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Vivo en el vacío de mi vida y sin tiempo que perder, pierdo todo lo demás. Pero el tiempo pasa, acompasado con cada respiro, lo pierdo y lo anhelo y me preocupa pero no me ocupo de ello. Se va sin volver, como todo lo demás, y queda solo el vacío en el que vivo, donde estoy. Estoy donde nunca creí, en el llano vacío sin nubes en el cielo, el sol de mediodía que me juzga y me obliga a ver y mantener los ojos abiertos, donde todo es igual de triste, igual de angustiante, igual de melancólico, igual de banal, igual de odioso. El miedo es igual, el cambio y la novedad, la inseguridad me arrasa como me arrasa el calor de este sol que no desciende, y no hay tiempo que perder para completar la rutina que aborrezco y siempre repite lo repetido mil veces y mil veces juzgado. Siempre una y otra vez, siempre el tiempo perdido en cuotas iguales, en pasos iguales. Las huellas siempre hollando el mismo camino, siempre ahondando los huecos del sendero que se hizo de mi vida, un recorrido en círculos, un círculo por etapa, una etapa tras otra que llenen el día y lo hagan como siempre, como todos los días. Rutina odiosa de mi vida, vivo lo que no esperaba bajo este sol odioso que no me deja tranquilo, no me deja en la oscuridad ni en mi pensamiento. No lo permite. Nada cambia en los ciclos eternos y sin embargo cambio yo en lo que no cambia, lo único que no quisiera ver diferente es lo que quiero, y lo que quiero siempre se pierde y se agota y se destruye y no quiero saber más de esto. Un vacío cada vez más vacío, lleno de angustias vacías y dolores vacíos. No sé dónde erré, donde me acobardé. El camino siempre fue un círculo, el sol siempre fue el mismo y el cielo siempre celeste y el llano siempre inabarcable. No tengo referencias que seguir en el llano ¿A dónde voy a ir si abandono el círculo de mi camino? ¿Cuánto voy a tardar en perderme si dejo el círculo de mi camino? Asusta la perspectiva de la inmensidad sin rostro, bajo un sol que siempre está en el mismo sitio y me quema igual, aunque vaya al otro extremo del mundo. Porque en el otro extremo está lo que dejé, que probablemente no era un extremo, sino una parte de la continuidad del círculo…. No veo la salida, no siento viento en el rostro que me alivie, no hay sombra bajo la que pueda refugiarme. El sol me está cansando y el tiempo que se estanca en la hora peor me dice que transcurre en otra medida que no conozco ¿Cuál es su escala? No la encuentro porque todo está vacío en el llano, porque todo es igual en el llano, porque solamente estoy yo en el llano. Solo bajo el sol del mediodía sobre una tierra igual, en un sendero igual, con el tiempo que corre y los cambios que se agitan en la rutina que nunca cambió. El sendero se adapta a mis pies, forzado por la constancia, el círculo que se profundiza solo puede decirme las veces que lo anduve y lo eficientemente que lo anduve, porque el espacio hollado es mínimo, la línea delgada que solo puede cambiar hacia abajo. A fuerza de rutina. Medir solo se puede por plazos y los plazos solo puedo medirlos por círculos concretados. El ritmo debe ser igual, los pasos igual de largos, los pies viajar en la misma marcha acompasada. Antes el camino era menos perfecto, más ancho e irregular, el camino primero que formé, que amagaba a desviarse cuando la rutina no era perfecta. Ahora que el sendero es igual bajo un sol igual sobre un llano igual, puedo andar igual cada vez, porque la rutina es perfecta. Es un perfecto vacío. Perfectamente eficiente y perfectamente odioso. Puede que esté abriendo un surco del que nunca más pueda salir. Puede que en el surco encuentre refugio del sol… pero también refugio del llano y del cielo y de todo. Más vacío incluso, más solitario incluso que antes, en esta vida rutinaria que no me deja un respiro.

Pero el sendero no debía estar ahí cuando llegué a este sitio desolado. Si no estaba, entonces yo lo hice, y si estaba, yo lo hice más profundo. Estoy a tiempo de dejar el sendero si me lo propongo, porque no es tan profundo, no todavía. No si el sol deja de quemar y juzgar y arder, no si la llanura deja de mostrarme sus horizontes infinitos, no si el círculo se abre, sino si lo decido. Llenar el vacío con lo tangible, recordar, crecer, avanzar. Enfrentar el cambio con el temor, pero sobrellevarlo para no estancarme en un nuevo llano. Ver que el sol desciende sabiendo que va a volver a ascender, ver que el transcurso ofrece, no nuevos senderos por conocer, sino nuevos senderos por abrir. Donde está el vacío estoy, donde esta el vacío el tiempo no transcurre y el llano se funde con la rutina del círculo abrazado por el sol juicioso y sempiterno. Ojo malhadado que lo ve y nada me ofrece en el sitio que solamente voy a dejar si soy capaz, donde voy a conseguir lo que pretenda si hago el intento, donde voy a cambiar la rutina llenando el vacío. La meta primera es mi primer hondo respiro sin ritmo. Pero no me lo permito. La costumbre lo niega, el miedo lo niega, el riesgo lo niega. Soportar tanto tiempo estanco y arduo y carente de perspectiva puede ser más fácil. Cambiar el sufrimiento diario de lo inamovible, el mismo calor del mismo sol que me ahoga, el mismo juicio diario que me somete y me condena, el mismo llano que ofrece todos los sitios que no puedo alcanzar, el mismo círculo sin fin ni principio ni referencia ni cambio… son sufrimientos conocidos por la costumbre. La idea y la ejecución distanciadas por la extensión del llano, como abofetear al sol ardiente, como romper el círculo… olvidar, evitar, admitir, sobrellevar, afrontar, dominar, olvidar el miedo que me somete.

Aunque ya entiendo por qué llora Araw… soy el círculo, soy la rutina, soy el cambio, soy el llano, soy el sol, soy el ardor, soy el odio, soy el juicio, soy el surco, soy el camino, soy la sombra que no está, soy la brisa que no llega, soy el tiempo estancado, soy el temor que me somete, soy el vacío en mi vida. Entiendo por qué el sol no descendía, entiendo por qué el aire no corría, entiendo por qué no había sombra: no podía dejar de enfrentar mi problema si no quedaba más que ello. No quedaba más que ver qué me aquejaba para enfrentarlo, vencerlo o rendirme y desesperar. Quise rendirme, pero en el círculo no sabía qué punto elegir para hacerlo, porque todos eran iguales, quise rendirme, pero el sol estaba tan alto que no podía quitarlo ni sustraerme a él, quise rendirme, pero no había sombra ni brisa que aliviara el calor, quise rendirme, pero el juicio era tan definitivo que no podía sustraerme a él. Hasta que cambiara.

Entiendo por qué me permití padecer tanto. En esa y en ninguna otra condición habría aprendido lo que aprendí, porque todo ese tiempo estanco era tiempo para mí y para mis ideas, y el temor de que pasara mientras yo me estancaba residía en que no pudiera concretar mis pensamientos, no pudiera aplicarlos, no pudiera definirlos. El círculo era círculo para dejarlo en cualquier punto, el sol era inamovible en el mediodía para comprender que hay constantes que dependen de la perspectiva, el llano era tan uniforme y amplio para darme cuenta de que cualquier horizonte por alcanzar estaba ante mí para encararlo, el cielo era tan puro para recordarme a pesar de cualquier nube que se interponga, siempre seguirá igual, el aire estaba tan quieto para oír mi respiración acompasada que me recordaba que aunque en círculos, seguía en movimiento.

Pude frenar en cualquier punto y nunca frené, y seguiré en movimiento hasta llenar el vacío de mi vida vacía para recibir todo lo que se puede ofrecer, para cargarla de todas mis victorias, para adornarla con la maravilla de mi obra, para hacerla testimonio de un movimiento que no cesará, aún en el aparente despropósito y bajo el peso de la decadencia, hasta el momento de mi último respiro.

Texto agregado el 01-12-2009, y leído por 172 visitantes. (1 voto)


Lectores Opinan
01-12-2009 Ufff... hay mucho de poesía en esta reflexión. Es profunda; es una que todos debemos hacer en algún punto de nuestro sendero. Me encanta la forma en que lo pintas, porque pintas un cuadro desolado que llega, que tiene un final que se acomoda a la perfección con el inicio. Mil estrellas para que iluminen tus días hasta el último respiro. Prinzessin
 
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