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NOTA: Las comas y los puntos , tengan a bien colocarlos donde corresponda .Gracias!!
Como dijo Juancito , no había por donde perderse , ya que el rio borró el camino del mochilero , pero sin antes tener que adentrarse a un sendero empequeñecido por las zarzas y endurecido a veces, por la curiosidad de algunas rocas que asomaban sus ojillos pétreos justo donde la huella era más difícil de transitar ,porque la pendiente se fue haciendo salvaje e inhóspita .Entonces este mochilero salvaje también, como las zarzamoras ,fue abriendo paso por entre la maraña de brazos delgaditos y espinudos , hasta salvar definitivamente este nudo vegetal . Salió al otro lado arrastrándose por la humedad fresca y olorosa de esos rincones silvestres. Se incorporó, acomodó su mochila que se había quedado un poco enojada por tanto arañazo y... allí estaba otra vez, la huella luminosa y aromática del poleo que hace un ratito andaba oculta entre la falda de los chilcos, como burlándose de las posturas desacomodadas que tenía que hacer el mochilero para salir de aquel entrevero vegetal que se le había interpuesto en su viaje al Queuco y que, por cierto, Juancito se lo calló, como buen hijo de su cultura campesina.
Cuando se pasa un obstáculo semejante, viene a saludarlo a uno, un aire de poder y libertad que sólo es comprendido por quien lo vive. Eso le pasó al mochilero ,porque estando libre y comenzó a dar saltos y carreras enloquecido de contento , impulsado , cierto es, por el corazón verde de los brazos sempiternos de todos los elementos naturales que lo abrazaban y saludaban en preciosa recepción, ofreciéndole los platos más enriquecidos y aromados que solo natura puede ofrecer .
Allí, a pocos metros cruzaba tranquilo y profundo el rio Queuco Pero, como toda perla del Sur lo protegía una legión de guerreros de Arauca custodiándolo con sus lanzas y flechas escondidas en la fragilidad de los ñirres y tineos, a los que había que saludar antes de tener definitivamente la oportunidad de sentarse al lado del rio.
¿Qué salvaje progresista se atrevería a lanzar una intención de muerte sobre aquellas aguas puras, frescas y bellas como la sensibilidad de una dama?
Nadie, salvo tú, cuando andas persiguiendo al becerro de oro ¡
El mochilero seguía en silencio pensando esto y siguiendo la placidez insondable del cuerpo liquido del Queuco que bajaba y bajaba , besando rocas, a veces, y otras quedándose un ratito en un recodo como jugando con las semillas de roble que habían quedado atrapadas en su travesura de gigante .
Allí, en ese recodo, las semillas se arremolinaban y giraban en círculo junto a palos secos y troncos mayores.
A veces, le tocaba el turno a las semillas colocarse en el centro del remolino y esto las enloquecía, se hundían y aparecían luego, mojadas y sonrientes.
Las que se hinchaban de agua, el rio las liberaba y ellas ,en fecundada latencia, se desplazaban hacia la orilla , donde el vientre fértil de los musgos y del barro se abría cósmico y sereno para que ellas, después de descansar un rato, estallaran alegres en mil embriones dispuestos a penetrar la fertilidad de su anfitrión .
Más tarde, frondosos y perfumados serán los custodios de la pureza del rio.
¿Qué salvaje progresista sería capaz de romper este ciclo infinito de vida?
Sólo tú cuando andas persiguiendo al becerro de oro!
Queuco lo bañó con sus suaves manos y allí se quedó el mochilero refrescando su cuerpo y pensando en el universo que lo contenía.
Respiró profundo atrapando inmedibles espacios de luz , donde confluían todos los perfumes del rio , aquellos que le robaba a las mariposas cuando ellas iban, leves, a mojar sus patitas ,y también esos aromas que se escondían en la profundidad de las aguas y que eran bebidos por las raicillas de los gigantes vegetales para lanzarlos , luego, al cielo azul de Ralco , que en este momento espiaba el cuerpo desnudo y liberado del mochilero .
Eran los años 70 cuando este viaje se estaba realizando. El mochilero atrapando murmullos silvestres y la dictadura buscando los fantasmas del comunismo y rompiendo libertades.
Las oleadas fétidas del aliento militar llegaban a todas partes y en cada rincón las metralletas mostraban su amenaza de muerte. Ralco y su gente soportaban doblemente esta presión del terror, dada su condición de campesinos y de indígenas. Binomio insoportable...
Estaba en el micro (ómnibus) que lo llevaría a Queuco el próximo pueblo después de Ralco, pero la hora de la partida era bastante inexacta, los mariachis saltaban de la radio del micro en estruendosa libertad y mientras la gente se iba acomodando en sus asientos los olores diversos se iban sentando en las paredes del olfato. Todo era color y movimiento, miradas y mariachi, alegría de retorno y saludos entre comadres.
De pronto una ráfaga de terror paralizó a los mariachis, a los mapuches y paisanos los paralizó el hierro del desamparo y todo fue silencio cabalgando en el sudor de la incertidumbre, cuando por la puerta de la micro irrumpieron dos carabineros armados cada uno con su característica pistola de servicio, pero esta vez llevaban unas metralletas que se fueron dirigiendo lentas y amenazantes al asiento donde estaba el mochilero. Usted, que anda haciendo por acá? Saltó la primera interrogante mientras el caño de la metralleta del acompañante se quedó a treinta centímetros del rostro del mochilero .Nadie hablaba, sólo el mudo rechazo golpeaba feroz sobre los verdes uniformes de los agentes del orden. Su identificación, fue la siguiente orden .El mochilero muy tranquilo, y sin la menor demostración de temor a estos señores del terror, les pasó su cédula de identidad y esperó el siguiente paso .Se podía esperar cualquier cosa donde reinaba la prepotencia.
Cosas del destino, el mochilero era amigo de barrio de Monsalve carabinero recién llegado a Ralco .
La metralleta cambió de lugar, la tensión se relajó y los mariachis se pasearon nuevamente desde los parlantes al último tímpano del micro.
El mochilero se bajó del micro y continuó caminando su viaje a Queuco, pero antes quiso dar otra vueltita por el pueblo, ahora que los ojos del terror bajaron sus párpados.

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Texto agregado el 20-01-2010, y leído por 339 visitantes. (5 votos)


Lectores Opinan
08-06-2011 Lamento leer tu cuento y comentarlo sin que puedas leer mi reconocimiento. Anduve por el valle del Queuco, por Malla Malla y Trapa Trapa, tuve el privilegio de conocer al Lonko Segundo Suarez Marihuan, a cuyo hermano lo asesinaron dizque los carabineros. NeweN
23-01-2010 Muy buen relato, y menos mal que el mochilero era amigo del carabinero. Conozco lo que cuentas porque pasajes así los he vivido muy de cerca, mis*******y un placer leerte. Yosep
21-01-2010 Sigue el Mochilero con sus esperanzas intactas. Mientras se sienta dueño de sus ilusiones, nada lo detendrá, ni siquiera las metralletas podrán hacerlo porque su esencia es dueña del “trueno y del viento”, y hasta que no consiga liberarse de la redes de la injusticia, este ser no dará un paso en retroceso. Hermoso mensajes que condensas en estas líneas: “¿Qué salvaje progresista se atrevería a lanzar una intención de muerte sobre aquellas aguas puras, frescas y bellas como la sensibilidad de una dama? ¡Nadie, salvo tú, cuando andas persiguiendo al becerro de oro!” Brillante pregunta y no menos inteligente respuesta. Seguiremos el próximo paso del Mochilero después de que haya refrescado su cuerpo y su alma. El baúl de tus exquisitas imágenes sigue reproduciéndose cada día. Un abrazo. Sofiama
20-01-2010 Menos mal que la metralleta reconoció el rostro del amigo del barrio. Hermoso viaje de las semillas entre los remolinos del Queuco, que refrescan fertilidades. ¿Por dónde siguen los pasos del viajero? Saludos! manndrugo
20-01-2010 ahora que los ojos del terror bajaron sus párpados--muy gráfico , visualicé todo lo que narraste , eres muy Bueno , felicito =D mis cariños dulce-quimera
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