La frialdad de la noche turbó el alma de quien desde su ventana la admiraba.
Su llanto estalló y un grito desesperado de dolor nubló sus pensamientos.
Los fantasmas del pasado atravesaron las paredes de su cuarto. Unos eran armoniosos, otros un tanto tenebrosos. Acostumbran a llegar en medio de la oscuridad de la media noche, con el fin maquiavélico de trastornar su mente, y jugar con sus instintos que de vida o muerte, mantienen su cuerpo latente en el mundo de sus espejos.
Busca y no encuentra,
quiere pero no desea,
se desata pero no se libera.
Está agotado del juego reproductivo de sus noches frías e inertes; tan distintas a las de antes...en donde se saciaba con el dulce sabor del amor y tenía en sus brazos la mujer con la que compartía sus días. Luego la dejó ir en medio del murmullo del silencio en bruto, de un ser que no sabía esconder sus sentimientos. Al final terminó doblemente herido:
*Una fuerte contusión en lo mas profundo de su cabeza, por pensar millares de veces cual fue su error; despues de desnudar su alma y dejarse ver...así tan sincero y vulnerable, pero susceptible a la traición.
*Un desgarro en el corazón, causado por la ausencia de la propietaria de sus pensamientos, miradas, caricias...y todo lo demás que le pudo obsequiar.
Hoy repite la rutina de sus noches, ya resignado a su soledad.
...y entonces aparecen los fantasmas del pasado como la viva marca que reposa en su memoria.
Ambos han aprendido a vivir juntos
Se han vuelto codepedientes y cada noche alimenta sus heridas con el vacío enorme y el trago amargo de sus ilusiones forjadas con terquedad y negligencia.
Son los fantasmas,...espectros que impresionan el corazón por su aparición repentina e inoportuna; y generalmete cuando llegan lo hacen para quedarse...por siempre...y para siempre.