Escuchando el concierto para violín de Beethoven evocan algunos sentimientos de rebeldía, los que entremezclan con el día a día, noche a noche, deseos de hacer no se qué, ilusiones mal paridas que dan a luz a la despreciable realidad. Poner los pies en tierra resulta agotador... la displicencia de las miradas que ciegas se disputan mi atención y la nublan y remecen los sentidos que no tienen sentido, como no tiene sentido la voz poco clara del profe que trata de explicar su clase, habla de virtuosismo, de lo "bien y mal" hecho; yo me pregunto ¿para qué?
para qué tantas lágrimas, para qué tanta información, para qué ir o estar o quedarse, o salir o llegar, a dónde con quién, para qué?
Las ilusiones se desvanecen en el recuerdo fresco de los momentos de dicha, en la frescura matutina del mar y el lago,
todo en frente de vos parece plano, ilegible, láminas de un cuento que jamás ocurrió y se quedó, y sigue en la eterna rueda de desiluciones guiadas y adquiridas sin más.