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El Abuelo

Sí, recuerdo que iba al lado de él .Era una mañanita radiante y el sol abría una nube blanca en mil rayos de luz.
Yo era pequeño y él en su caballo colorado estaba más allá de la polvareda que levantaban las ovejas , cuando arrastrando sus pezuñas negras hilvaban huellas en el trumao rompiendo,a cada tanto, la inercia de alguna piedra .
El perro cambió bruscamente de dirección y lo enfrentó en una poderosa carrera que fue repentinamente frenada al descubrir que el hombre, que se acercaba al rebaño, era un antiguo conocido. Lo olfateó y movió su cola . El hombre comenzó nuevamente a caminar y estuvo con nosotros detrás del rebaño que pausadamente seguía su rumbo al potrero. El hombre nos saludó y el abuelo , sin mirarlo, le respondió el saludó y luego lo amenazó: “ ¡qué andás haciendo por acá bellaco! me andás cateando otra oveja para robármela" El recién llegado bajó la mirada y puso su rostro en dirección del trumao y por allá, casi enredada entre la polvareda, apareció una avergonzada respuesta. "¡No patrón a usted no!”.
Tres ovejas le habían robado al abuelo narigón, pero Domingo juró “ por la virgencita y tata dios que me está mirando, que a usted patrón nunca le robaría nada “ .
Andaba bien afeitado y su rostro ,de curtidas huellas sureñas que arrugaban su frente rectangular aumentandole sus años. Estas anfractuosidades del alma seguramente se dibujaron en las noches de humo o en esas madrugadas de escarcha, junto a las porfiadas soledades por donde se deslizaba su campesina pena.
En esto ya estabamos casi llegando al portón del potrero donde debíamos dejar las ovejas . Domingo dio un tranco largo y alcanzó a su patrón.
Siguieron caminando juntos, el albuelo en su caballo colorado y Domingo a paso ligero y, cada tanto, golpeando su pierna con una varilla de mimbre.
Domingo ya no trabajaba para el abuelo, pero siempre seguía llamándolo patrón .Por respeto quizá, o tal vez, por simple sentido de la humillación o por táctica empresarial, porque ,esta vez, el campesino apatronado venía a ofrecerle sus servicios como empresario independiente en el rubro de la construcción de monos de ladrillos. Esta especialidad la heredó de su padre, Don Víctor , antiguo y temido asesino , cuando Domingo era pequeñito.
Don Víctor , era un hombre bueno como el pan. Al menos en esta etapa lo conocí . Tenía una pierna cortada a la altura de la rodilla y usaba una muleta de madera apellinada como su vida .
No recuerdo la respuesta del abuelo a la oferta de Domingo, porque mi infancia me llevó a otras distracciones más interesantes. Pero en el campo del abuelo nunca vi un mono de ladrillos, por lo que deduzco que la oferta no tuvo interés para el abuelo , que era duro de pelar, cuando una miguita de tecnología se insinuaba como posible alternativa a su sistema productivo elemental.
Pasaron varios años. El abuelo ya no existía y en una mañanita radiante andaba yo paseando un cerro, cuando de pronto el silencio de las montañas fue acompañado de sonidos de pala golpeando terrones y cada tanto otro silencio.
Subí el último peldaño de arbustos y llegué a la cima del cerro, arriba el cielo azul.
Mi cuerpo cansado de aromas y colores quería un descanso y justo allí, donde se abría una planicie en lo más alto del cerro el olor a madera quemada golpeó con fuerzas las tranqueras de mi pasado y en ladrillos perfumandose de peumos y robles, ordenados en columnas circulares- formando una figura cónica- el "mono" echaba humo por el costado.
La base del "mono" estaba nivelada y libre de pasto. Junto a esta estructura sin vegetación estaba Domingo, tenía un rostro cansado y sudoroso con una sonrisa de mil palabras amigas. Nos dimos la mano y el diálogo se fue deslizando como una cabalgata suave entre los herméticos silencios de su alma. Me fue contando que este era el séptimo mono de ladrillos que había hecho y, además, cortaba la leña y hacía el carbón a medias con el dueño del campo .
Su empresa estaba funcionando bien. Su perseverancia había caminado los años , donde, tal vez, se había encontrado con muchas personas como el abuelo y quizás había bajado la mirada hasta tocar el trumao revolcando muchas vergüenzas que aplastaban , otra vez, su integridad desprestigiada por aquella herencia dejada por “el hombre” ( así llamaba a su padre )
Su padre , Don Víctor , temido asesino y padre a su vez, de Simón del cual se cuenta que asesinó a una persona y que luego le sacó la piel para que no lo reconocieran . Su hermano Pedro lo ayudó para realizar semejante ocurrencia .
De estos asesinatos se daba fe que Domingo nunca participó, pero de robos y sinvergüenzadas había que tenerle cuidado.De esto su fama había corrido por valles y cerros .
El abuelo muy bien sabía de esto, pero aun así contrató a Domingo como trabajador en su campo . Allí lo conocí, pero no recuerdo cuando llegó, seguramente cuando yo estaba en época escolar. Pero, me imagino que una carreta debió ser demasiado vehículo para el transporte de sus pertenencias.
Ser trabajador del abuelo era una salida a la incertidumbre y una llegada a la seguridad laboral .
El abuelo Emiliano, juez de campo, parco en palabras y vasto en ideas que nunca comentaba, pero que uno iba conociendo por boca de los hechos como también de los lugareños que lo querían y respetaban más que a la propia Ley ; porque el abuelo estaba más allá de la justicia .
Su máquina de escribir, recuerdo- ahora me parece muy antigua - la dejó sobre la mesa del comedor de los trabajadores.Este era un comedor que estaba contiguo a la cocina y al patio ¡ y cosa muy linda¡¡ estaba abierto a la cordillera y a los valles .
El abuelo retiró la silla y se sentó .La máquina era de esas que parecen tener tres pisos, donde cada vez que se golpeaba una tecla aparecía, por no sé donde, una varilla arqueada en el medio, de figura parecida a la del quijote de la mancha y, sobre un tercer piso, caía certera sobre el lomo del rodillo y sobre la hoja blanca la que se iba llenando de letras negras que iban imprimiendo historias, que a veces eran sangrienta y otras veces escandalosas.Historias de los campesinos de Piñiquihue. ( precordillera Vlll región .Chile )
El abuelo escuchaba, también hacía callar duramente a quien se excedía en su versión de los hechos.
Nunca hacía comentarios ni reía y ,así esas historias imaginadas o tal vez reales quedaban liberalizadas en aquellos papeles que el abuelo nunca nos comentó. Al menos mi pequeño interés de entonces no se detuvo en su importancia .
Hubo historias de ahorcados por no haber podido resistir la vergüenza del robo de un caballo. También de un hacha que cayó muy cerca del cráneo de la señora gorda que contaba al juez : que este sinvergüenza , al momento apuntaba a su marido, que cabeza gacha miraba el suelo mientras sus dedos hacía girar el sombrero .
Comentaba esta campesina , mientras lo señalaba con su dedo, que el hacha la tumbó al suelo , mientras la sangre manchaba su dignidad de esposa fiel.
Isidro, callado meditaba su vergüenza en un gran arrepentimiento , sin embargo cada tanto miraba a su mujer y su mirada estaba cargada de contenido arrebato el que era captado por la señora gorda .Esta mirada rabiosa le hacía temblar la voz. Pero estar frente Don Emiliano le daba valor y seguía imprecando a su marido .
Isidro callaba y aflojaba su rabia , dando paso a un sincero arrepentimiento .Esto lo captaba , al segundo, el abuelo y como buen juez de campo se lanzaba ágil y mesurado sobre ese arrepentimiento cargado de religiosidad y desde allí revolvía la conciencia del agresor.
Isidro estaba pulverizado y a la timidez y asunción de su pecado le iban cayendo- desde muy adentro- sus propios sermones cristalizados por certeras evangelizaciones . Cristales de religiosidad que fueron olvidados , en el momento de la agresión , por la fuerza de la ira que invadió a Isidro cuando dio el primer hachazo.
El abuelo estaba muy atento al relato y sus nietos que estaban paralizados ante esta eventualidad descriptiva .
Luego dio su sentencia siempre justa, siempre arrancada de una sabiduría venida de los centros vegetales de su alma pura.
Isidro y su señora se fueron tranquilos y conciliados. Después el abuelo les dio los buenos días, cerró su máquina de escribir y se acomodó los lentes a la posición más cercana a sus ojos ; porque mientras escribía serio y absorto en la historia, se le fueron corriendo por su larga nariz
La sentencia fue que : “ no hay que pelearse hombre, debes querer y respetar a tu mujer” . Si patrón , si patrón dijo Isidro. Muchas gracias Don Emiliano dijo la mujer.
Todo solucionado, pues: dijo el abuelo .
“que hacen ahí parados , entonces, váyanse para sus casas”


Texto agregado el 25-11-2009, y leído por 247 visitantes. (5 votos)


Lectores Opinan
18-04-2010 bello recuerdos,un abuelo muy especial que dejo huellas en tu corazón.Vi esa estampa campestre me encantó******** shosha
18-12-2009 Una narrativa espectacular. El haber vivido de copiloto en este viaje de infancia campesina me ha despertado de la memoria todo un mundo, como nacido de nuevo. paulocho
04-12-2009 Me gustó mucho tu forma de narrar, muy buenas descripciones; debe ser que, como conocí esas máquinas de escribir a las que te refieres, las veía claritas en mi mente, ya había olvidado esa forma como de Quijote, hasta me hiciste recordar el sonido que tenía al teclear. Me gustan mucho esos relatos inspirados en zonas campesinas, llevan a esa vida sencilla y hermosa por la misma razón. maurapaz
30-11-2009 Estampas campesinas de un mundo vivo en la memoria. Saludos! manndrugo
25-11-2009 Es un buen cuento, aunque incomodan los puntos y comas repelidos como por imanes de las palabras que les anteceden. Saludos. Gatocteles
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