| -	Sergio, es temprano todavía pero será mejor que aceleremos porque quiero llegar a descansar.
 -	Ya va Pedrito, ya va. Tengo los huesos desarmados, hoy me acostado más que otros días.
 -	Cada día se queja más y eso que es más joven que yo. Hágale con fuerza, pedalee más rápido, levante el trasero de la silla e impúlsese para que vayamos a la par, por aquí no paso mucho carro, por eso es que me gusta venir por este lado.
 -	Si, ya sé, ya sé. A mí no me gusta tanto por tanta pendiente. Mire adelante, ya estamos cerca a la próxima. Ver algo tan empinado me produce un vacio en el estómago.
 Pedro se impulsó con fuerza, seguido a un paso menos vigoroso por Sergio.
 -	Dele hombre… así no va a lograr subir rápido. Levante ese culo.
 -	Ya lo alcanzo, ya lo alcanzo.
 Al acelerar logra ponerse detrás de Pedro y coger el ritmo que él llevaba.
 -	No se vaya a salir Sergio, ahí viene un camión.
 -	El primero que veo por estos lares.
 El camión lentamente los rebaza, ellos no dejan de balancear la cicla con cada pedalazo.
 -	Mire Pedro, parece que se fuera a caer esa caja del camión.
 -	No parece, se va a caer, toca andar con cuidado porque si se rueda nos va a llevar con  ella.
 -	No creo, esos tipos del camión deben estar pendientes de esa caja. Seguro van a parar cuando ya no esté forzado el camión y la acomodarán al fondo de nuevo.
 Sin más resistencia bajo su peso, la caja se desliza en un brinco del vehículo y cae al pavimento rodando directamente hacía ellos.
 -	Toca esquivarla Sergio, no viene nada más, se nos viene de frente.
 -	¿Qué?
 La caja choca con la cicla de Sergio y lo hace volar. Pedro mira como golpea su cuerpo sobre el pavimento y se desliza muy cerca a la caja.
 -	¿Cómo se siente Sergio?
 -	Hombre ahora si me duelen todos los huesos. Siento algo sobre mi frente.
 -	Es una cortada, tiene sangre, no mucha. Esa flojera mire a donde lo dejó.
 -	Ya no es hora de reproches Pedrito, ayúdeme a levantarme más bien.
 -	Venga apoyase en mi brazo, tiene un raspón en la pierna, se le rompió el bicicletero.
 -	Me siento como Lucho Herrera en la giro de Italia ¿se acuerda? Cuando seguía pedaleando con el calzón rasgado.
 -	El siguió, no creo que usted lo haga.
 -	Malparida caja, ¿Dónde quedó? – gira sobre su hombro buscándola – Mire Pedrito, parece un ataúd y como para un tipo de dos metros.
 -	Es un ataúd, ¿no ve? Hay una mano saliendo de la caja y es enorme.
 -	Venga acerquémonos y miremos quien es el finado.
 -	Toca destapar la caja, espere yo lo hago, en su estado no lo puede hacer.
 -	Tranquilo que no fue tan grave, solo raspones - Pedro arranca la tapa – Hay jueputa, mire esta maravilla.
 -	Que cantidad de manos, piernas, cabezas, son como ocho cristianos en esta caja. Muchos hijueputas.
 -	¿Quién podría haber hecho esto? Ahora si me enfermé de verdad.
 -	No sería raro que fuera uno de esos grupos que cobran plata para no matar, estos como que no tenían la plata.
 Una voz a su espalda grita – Quietos sapos, quien les dijo que destaparan esa caja.
 Pedro y Sergio giraron hacía la voz y descubrieron el camión del que había caído el cuerpo, tres hombres apuntándoles con rifles automáticos y vestidos de camuflado.
 -	Muy de malas ustedes, ¿si ven? Hacer deporte puede ser perjudicial para la salud.
 Las ráfagas sonaron junto con las carcajadas mientras que los cuerpos caían sin vida al pavimento.
 -	Tocó rellenar esta caja. Espere hago la vuelta en dos tres peinadas. La caja aguanta otros dos más.
 
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