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H. dormía plácidamente. Parecía un pequeño niño cuando todo se le apareció de repente. Un baúl lleno de papeles dominaba su sueño. En el centro de una pieza sin ventanas pero con luz, él hurgaba los documentos tratando de encontrar el preciso, algo desesperado. Al cabo de un rato tocaban la única puerta que daba al supuesto exterior, por lo que él se levantaba a abrirla y del otro lado un pequeño niño llevaba consigo una foto de Q. El niño le entregaba la fotografía y la escena cambiaba. Era la carrera donde Q. había sido atacado. H. era en esta imagen un simple espectador que veía el sufrimiento dentro de la pista. Todo el mundo de pie y él en estado de shock. Algo llamó su atención: oyó un segundo disparo. Una mano tocó su hombro y al darse vuelta ya estaba en otra escena nuevamente. Ahora la estación de policías era el centro del sueño. B. y P. estaban sentados conversando y Q. estaba tras de H. acompañándolo. Era el día en que P. decidió irse de incógnito. Ella se levantaba y se retiraba angustiada. H. conmovido la seguía, cosa que en la realidad nunca sucedió, al llegar a ella, ésta se ponía a llorar y H. trataba de consolarla. El sueño parecía nunca acabar de mutar. Fácilmente habrían pasado unas veinte escenas más durante la noche hasta que H. despertó.

Ya era hora, me estaba aburriendo un poco – dijo una voz ronca desde la oscuridad de la habitación.
¿Quién anda ahí? Identifíquese – H. tomó su arma y se disponía a dispararla si era necesario.
Vaya, ya no recuerdas viejos amigos en tu propia casa... Una pena.
Imposible, ¿Qué diablos haces acá? - había logrado reconocer esa voz, que había desaparecido en sus oídos hace casi cinco años. Era D. Y estaba ahí en su casa, como si nunca hubiera pasado nada, normalmente, relajadamente y sin inteciones de nada malo, hasta el momento.
Vine a visitarte como es de costumbre siempre que vuelvo de una misión o viaje.
Ehm, podría decirse que no era muy de costumbre, nunca me visitaste después del asesinato de las muchachas.
¡Jojojou! ¿Así que con esas nos vamos, amigo? - D. se incomodó un poco, recordando que H. era policía y después de su huída, el sedentarismo lo podría hacer perder la batalla en territorio “enemigo” - Bueno, tienes razón, no te visité y fue por algo concreto. Deberías saberlo, H. Yo no fui el que asesinó a esas chicas.
No me hagas reír por favor, D. Todo fue analizado y al capturar al supuesto asesino nada encajaba más que contigo. Espera acá, iré a hacerme un café, ¿quieres uno?
No, H. No te preocupes, no estaré acá por mucho tiempo, de hecho lo único que vine a hacer es a avisarte que los viejos me quieren tras sus líneas nuevamente y más que un aviso es pedirte ayuda... - la voz de D. se estaba quebrando un poco, es como si por primera vez tuviese miedo, y se notaba a millas.
Tranquilo, D. ¿qué fue lo que pasó? Hazme un resumen de lo que hiciste.
Bueno, después del incidente de hace cuatro años, yo salí del lugar por temor a que me capturaran los viejos. Huí y salí del país con otro nombre. Llegué a la casa de un tipo conocido por unos neutrales que me dieron el dato. Conseguí trabajo y pude sobrevivir hasta antes de ayer cuando a mi puerta llegó una carta con dinero y un pasaje de ida. Eran los viejos, me habían encontrado y me querían para dar explicaciones de mi huída y mis acciones. Al llegar acá tuve que moverme rápido para que no lograran seguirme hasta tu casa.
Espero te las hayas ingeniado de buena manera, de hecho es raro que hayas llegado tan bien a este sector donde el gran porcentaje de las personas te conoce. Y eres además uno de los más buscados – H. encendía un cigarrillo y la luz iluminó la cara del triste D. sentado en un sillón a un costado de la cama del policía – D. ¿irás a ver a Q.?
No, no lo veré hasta cuando las cosas se entiendan como sucedieron y no como el mundo cree – la voz de D. era ahora la de un justiciero.
Está bien, ¿quieres que sepa que viniste a verme?
Eso lo dejo a tu juicio, amigo. Ahora me iré, de dejaré un número de contacto especial, sólo llámame los miércoles a las 5.30 pm, tendré 7 minutos de información para ti todas las semanas. Si yo soy el que te llama no contestes, no siempre seré yo el que utilice el teléfono y querrán saber quién es con el que yo hablo.
Pero eso es muy fácil de detectar, D. ¿No es riesgoso?
Para nada, si ellos interfieren esta línea para saber quién eres, los dejaría al desnudo, porque acá tienes también el número y podrías hacer lo mismo con ellos. ¿Captas? - D. le entregaba un papel doblado y unos cigarrillos de regalo.
Entiendo de sobremanera, D. Te ayudaré – recibiendo los cigarrillos y dejando caer el papel al suelo a propósito, H. sabía que lo estaban espiando desde el edificio del frente.

D. salió de la casa de H. sin dirección aparente. Sólo miró al cielo nocturno, hizo una seña a un taxi y se subió sin prejuicios. H. prendía otro cigarrillo después de unos minutos de haberse ido D. La temperatura ya había bajado lo suficiente, miró su reloj y encontró que ya era demasiado tarde para salir de casa. Mañana iría a ver a su hermana.

Texto agregado el 14-12-2009, y leído por 87 visitantes. (0 votos)


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