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Su cabello comenzaba a caerse y su rostro había perdido el brillo de la juventud. Pálida y delgada trascurría la mayor parte del día tendida en una cama, en un cuarto oscuro cuya escasa luz solo servía para distinguir entre la penumbra su famélica silueta. Hacía dos meses los médicos le informaron que padecía de leucemia y que su estado era tan grave que se podía considerar desahuciada. Aquella noticia fue un golpe duro para ella; era joven, tenía 33 años, dos hijos y una vida entera aun por vivir. Hasta ese momento nunca había pensado en la muerte, por eso se negaba admitir aquella sentencia irrevocable que la obligaba a separase de lo que más quería, su familia.

Al principio batallo la enfermedad con su buen ánimo ocultándole a su esposo lo que le pasaba, pero poco a poco los cambios físicos fueron evidentes y su estado de ánimo comenzó a variar. Sus fuerzas ya no eran las mismas, se quejaba continuamente y se indisponía con rapidez. Fue por eso que en una noche no pudo resistir mas y le contó a su esposo sollozando que tenía cáncer. El la abrazo, la beso y seco suavemente sus lagrimas -puedes contar conmigo-le dijo- Mi amor es más fuerte que tu cáncer-. Ella lo sabía, fuerte como la muerte es el amor, había leído alguna vez.

Sus hijos se enteraron de su condición unos días después cuando se desplomo frente a ellos mientras le servía la comida. Quedaron inmóviles frente al cuerpo de su mama, inmóviles y desconcertados. El esposo quien se hallaba en la habitación corrió al escuchar el estrépito de los platos rotos y encontró a su mujer tendida en suelo, inconsciente y con el pulso débil. La levanto de inmediato y la llevo desesperado al hospital. La internaron hasta que se repuso, pero aquella imagen quedaría grabada en la memoria de sus hijos. Un tarde mientras el hombre les ayudaba hacer las tareas el mayor de ellos que tenía ocho años le pregunto por su mama que no parecía ser la misma, el padre lo miro a los ojos y le contesto con tristeza - Tiene cáncer- el niño en su inocencia no comprendió el significado de la palabra pero por lo sucedido aquella vez sabía que era algo malo.

El tiempo trascurrió y la condición de la mujer fue empeorando ya no se levantaba de la cama ni para comer y su marido se encargaba de bañarla. Aquella labor era penosa incluso para él. En tiempos pasados el cuerpo grácil de su esposa era una tentación difícil de resistir pero ahora era solo un saco de huesos cubierto por una piel amarillenta. ¿Me amas aun?- le pregunto ella mientras él le enjabonaba la espalda. El se volteo y la miro de frente- ¿Tendría alguna razón para dejar de hacerlo?- ella entonces le señalo su cuerpo disminuido por la enfermedad. - Eso es solo la cubierta. Yo te amo no solo por tu físico sino por lo que tú eres y has sido para mí- Las respuestas de su marido la consolaban y eran un alivio en medio de su dolor.


Las visitas no se hicieron esperar familiares, amigos y vecinos desfilaron día y noche. Algunas de aquellas visitas eran reconfortante pero otras eran bastante incomodas y molestas debido a los comentarios imprudentes, ¡Por Dios como estas de flaca si continuas así vas a desparecer!, es una pena por lo que estas pasando pero todos vamos a morir algún día, los más seguro es que la enfermedad fue ocasionado por un descuido tuyo. Comentarios de ese tipo iban y venían y los que se quedaban en silencio hacían una cara de impresión que empeoraba la salud y el ánimo de la enferma; pero fue precisamente en una de aquellas visitas en que la luz de la esperanza ilumino sus vidas. Una mujer de rostro vetusto pero de sonrisa angelical toco a su puerta.

Buenas tarde caballero, deseo compartir un mensaje alentador para usted y su familia- El Hombre le hizo un gesto de desagrado, no estaba en condiciones de hablar con nadie. No había podido dormir la noche anterior a causa de los lamentos de su esposa. -Ahora no puedo señora, mi mujer está enferma y tengo que cuidarla- le contesto. La mujer hizo un gesto de alegría - Ese es el mensaje alentador que quiero darle Dios puede sanar a su esposa.- El hombre la miro con rabia. Por mucho tiempo había buscado la solución a la enfermedad de su esposa pero había fracasado y ahora esta mujer le decía que Dios podía sanarla. Aquello le parecía una burla- Eso es imposible, yo no soy creyente- le dijo con indiferencia - Pero yo sí- le contesto la mujer -sepa usted que para Dios no hay nada imposible.- un breve silencio secundo las palabras de la mujer. Bueno no perderé nada si dejo que esta vieja fanática vea a mi mujer, pensó el hombre y la mando a seguir. La desconocida lo escolto hasta que llegaron al cuarto de la desahuciada y ante que el marido pudiera presentarla la mujer tomo la iniciativa- Buenas tardes me llamo María, y quiero decirle que Dios es capaz de sanarla y restituirla de su enfermedad- hizo una pausa y continuo- Dios diseño cada parte su cuerpo él conoce su funcionamiento y puede encausar aquello que ande mal, ¿me deja hacer una oración por usted? La enferma la observo a través de sus ojos sin vida y con un movimiento de cabeza le dijo que sí. La mujer inicio su oración mientras el hombre observaba sorprendido aquel espectáculo, a pesar de su incredulidad aguardaba la esperanzaba de todo fuera cierto. Al terminar de orar la anciana les obsequio una Biblia y se marcho con el propósito de volver dentro de un mes para confirmar la sanación.

Esa noche la pareja durmió tranquila pero al amanecer todo seguía igual, la mujer continuaba con su rostro aquejado y los dolores en el cuerpo persistían. El marido que hasta entonces se había mostrado fuerte doblego su espíritu y Lloro sin parar en una habitación contigua. Solo y triste el también deseo la muerte. Si la muerte los separaba, también la muerte los uniría pensó. De repente un golpe seco atrajo su atención, un libro de portada azul había caído al suelo desde lo alto de una repisa, lo reconoció de inmediato. Era la Biblia que la anciana les había obsequiado el día anterior. Se acerco a ella, la acaricio, se parecía mucho a una que su madre conservaba abierta en un atril en el centro de su casa. La abrió al azar y leyó las primera líneas que sus ojos encontraron.

“Y se lo trajeron y cuando el espíritu vio a Jesús, sacudió con violencia al muchacho, quien cayendo en tierra se revolcaba echando espumarajos. Jesús le pregunto al padre: ¡cuanto tiempo hace que le sucede esto? Y él le dijo: desde niño… Jesús le dijo si puedes creer, al que cree Todo le es posible, e inmediatamente el padre del muchacho exclamo y dijo: Creó, ayuda a mi incredulidad…”

Algunas lagrimas cayeron sobre la hojas que ahora temblaban en sus manos. Estremecido y sin fuerzas cayó de rodillas y balbuceando como a un niño le imploro a Dios que le ayudara con su incredulidad. Aquella sencilla oración al parecer fue escuchada por que cuando se levanto de aquel lugar sintió fe por primera vez en su vida. Una confianza sobrenatural lo abrigaba.

Alisto todo para el baño matinal de su esposa, y mientras la desnudaba le dio un beso efusivo que la sorprendió - ¿y eso? Le pregunto - Es que te amo, antes, ahora , y aun cuando seas una ancianita de piel arrugada- le dijo él con una sonrisa en su rostro - Sabes ayer tuvo un sueño, me vi rodeada de nietos al lado tuyo, éramos tan felices que no quería despertarme- él le acaricio suavemente el mentón- No es solo un sueño mujer es la realidad de nuestra vida, ambos llegaremos a la vejez y Dios te lo ha mostrado en tu sueño y a mí me lo ha confirmado esta mañana- ella lo miro y le dio un caluroso abrazo, -Fuerte como la muerte es el amor- le susurro al oído- sus brasas , brasas de fuego fuerte llama…

La recuperación de la mujer fue evidente pero lenta. Fue recobrando su peso, su semblante, el color de su piel y su ánimo. Se levantaba muy de mañana, incluso antes que su marido. Se bañaba, les hacia el desayuno y limpiaba la casa. De vez en cuando se cansaba y tenía que hacer una pausa para recuperar fuerzas, pero de aquella mujer macilenta que pasaba la mayor parte del tiempo postrada en una cama quedaba muy poco. Se sentía viva, enérgica, vital, y sobre todo hermosa. Volvió arreglarse, a vestirse con aquellas ropas que la hacían ver atractiva y femenina, le desfilaba a su esposo y este le retribuía la acción con un elogio. Ayudaba a sus hijos con las tareas, jugaba con ellos, bromeaba con ellos, se reía con ellos. Los niños se sentía contentos de que su mama, la de siempre, hubiera regresado.

El tiempo pasó y el plazo acordado por la anciana había llegado. El hombre la recibió con una felicidad inmensa, entre abrazos y agradecimiento, la mando a seguir y llamo de inmediato a su esposa. De repente apareció en la sala una mujer, alta, blanca, de mejillas arreboladas y cuerpo definido. Su cabello aunque no le había crecido del todo no le restaba belleza. La anciana lloro de alegría ¡la sanación era un hecho. Dios había realizado un milagro! Les pregunto si ya habían ido a la clínica. -¿para qué?- le pregunto el - Para confirmarle a los incrédulos lo sucedido -le dijo- ellos no aceptaran tu sanidad hasta que se les muestre algo que despeje sus dudas ¡y qué mejor que un certificado médico en donde se de fe de que está libre de todo cáncer! - hizo un pausa y acomodo su senil cuerpo en el asiento- Tu experiencia de seguro va servir a muchos que estén pasando por lo mismo, así que no la guardes para ti ¡compártela!

La pareja acepto el consejo y al día siguiente, muy temprano, se dirigieron a la clínica. La mujer tenía recuerdos no muy gratos de aquel sitio que había sido su hogar durante los últimos meses. Allí le practicaban sesiones interminables de quimioterapia que terminaban doblegándola no solo físicamente sino también en su ánimo, debido a ellas había perdido gran parte de su cabello y sus cejas habían desparecido. Recordaba su primera vez. Una enfermera voluminosa y poco benevolente pinchaba sin misericordia su brazo derecho para insertarle el catéter que llevaría el medicamento por todo el cuerpo. El liquido Mataría todas las células malignas, si antes no la mataba a ella, porque el calor que sentía cuando se lo inyectaban era insufrible. Las Soporto una y otra vez albergando la esperanza de una cura, pero las quimioterapias solo servían para postergar una verdad irremediable.

Buenos días doctor- saludo la pareja desde la puerta. El doctor sorprendido les hizo un gesto para que siguieran.- ¿Mujer porque abandonaste el tratamiento?- le pregunto el doctor quien no dejaba de mirarla con asombro. La mujer no le respondió. El hombre entonces se levanto de su escritorio y se acerco a ella. -La palidez de tu rostro se ha ido y aparentemente has subido de peso, déjame revisarte-. Saco una balanza y le indico que se quitara los zapatos. -52,53 y medio 54 kilos, ¡esto es increíble! ¡Como es posible esto!- Tomo su tensiómetro y le midió la presión.- ¡perfecta ¡estoy anonadado, tienes mucho que contarme ¿Verdad? La pareja inicio su relato sin omitir ningún detalle. La expresión de asombro en el galeno fue variando, levantaba ahora su ceja derecha y los miraba por encima de sus anteojos en señal de incredulidad. -Esperen un momento- les interrumpió- Ustedes saben que yo soy un hombre de ciencia que solo cree en lo que puedo comprobar. Te propongo que te hagamos unos exámenes para ver si en realidad estas libre de todo de cáncer o si es que la enfermedad te ha dado un tregua.


Los exámenes se realizaron y luego de una semana de expectativa conocieron el diagnostico. ¡Mujer estas sana! Le grito el médico cuando la vio llegar al consultorio. La mujer recibió de sus manos un papel azul perfectamente mecanografiado con las inscripciones del hospital y la firma del médico, en el se confirmaba sin ninguna duda la sanación: Libre de toda leucemia. La pareja lloro al leerlo. Hacia unos meses habían salido del aquel lugar con una sentencia de muerte ahora lo hacían con un certificado que les decretaba vida, mucha vida. Por qué no compramos un álbum- le propuso la mujer a su esposo mientras salían del hospital - ¿Para qué? pregunto el intrigado. Para llenarlo con las fotos que aun nos faltan por tomar. Se abrazaron y rieron. La ciudad les parecía más hermosa aquella mañana.

Texto agregado el 15-12-2009, y leído por 81 visitantes. (0 votos)


Lectores Opinan
15-12-2009 Esperanzador. Aunque todo se vea perdido, siempre existirá una salida. No soy muy devoto, pero no rechazo la idea de que existe algo más allá de nuestro conocimiento,algo divino que nos sorprenderá. Muy bueno el relato. Luther
 
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