejos de ella y de la puerta que se encontraba a su espalda, al voltear lo primero que vio fue una mancha de sangre aun fresca de la que escurria abundante liquido, siguio con la mirada los hilos de sangre que indicaban su fuente, sobre el suelo del vagon un vastago de escasos tres meses yacia con el craneo destrozado. Su mundo llego a un fin apoteosico, ya que fue en esos momentos en que la razon la abandono definitivamente, comenzo a gritar y se lanzo hacia su irremediable destino, salto hacia una ventana y su cuerpo la atraveso para perderse en los insondables abismos de los tuneles del metro.

Laura, la chica de los jeans ajustados y los pechos turgentes encerrados en la blusa negra con el estampado hardcore parece inmutable hasta que ve al viejo.

Entre toda esa voragine de instintos y actos innominables, hay parado en el centro del vagon un personaje peculiar, un hombre viejo y desgarbado que porta unas gafas oxidadas de cristales gruesos, y en su mano derecha porta una carta de tarot, es la carta del loco. Todo a su alrededor se mueve furiosamente y el es el centro estatico de aquel remolino humano; Laura solo atina a extender su mano para tomar la carta que el viejo ofrece al mundo.

La joven de botas negras, de la cual ya solo le quedaba una, al despertar de su desmayo observo como aquellos que apenas un momento antes se mataban entre si, ahora lloraban, temblaban y se tapaban los ojos, al tiempo que se retiraban lejos de ella y de la puerta que se encontraba a su espalda, al voltear lo primero que vio fue una mancha de sangre aun fresca de la que escurría abundante liquido, siguió con la mirada los hilos de sangre que indicaban su fuente, sobre el suelo del vagón un bebe de escasos tres meses yacía con el cráneo destrozado. La razón la abandono, tal vez y para siempre.

El vagon se queda en silencio una vez mas, las luces se apagan, los ecos desaparecen, el metro detiene su marcha. Los unicos que quedan en el vagon es el cuerpo del viejo, esta tendido en el piso, de su craneo destrozado emana sangre que empieza a expanderse, Laura que con la mirada perdida sigue sosteniendo la carta de tarot, y la chica de las botas negras, que observa inmutable la escena, mientras afuera del vagon brillan las luces de neon de la estacion del metro.

Texto agregado el 18-11-2009, y leído por 123 visitantes. (1 voto)


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