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Nunca imaginé qué desde nuestro viaje a San José del cabo, mi vida daría un giro completo… Ese viaje fue la profecía irrevocable, ¿por qué? Aún me pongo a pensarlo… Recuerdo que llegamos al aeropuerto, esperamos por algunos momentos el auto de sus amigos que nos conducirían hasta el hotel. Entre un clima un poco extremoso y los nervios de estar en la punta del continente, el tiempo pasó volando, así que llegaron y abordamos el auto, entre el protocolo de presentación y las amabilidades hospitalarias iniciamos nuestro recorrido.

Todo parecía muy común, una familia provinciana, una hospitalidad muy marcada y por supuesto para un citadino apresurado, una platica muuy aburrida. De pronto, desde la parte trasera del auto, una tenue voz balbuceaba.

-¿Tú crees en las princesas?

Sin tomarle importancia no voltee a ver de donde provenía la voz, pero esta insistente continuaba llamando mi atención.

-¿En verdad no crees en las princesas?, ¿Entonces que clase de persona eres, sino crees en ellas?

Ya comenzaba a fastidiarme, así que sin pensarlo más, giré mi cabeza y contesté.

-¡No, no creo!, Pues yo soy un mago y los magos no creemos en esas tonterías. Ya había lanzado mi respuesta cuando pude percatarme que se trataba de una pequeñita de unos escasos cuatro años.

-¡Bueno, quizá no existan!, Pero los magos tenemos el poder para hacer que esta aparezcan el mundo.

Incrédula, me respondió.

-Entonces, hazlo… Pues, yo se que soy una princesa.

Durante un largo rato, intenté limpiar mi mala imagen ante la pequeña, bromeaba, hacia trucos simples y ocasionalmente revocaba las ordenes de su imponente madre.

-Oye amigo, ¿y los magos son valientes?, ¿Tú eres valiente?

Meditándolo por algunos minutos, respondí negativamente.

-¡No, yo soy la persona más cobarde del universo!

Su rostro cambió abruptamente, pues esperaba otra respuesta, quizá una respuesta más acorde a lo que ella quería escuchar, por un momento recordé a mi sobrino y sus constantes juegos en los que una palabra mal pronunciada, lo hacia estallar de gozo o de tristeza, así que reconsiderando esa experiencia, decidí replantear mi respuesta.

-¿Sabes?, No soy valiente, pues vengo de un país en donde todo el mundo perdió la esperanza, pues…

Sin esperar más explicaciones, la pequeña respondió:

-¿No había princesas verdad? Y los dragones devoraban a las personas.

Con un movimiento de cabeza, asentí su respuesta. Durante un rato más jugamos hasta llegar a nuestro hotel, ahí nos despedimos con la promesa de vernos un poco más tarde. En verdad que todo iba bien, solo que antes de despedirnos ella me comentó:

-Pase lo que pase, debes ser valiente…

Nos vimos más tarde pero el cansancio la hizo su presa y al día siguiente, los regaños constantes de sus padres la hicieron enmudecer, así que sin poder encontrar una explicación a este juego de niños, regresamos a la Ciudad de México.

El ojo gelatina…

Llegamos un martes 13 y de inmediato comencé a dar mis clases, estaba tan cansado por el viaje, que solo me remití a unos cuantos ejercicios lógicos, la mañana seguía su curso hasta que por fin las 12.50 PM., pero, OH desilusión, había una reunión con los padres de familia que era imposible de aplazar, así que entre acusaciones y reclamos perdimos el tiempo (como una hora aproximadamente), En un momento que no podría describir con precisión, mi ojo comenzó a captar imágenes distorsionadas, como si todo fuera visto desde el otro lado de una gelatina, quizá no le tomé importancia en ese instante, pues como dirían mis alumnos, “todo esta en la mente” y a lo mejor pasaría de inmediato, pues seria culpa del cansancio.

El tiempo pasó y con el mi cordura, así que cancelando mi cátedra vespertina, me dirigí al medico, el cual solo concluyó: Reposo y tranquilidad, además de un sinnúmero de medicamentos (otros más para mi colección). Según el esto terminaría en siete días, así que tomé mis cosas y me dirigí a casa a descansar, pues era bastante raro el mirar distorsionado al mundo entero.

Los días pasaban y nada, no existía cambio alguno en mi ojo, busqué ayuda con otro médico y según él, daría solución inmediata a mi problema… Así que pasó un mes más y el número de medicamentos crecía. A sugerencia de algunas otras amistades visité también a un reflexologo y ¡Nada! Mis expectativas se iban perdiendo, pues entre dietas, medicamentos y uno y miles de sacrificios, mi visión se estropeaba cada vez más.




La decepción…

Algunas personas me dieron la espalda, decían que era producto de una imaginación enfermiza, algunos otros mencionaban que era solo una treta para llamar la atención y unos últimos se conmiseraban empobreciendo mi trabajo y mis logros al fin y al cabo ¡Ya había perros guías en México!

La realidad…

Desesperado, intenté buscar ayuda con algún otro médico, aunque, sinceramente, tenia desconfianza, pues años atrás un especialista me había hecho un diagnóstico erróneo, Sacando fuerzas de no se donde, llegué hasta el lúgubre consultorio ubicado sobre calzada de Tlalpan, ahí, después de una revisión mínima se llegó a la conclusión de solo dar un paliativo y perder el ojo derecho… Contuve fuertemente mi llanto y mi dolor, saliendo de ahí con las pupilas dilatadas y con un pobre futuro me puse a caminar, pues donde conseguir ayuda y sobretodo que sería de mí…

Triste y desolado, le llamé a su móvil, sin obtener una respuesta pronta, seguí caminando, me comuniqué con quien consideraba mi mejor amiga y después de escuchar un “no inventes”, colgué… De inmediato llamó a mi móvil poniendo un lugar de reunión y sin demora acudió al sitio, al llegar, me recibió con un fuerte abrazo y un sinfín de posibilidades (“recuerda, estamos juntos en esto”, juntos saldremos adelante, cueste lo que cueste”) Por algunos momentos quería que esto fuera un sueño, que fuera producto de una invención para un texto… Pero no. En mi mente solo sonaban las palabras de la pqueña: ¿Eres valiente?, Si eres mago debes ser valiente, debes lograr que tu pueblo vuelva a ser feliz… Después de varias horas de platica me fui mas tranquilo a casa.

Después de ese día he visitado dos especialistas más, el más reciente, un estricto y coherente profesional, se que esta lección me ha costado literalmente “un ojo de la cara” pero me ha permitido conocer a grandes personas, el apoyo incondicional de mi familia y sobretodo el verdadero apoyo de mi amor. Se que en ocasiones me deprimo, pues no es fácil esperar el final a esta retinopatía diabética, pero quiero acrecentar la fe de volver a mirar aunque sea un poco este mundo que es maravilloso. No me gustaría dejar de escribir, no pretendo causar lástima, pero lo que si pretendo es echarle ganas para seguir adelante con lo que me gusta. Y pronto poder decir “lo logré”

Texto agregado el 28-12-2009, y leído por 114 visitantes. (0 votos)


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