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“ LOS MACHOS DEL BARRIO”




A Loja llegaron retaceadas y confusas informaciones de cómo los caballeros europeos dirimían sus discrepancias, sin tener que recurrir a actitudes o conductas denigrantes como: el insulto, la calumnia, las palabras obscenas, etc., etc. Así mismo, de cómo debía ser el comportamiento de un caballero en el campo del honor y se sabía, perfectamente, que cualquier entredicho podía llegar a tener su final con el reto a DUELO. También llegaron fragmentos de las normas que debían ser observadas para éstos menesteres: El duelo podía darse, solamente, entre personas de una misma condición social. Se contará con la participación de un Emisario el mismo que tendrá a cargo el hacer conocer al “favorecido” el motivo por el que está siendo retado a duelo. Con el compromiso de las partes se determinarán fecha, lugar y hora. Se sabía que era imprescindible contar con los respectivos Padrinos, los que honrarían la barbarie y se encargarán de que no haya demandas legales como consecuencia de los resultados del duelo. También exigía la costumbre linajuda del duelo, contar con la participación de un Juez, que será el encargado de mediar cualquier inquietud o duda de los candidatos a ir a parar en los quintos infiernos.

Luego de unos cinco días del Domingo de Resurrección, se hizo pública la enemistad de don Pata’elana Benítez, con don Mazomocho Minga. Todo porque pugnaban, cada uno, por ser dueño exclusivo del corazón y las caricias de la Patoja Targelia. Detalles que me fueron confiados por el Patojo Manuel, quinto hijo de la pretendida, y mi leal amigo.

Desde el mismo momento en que Pajarillo Tacuri concurrió a la casa de don Mazomocho Minga, para hacerle saber que don Pate’lana Benítez -…le manda muchos saludes y también le manda a comunicar que lo desafía a acuchillarse el martes trece , a las ocho de la noche, en la esquina del cementerio viejo. Que debe nombrar un padrino y dar un nombre para juez, pa’ver si él esta de acuerdo- Desde ahí, desde ese mismísimo momento, todo cambió en el barrio. Hasta los muchachos formamos bandos: unos los mazosmochos, otros los pate’lanas. Como era lógico, por mi amistad con los Minga, yo era integrante de los mazosmochos. Pronto se escucharon noticias de conatos de enfrentamientos entre los moradores del barrio . Conforme pasaba el tiempo, mayor y frecuentes eran los líos entre los
vecinos, no se sabía cómo íbamos a llegar al martes trece, a las ocho de la noche. El domingo en la misa el cura Macas se hizo eco de la situación y conminó a los feligreses del barrio, a que depongan éstas actitudes foráneas y principalmente criminales y con énfasis rechazó -que existan grupos de vecinos contrarios a otros y que como obra de Satanás se hayan cobijado bajo nombres pecaminosos y ridículos-y también agregó que -no quiero saber el motivo de las rivalidades, ya que me supongo, no debe ser por una buena causa…


Don Mazomocho buscaba desesperado en rincones, baúles, armarios, debajo de las camas, en toda la casa, el macheta cacha blanca que había sido de un negro esmeraldeño que murió gloriosamente en el combate liberal –conservador, en la plaza central de nuestra ciudad de Loja, cuando fue capturado el héroe liberal Luis Vargas Torres. A los tres días de búsqueda, donde participamos, casi todos los mazosmochos de barrio, pudimos al fin, dar con el preciado instrumento. Se trataba de un descomunal machete - parece la espada de Simbad el Marino- dijo Piti’mazo, el último de los hijos de nuestro adalid. Se determinó que inmediatamente la descomunal arma sea enviada a la herrería del Mogro, para que lo acorte, ya que la longitud del machete era superior a la estatura del futuro combatiente del amor, así también se recomendó que debe ser aguzado por ambos filos, por si acaso.


De los preparativos del contendor no sabíamos mucho. Compadre Zapallo, nuestro infiltrado en el bando contrario informó que “Tontovivo” famoso ladrón del Pedestal lo estaba adiestrando en el manejo de la navaja, esquives, lances y peripecias de ataque y defensa. Lo que más nos inquietó fue la noticia de un posible viaje de Pata’elana al Perú, con el fin de lograr ciertos favores de los brujos del hermano país. Esqueleto Panzón, chofer de la Cooperativa de Transportes Loja e inteligente estratega, desechó la versión en vista de que el cruento invierno que había azotado a la provincia ha dejado sin vías de comunicación y que el viaje de Pata’elana era imposible.





Conforme se aproximaba el martes trece, a las ocho de la noche, eran más frecuentes las noticias de enfrentamientos entre los seguidores de los retados. La bronca del mercado central donde laboran las esposas de los contrincantes fue una de las más sonadas, parece que ahí también se han formado bandos. Todo había terminado cuando ya no quedaban: huevos, aguacates, tomates, papas, yucas, pollos y todo lo que podía servir como improvisado proyectil, y cuando por fin llegó un pelotón de chapas especialistas en “ bochinche de verduleras” los que a punta de garrote restituyeron la calma.

Faltando escasos días para la “hora cero” Pajarito Tacuri regresó con la novedad de que Tinterillo Alulima ha sido aceptado por los contendientes, para que asuma la condición de Juez . De última hora llegó la información de que Don Pilco, fotógrafo en el parque central, y nuestro incondicional aliado, pudo ver que Pata’elana se ha confesado en la Iglesia Catedral y que luego, furtivamente a metido una navaja en la pila de agua bendita, para luego envolverla en un pedazo de manto del Señor del Gran Poder. Las cosas estaban llegando a extremos, la actividad del barrio y hasta de la ciudad giraban alrededor de la próxima contienda.








De los padrinos no se conocía absolutamente nada. De don Mazomocho sabíamos que estaba concentrado en la tienda de abarrotes de don Esparza y que el Brujos Pelotas le daba baños de ruda, cada hora y que le frotaba azúcar negro en todo el cuerpo, para desestabilizar o equilibrar cualquier conjura del enemigo que tenga como base sal y limón ( elementos cabalísticos muy utilizados en la época) El machete recortado y de cacha blanca, estaba ya por cinco días bajo el Altar Mayor de la Iglesia Catedral, a los pies de la mismísima Choronita del Cisne, esto gracias a Chico Virgen, monagillo del Obispo y elemento clave del grupo mazosmochos. Todo se había inteligentemente preparado, no se había descuidado ningún detalle. El atuendo que lucirá la noche del trece, nuestro hombre, fue confeccionado por el maestro Loza. Verdadero vestido de luces, tipo “torero” con bien disimuladas protecciones de aluminio en el “guacho” y la “panza”. Mayores detalles no puedo dar, lo que sí estoy seguro es que ni los mismos gringos europeos inventores del reto a duelo, se pudieron imaginar en estos detalles y trampas producto de nuestra viveza criolla, que acá la conocemos con el nombre de “sapada”.






Por fin llegó el fatídico día, comenzó sombrío, lúgubre, cayó una pequeña llovizna, el viento traía un frío penetrante que congelaba los huesos. Todo eran presagios de dolor, terror y muerte. De improviso se nos alejaron los deseos de que llegara la ansiada hora del duelo. Teníamos muy claro que uno de los dos iba a morir ¿quién? No lo sabíamos, si a don Pata’elana se lo llevaba la parca ¡que desgracia!


- Tiene seis hijos y él es el único sustento de la casa

- Si a don Mazomocho, sus cinco hijos son todavía pequeños. –

- ¡Todo por la calentura de esa … bendita mujer!- comentó Marimar, el marica del barrio.

El reloj de la torre de San Sebastián anunció que son la siete de la noche, era considerable el número de curiosos que habían llegado hasta el Cementerio Viejo, en la explanada del centro se había demarcado con cal un enorme círculo y a cuyo interior concurrirá hoy, inexorable la muerte. Somos varios los que nos subimos sobre las bóvedas del cementerio, desde
donde se veía con exactitud la “Tinglado del Honor” Es admirable como la novelería, la curiosidad, rebasaban toda lógica de solidaridad, de respeto por la vida humana. Parecía que todos queríamos ver sangre, ver muerte. Los hombres mayores, trataban de disimular sus nervios, conversando de todo, menos de la próxima perdida de uno de sus amigos, hecho que se daría en minutos. Las mujeres, que en su mayoría habían ido de luto, murmuraban, acusaban, se sorprendían con envidia que haya hombres que se juegan la vida por amor. Sentían desazón de no ser ellas el motivo de tan disparatado in suceso.

Sobre la carreta halada por un caballo y de propiedad de don Goyo venía don Mazomocho Minga, mas parecía una oveja que la llevan al matadero, el traje de luces contrastaba con su faz, pálida y a momentos amarillenta. Se le podía notar: pensativo, preocupado, realmente triste. Nervioso saludaba con sus conocidos, muy de repente esbozaba una sonrisa lúgubre, eso cuando algún amigo le tocaba la espalda para saludarlo y desearle suerte. Junto a él, y portando el filudo machete que lo habían decorado atándolo a la cacha una pequeña cinta con los colores de la bandera nacional venía el Tendero Esparza, se lo observaba alegre, saludador. Levantaba los brazos y los agitaba con contagiosa emoción al grito de - te cuadre o no te cuadre, Mazomocho será tu padre- y frotaba casi instintivamente la parte baja del cuello de su ídolo. Don Goyo conductor de la carreta tirada por un caballo, y que transportaba al beligerante se había sentado, disimuladamente, sobre una colcha verde a cuadros negros y meticulosamente doblada en cuatro partes. Me llamó para en voz baja decirme: -ayudarás a pasar la colcha para envolverlo a don Mazo, en caso de que lo hagan finadito- Sentía que me temblaban la piernas, las manos, todo el cuerpo mismo, un sudor frío que se apoderaba de todo mi ser. De pronto me vinieron a la mente recuerdos donde don Minga era el protagonista: cuando me regaló un sucre para entrar al cine; cuando me defendió para que no me agreda Torogente Pineda, luego de recuperarse del desmayo que le provocó el hacerle oler un frasco que contenía éter .Cuando…mejor dejemos ahí el tema, me produce una amarga nostalgia, si… dejemos ahí. No entendía porqué a los adultos les encanta complicarse la vida.

La llegada de don Pata’elana , no sé cómo sucedió. Sin duda fue cuando Payaso Triste, guardián del cementerio, nos pedía molesto, que debemos bajarnos de las bóvedas. A don Pata’elana lo volvía a ver a los tiempos, lucía el uniforme del club Cultural y Deportivo “Beato Gabriel García Moreno” Estaba deshecho, turbado, sorprendido como que recién asumía en el lío que estaba metido. No saludaba con nadie, su mirada la tenía clavada en el piso. Tontovivo, su asesor también estaba callado, serio, pensativo, de rato en rato le decía algo al oído, Pata le demostraba aceptación con un leve movimiento de la cabeza.

Tinterillo Alulima, juez de la batalla llegó sorpresivamente al ruedo, vestía un descolorido terno negro, alquilado donde la Porteñita, el tic de apretar frecuentemente las nalgas se le había hecho más evidente, hasta llegar a un verdadero movimiento compulsivo de ellas. Eran exageradas las veces que orinaba en el paredón de entrada al cementerio, a la distancia se podía notar que los guantes de lana que le cubrían las manos, estaban empapados en orina.

Claramente se pudo escuchar el sonido de ocho pausadas campanadas. La hora fatídica había llegado. Tinterillo llamó al centro del improvisado coliseo a los devotos de Cupido. Antes de hacerlo don Mazomocho abrazó
y besó a la menor de sus hijas, la niña como que presentía la muerte de su padre, se aferraba y era imposible separarla. El tendero Esparza al fin pudo quedarse con la ella . Se escuchaban uno que otro sollozo entre los curiosos. Todo era silencio, cuando Pata’elana de rodillas recibió las bendiciones de su madre, la pobre viejecita no pudo resistir la evidente pérdida de su hijo y se desmayó. Los gemidos del público se tornaron más fuertes. Gritos destemplados vivando a los desafiados a duelo rompían el tétrico silencio de la noche. Tinterillo Alulima en calidad de juez, sugirió a los belicosos, que se estrecharen las manos. Apenas se toparon, con notorio desdén.

Los antagonistas, ahora, se hallan armados de sus respectivos adminículos de muerte. Los ojos enrojecidos, desorbitados, inyectados de venganza. El temor a la muerte les ha cubierto los rostros, a veces parecían demonios, otras, animales furiosos que sólo esperaban una señal para destrozarse, para aniquilarse, para desaparecerse.

Tinterillo Alulima, con vos temblorosa y angustiada, preguntó a los rivales, si persistían en el deseo de continuar con el desafío. Los interrogados no pronunciaron una sola palabra, con gesto seco y duro, dieron a entender que sí, que todo debía proseguir hasta llegar a la mismísima muerte. Luego de un profundo y largo suspiro Tinterillo les advirtió: - luego que escuchen el sonar del pito debe principiar el exterminio- así mismo los aleccionó que - esa locura no parará, sino cuando se haya comprobado que uno de los bárbaros, o los dos, hayan muerto.

Tinterillo llevó el pito a sus labios. Todo era silencio, parecía como por arte de magia, de un momento a otro no hubiera nadie, solamente los tres del interior del ruedo. De lejos, del oscuro horizonte lojano venían los lastimeros aullidos de los perros que vieron pasar la muerte. La escasa luna se detuvo: pasmada, atónita, estupefacta e incrédula de lo que estaba por suceder. El agitado respirar de los presentes era como una gélida brisa que iba llegando, que iba creciendo, que sonaba, que retumbaba, que nos inundaba, que nos ahogaba, que nos quería matar. Queríamos correr, decir alto ¡No se maten! Ya no hubo tiempo, los desalmados habían iniciado su destrucción con las primeras estocadas.






Detrás del ruedo, desde los más alejados se escuchó que venía un murmullo que iba creciendo, no sabíamos de que se trataba, de inmediato todos los presentes se habían inquietado, alguien desesperado pedía paso entre el tumulto ¡Si… si es ella! La Patoja Targelia, el principio y fin de ésta barbarie. En su mano derecha llevaba un descomunal garrote, entró presurosa al ruedo de la discordia. Los luchadores se detuvieron sorprendidos, incrédulos. La Patoja lanzó el primer garrotazo que fue a dar contra el pecho de Pata’elana, la segunda envestida del garrote de la fémina fue para aquietar a don Mazomocho, el que apenas emitió un hondo quejido, antes de rodar por el suelo. La Patoja volvió contra la humanidad de Pata, pero antes clavó su taladrante y feroz mirada sobre la del Juez para advertirle -Aléjate de aquí alcahuete hijo de puta, sino quieres que a ti también te saque la madre- La Patoja tomó por el cabello a los indomables combatientes, a la par les recriminaba -Irresponsables, ustedes haciéndose los machos, mientras a mí me toca trabajar como burro para alimentar a los cinco pata’elanas que tengo contigo y a los cinco mazosmochos que tengo de ti - Fue increíble el espectáculo: dos necios convertidos en verdaderos guiñapos, no hacían más que esquivarse cada que la cruel mujer hacía el intento de agredirlos. Los incorporó y les exigió que caminen delante de ella, y en vos alta sentenció -Ahora si van a saber lo que es trabajar, yo les voy a enseñar a palos , los unciré como a bueyes cachudos, para que juntos me traigan que comer- Al terminar de pasar por entre el tumulto que se quedó atónito, inmóvil, sin palabras, como para romper el hechizo surgió el comentario y la voz de don Tomasito, que con su burlesco y simplón tonillo atinó a decir -Que mujer pa’cabrona…con un par de’stas en la guerra del 41, nos tirábamos a toditos los peruanos.

Loja, marzo 2001

Texto agregado el 01-01-2010, y leído por 237 visitantes. (0 votos)


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