"...Tiré mi hacha a un costado y alcé al niño que estaba azul de frío.Tenía los pantaloncitos gastados quizás producto de haber gateado hasta nuestra casa.No teníamos vecinos cercanos por lo que descartabamos la posibilidad de que haya venido de la casa de alguno de ellos, lo más probable es que se le haya perdido a alguna familia que iba viajando por el camino que pasa en frente de nuestra casa pero no nos imaginabamos a quien se le podría ocurrir viajar en una noche como esa, ni siquiera había luna para iluminar un poco el camino, además que clase de madre descuidaría de esa forma a su hijito. En ese momento supusimos lo peor, pero estabamos solas y no podía darme el lujo de exponerme y exponer a mis hijas a algún peligro.
Entre todas lo abrazamos y lo metimos a la casa, tenía la boquita morada y los piecitos descalzos.
Mientras una ponía la olla con agua en el fuego, otras preparaban la cama, sacaban sábanas viejas para hacer pañales y tu mamá me traía la palangana más grande para preparar un baño al pequeño, así podía entrar en calor. Cuando finalmente lo bañamos y vestimos con la ropita que con tanto amor guardaba para mis nietos, le preparé una mamadera de leche tibia para que pueda dormir bien.Pero no se dormía.
Lloraba desconsoladamente extendiendo sus bracitos hacia la ventana que daba al camino..."