Te escribo a través de mis hijos. Acabo de recibir la llamada de mi querida “Negrita”. No sabes cómo me duele tu partida. No pude abrazarte por última vez y decirte lo afortunado que fui de tener como amigo a una persona tan noble, admirable y privilegiado como tú. A veces uno no mira al cielo y agradece por las personas que llegan a nuestras vidas. Cuando un amigo se va, queda un espacio vacío que no lo puede llenar la llegada de otro amigo.

Me recuesto en mi cama, cierro los ojos y recuerdo tu risa. Esa risa contagiosa que me lleva a nuestra época de primaria en el colegio Salesiano. Como añoro esas épocas inocentes, de pizarra, tiza cuadernos y pelota a la hora del recreo. Cuando un amigo se va, queda un tizón encendido que no se puede apagar ni con las aguas de un río.

Y de repente, fuimos creciendo. Estela llegó a tu vida. Tu incondicional compañera, amiga, esposa y madre. Cómo supieron llevar los contratiempos y pruebas que la vida suele jugarnos de vez en cuando. Cómo nos enseñaron que su amor es más grande que las dificultades y que la FE en el mañana hace querer vivir un día más con las personas que amas. Cuando un amigo se va, una estrella se ha perdido, la que ilumina el lugar donde hay un niño dormido.


Y en nuestro andar compartimos una misma profesión, una misma vocación de servir a los demás. Tus hijos, Walter, Lenín y tu pequeña Mary siguieron tu ejemplo. Que orgulloso estabas de ellos por cada paso que daban.
Siempre me lo contabas en nuestras tertulias.
Cuando un amigo se va, se detienen los caminos, se empieza a revelar el duende manso del vino.

Walter, cómo te vamos a echar de menos.
Es verdad lo que canta Alberto Cortez…
Cuando un amigo se va, galopando su destino empieza el alma a vibrar, porque se llena de frío. Que vacío dejas en nuestros corazones, en nuestros recuerdos, en nuestras amistades. Se va mi compañero de habitación en la época de universidad, se va mi amigo, ese hermano que no tuve. Te llevaste un pedazo de mi alma, porque Cuando un amigo se va, se queda un árbol caído que ya no vuelve a brotar porque el viento lo ha vencido.