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LA
QUE MURIO EN EL RIO








La ramera pasaba sus días en la isla, era lo que se llama una buscona delicada.
Que andaba por los caminos que formaban las cabras. A veces caminaba por los caminos de los animalitos salvajes, como las liebres, las ratas o los topos, también por los de los animales más grandes como las ovejas, las cabras, los caballos y las vacas.
En la isla vivían algunos pescadores y puesteros de cabra, que además eran los dueños de los otros animales. Esos eran sus clientes, eran todos hombres solos sin hijos ni esposas, por eso la fulana tenía mucho trabajo, cobraba muy bien por cada encuentro; no limitado al tiempo sino a las veces que el cliente lo hacía. La meretriz tenía una curiosidad innata, pero por más que se esmerara no podía ver mas allá de un palmo de sus ojos, solo conocía parte de la isla, y había ido solo una vez a la ciudad cuando era chica, antes que muriera su papa, a los 15 años, se quedó sola en el rancho y ya no salió más, compraba en un pequeño almacén de un puestero lo que necesitaba y que era poco.
Un día se encontró con el perro lanudo del puestero, empezó a jugar con él por el camino zigzagueante de las cabras, Sentía que el lugar que habitaba era un lugar solitario, como corresponde a una isla enclavada en el río Paraná.
Encontró un caballo manso y se subió, para la cortesana , empezó una aventura muy distinta, empezó a ver cosas desde arriba del caballo, que nunca había visto y no reconocía.Lo primero que le llamo la atención fue un arroyo que limitaba la isla por el norte y que no tenía gran movimiento de agua, como si fuera el brazo de unión de otro río más grande, cuando el caballo caminó hacia el este un largo trecho por la orilla del arroyo, la ramera desde el lomo del caballo tuvo una visión estupenda de un gran río y que este si tenía una considerable correntada. Pronto comprendió que era algo poderoso y que sería muy difícil interactuar con el, y si por acaso peligroso.
Se bajó del caballo y quedó de nuevo a su nivel normal de visión, estaba allí sin comprender porque todo el paisaje se le había perdido y no sabía donde estaba el río.
Pero algo ya era diferente: Ya sabía que el río existía y que de alguna manera lo encontraría, así orientada por el sol caminó hasta el arroyo y siguió por su orilla y allí encontró nuevamente el río; en la boca del arroyo, los pescadores fondeaban sus canoas con la cuales iban a pescar y a llevar a un pueblo pequeño el producto de la pesca.
La noche era larga y, pudo subir en una de aquellas canoas; el pescador de la canoa, salió al alba a tirar un trasmayo, que cruzaba el arroyo mas pequeño, allí
podía capturar los peces que entraban o salían del arroyo hacia el río. Una vez que lo tiró se bajó de la canoa y se dio cuenta que ella dormía en el fondo, se puso a tomar mates con unas tortas que había llevado, pronto llegaron otros pescadores que se pusieron a tomar mate con él, y que luego lo imitarían tirando sus aparejos de pesca al río.




Cuando vieron que se despertaba todos empezaron a cortejarla; ellos la conocían y ella también, por lo que no hubo oposición,
A cada uno le tocó un rato, ella estaba acostumbrada a tener sexo con varios el mismo día y también con dos a la vez; los pescadores eran rudos y brutos pero con ella eran suaves y delicados; ella se excitaba y los pescadores se apasionaban con ella que tenía relaciones sinceras; cerca del mediodía, les dijo me voy a bañar y se tiró al río sin observar que había una rama que salía, de un árbol caído cubierto por el agua.
La punta la atravesó de lado a lado por el costado del pecho clavándosela en el corazón.
No había registro civil ni medico que certificara su muerte.
Pero desde entonces los pescadores lloran a la pobrecita que murió en el río.



Jorge Eduardo
La plata 2008








La ramera pasaba sus días en la isla, era lo que se llama una buscona delicada.
Que andaba por los caminos que formaban las cabras. A veces caminaba por los caminos de los animalitos salvajes, como las liebres, las ratas o los topos, también por los de los animales más grandes como las ovejas, las cabras, los caballos y las vacas.
En la isla vivían algunos pescadores y puesteros de cabra, que además eran los dueños de los otros animales. Esos eran sus clientes, eran todos hombres solos sin hijos ni esposas, por eso la fulana tenía mucho trabajo, cobraba muy bien por cada encuentro; no limitado al tiempo sino a las veces que el cliente lo hacía. La meretriz tenía una curiosidad innata, pero por más que se esmerara no podía ver mas allá de un palmo de sus ojos, solo conocía parte de la isla, y había ido solo una vez a la ciudad cuando era chica, antes que muriera su papa, a los 15 años, se quedó sola en el rancho y ya no salió más, compraba en un pequeño almacén de un puestero lo que necesitaba y que era poco.
Un día se encontró con el perro lanudo del puestero, empezó a jugar con él por el camino zigzagueante de las cabras, Sentía que el lugar que habitaba era un lugar solitario, como corresponde a una isla enclavada en el río Paraná.
Encontró un caballo manso y se subió, para la cortesana , empezó una aventura muy distinta, empezó a ver cosas desde arriba del caballo, que nunca había visto y no reconocía.Lo primero que le llamo la atención fue un arroyo que limitaba la isla por el norte y que no tenía gran movimiento de agua, como si fuera el brazo de unión de otro río más grande, cuando el caballo caminó hacia el este un largo trecho por la orilla del arroyo, la ramera desde el lomo del caballo tuvo una visión estupenda de un gran río y que este si tenía una considerable correntada. Pronto comprendió que era algo poderoso y que sería muy difícil interactuar con el, y si por acaso peligroso.
Se bajó del caballo y quedó de nuevo a su nivel normal de visión, estaba allí sin comprender porque todo el paisaje se le había perdido y no sabía donde estaba el río.
Pero algo ya era diferente: Ya sabía que el río existía y que de alguna manera lo encontraría, así orientada por el sol caminó hasta el arroyo y siguió por su orilla y allí encontró nuevamente el río; en la boca del arroyo, los pescadores fondeaban sus canoas con la cuales iban a pescar y a llevar a un pueblo pequeño el producto de la pesca.
La noche era larga y, pudo subir en una de aquellas canoas; el pescador de la canoa, salió al alba a tirar un trasmayo, que cruzaba el arroyo mas pequeño, allí
podía capturar los peces que entraban o salían del arroyo hacia el río. Una vez que lo tiró se bajó de la canoa y se dio cuenta que ella dormía en el fondo, se puso a tomar mates con unas tortas que había llevado, pronto llegaron otros pescadores que se pusieron a tomar mate con él, y que luego lo imitarían tirando sus aparejos de pesca al río.




Cuando vieron que se despertaba todos empezaron a cortejarla; ellos la conocían y ella también, por lo que no hubo oposición,
A cada uno le tocó un rato, ella estaba acostumbrada a tener sexo con varios el mismo día y también con dos a la vez; los pescadores eran rudos y brutos pero con ella eran suaves y delicados; ella se excitaba y los pescadores se apasionaban con ella que tenía relaciones sinceras; cerca del mediodía, les dijo me voy a bañar y se tiró al río sin observar que había una rama que salía, de un árbol caído cubierto por el agua.
La punta la atravesó de lado a lado por el costado del pecho clavándosela en el corazón.
No había registro civil ni medico que certificara su muerte.
Pero desde entonces los pescadores lloran a la pobrecita que murió en el río.



Jorge Eduardo
La plata 2008


Texto agregado el 24-11-2009, y leído por 68 visitantes. (0 votos)


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