- ¿Te acuerdas de mí?

El pedófilo reconoció inmediatamente de quién era la voz. De su cabeza brotaba un chorro de sangre que se escurría por sus ojos. Tenía las manos esposadas y un cañón de pistola le apuntaba firmemente desde atrás. Sus pantalones, mojados por la orina que expulsó al ser golpeado en las costillas, comenzaban a humedecerse de nuevo. Por favor no me mates, quiso decirle a su agresor pero el calcetín en la boca apenas lo dejaba tragar saliva.

- Tiemblas como las niñas a las que infelizmente despojaste de vida. Vaya ironía cabrón.

Sabía que ese era su fin. Siempre había imaginado que moriría de forma decorosa y sin plomo en el cuerpo. Su corazón latía a un ritmo velozmente ridículo y las piernas, huesudas y morenas, comenzaban a flaquear. Click. La Voz quitó el seguro del arma. Voy a morir Dios Mío, no por favor…

- ¿Sientes eso? Se llama miedo. Y recorre cada pedazo de tu desgraciado cuerpo. Sabes que de esta no te escapas.

Andrea. Sandra. Pamela. Cristina. Susana. Alexa. Daniela. Marta. Norma. Verónica. Fernanda. Nancy. Gabriela. Brenda. Isaura. Manuela. Victoria. Angélica. Marisol. Y Finalmente ella, Ingrid. Recordaba con placer todos esos nombres y las veces que las violó. Reía cuando conocía a alguien llamarse igual que ellas. Hoy no ocurrió lo mismo.

- Ingrid maldito. ¿A qué otra mujer se le ocurriría hacer esto? Ahora despídete de tus bolas. Adiós abuelo.

PUM.