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No desearas a tu padre Cap. 22


Porfirio avanzo como autómata apenas sus pies lo obedecieron un pie tras el otro, aquellos zapatos de trabajo rudo “obsequio de prisión” iban aplastando el piso sin embargo el sentía tanta felicidad y creyó volar la distancia entre Soledad y Porfirio era de apenas unos metros a Porfirio se le hicieron eternos cada vez que avanzaba veía a Soledad más Hermosa, ella ya no era la jovencita que había curado por primera vez a Porfirio en la enfermería sin embargo Porfirio la siguió mira de aquella manera, cuando la distancia se salvo, las palabras se ausentaron, la tomo suavemente de los hombros y apenas balbuceo –te estuve buscando todo el día y ella le dijo –estoy aquí desde las 12 del día cuando en las oficinas del reclusorio me dijeron que habías salido desde ayer. La atracción fue animal los labios se juntaron y exploraron primero despacio como para darse cuenta la existencia el uno del otro y después de forma más profunda como queriendo fusionar aquella parte de ellos en toda su extensión hasta el alma, subieron hasta la habitación tomados de la mano como 2 adolecentes, Porfirio rompió el reglamente de que “nada de mujeres” pero a veces las reglas son absurdas para los sentimientos; llegaron a la habitación y se siguieron bebiendo como si quisieran saciar la sed eterna de un amor que creyeron que nunca llegaría, a pesar de su ignorancia en asuntos de ternura Porfirio desprendió de su ropa a Soledad con tanta delicadez como si temiera lastimarla aquel bruto delincuente era el hombre más tierno que existía en ese momento sobre la tierra le beso cada célula de su cuerpo y Soledad recibió cada una de sus caricias como preciado tesoro, ella acaricio aquel marcado y nudoso cuerpo con un deseo brutal, tomo la iniciativa y tomo su sexo y sin más preámbulo se lo introdujo entre las piernas a lo que los dos al unisonó gimieron de placer. Porfirio retomo el control y estuvo en un vaivén lento, para disfrutar de aquella deliciosa intimidad, rítmica despacio, pasando sus manos por los pies ,las piernas de Soledad, explorando como un niño cada parte de ella. Tomo y saboreo aquello bellos montecitos eróticos y siguió acompasadamente rítmico aquel vaivén, soledad disfrutaba de cada sensación su piel estaba atenta a cada caricia de aquellas manos rugosas y Porfirio gozaba amorosamente de aquella piel tersa y suave y no paraba de besar su cuello, sus mejillas sus labios sus bustos. Porfirio tomo firmemente los glúteos de ella y la embistió sutilmente era el momento donde los dos estallaban aquel instante gozosos donde las estrellas se vuelven fugases millones a la vez y donde los dos murieron por unos instantes y se quedarnos fusionados para siempre…

Texto agregado el 30-12-2009, y leído por 117 visitantes. (5 votos)


Lectores Opinan
22-03-2010 va marx si no leiste la novela,que decis. Es el final que deseaba para esta novela.Sé que cada uno de los personajes paso por circunstancuas que hacian pensar como imposible un final así ,pero la vida les dio una nueva oportunidad.Gracias por permitirme disfrutar ********* shosha
30-12-2009 Que barabaridad! con todo respeto hacía mucho tiempo que no leía una porqueria semejate! mira que eso de que tomo sus bustos!ja,ja,ja era alienigena la jodía, tenía, cuantos? seis, siete bustos? no hombre rugoso y para que le seguimos! dedícate a otra cosa, a algo que este inicio de año te ilmine el señor, porqque para las letras, nanay, tio, nanay que está negado! Con todo feliz año, tio, marxtuein
 
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