Un día antes de su muerte, Mr. Jack Quiler pedía a gritos que lo matasen. El señor Quiler, sabía que esperar conscientemente su muerte, era morir una vez por cada segundo que pasase. También sabía que morirse no era tan grave, que peor la pasarían aquellos que vivirían recordándole.

¡Yo mate a la señorita Sofía, merezco morir!, se decía Mr. Quiler en voz alta. Se sentía muy alterado, no podía dormir y hacia días que no comía nada que los guardias le daban; ni el pan, ni el agua, ni siquiera esos pequeños caramelos mal olientes.

Al día siguiente entraron dos hombres a donde yacía el cadáver de Mr. Jack Quiler, su muerte había sido producto de un suicidio. ¡Les dije a las enfermeras que no dejaran solo al esquizofrénico! Le dijo uno de los doctores al otro.