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El pescador caminó lentamente, cabizbajo, hacía su barca. Como dudando, sufriendo, la puso en marcha. Y cabeceando las olas, no demasiado violentas, la barca comenzó a alejarse de la isla.
Todo había terminado. Mientras la barca enfilaba hacia su puerto, allá lejos, el pescador salió de la cabina. Se quedó a proa, salpicándose de la cresta de las olas, que rompía su barca.
No quería mirar hacia la isla, donde quedaba su princesa. No quería mirar, pero el recuerdo venía fresco a su mente.
Hacía mucho que el pescador amaba a esa princesa. Le había entregado su corazón. Ella no lo aceptó. Lo cuidó con suavidad y ternura. Pero no le amaba. El pescador, desesperado, había casi mendigado su amor. Y ella no lo amó.
Pocas semanas atrás, ella dijo: “no te acerques mas” Y él se alejó, porque alejándose le decía “te amo”.
Pasaron varios días, pero la extrañaba. Y esa mañana sucedió. Navegó ansioso hacia la isla. Sentía el deseo de verla. Y la vio, sentada en la barca de un pescador desconocido, mirándole con amor. Fue dolor por un momento, odio por otro momento, y por fin, otra vez amor.
Ella había dicho antes: “no me preguntes” y el pescador, callando, le dijo “te amo”
Supo por ella que amaba a aquel pescador, y por eso ahora, sentando a la proa de su barca, lloraba sus lágrimas de despedida. No quería mirar hacia atrás. Delante estaba su isla, donde su mujer le esperaba como siempre. La amaba, y porque la amaba la princesa solo había existido como un cuento. Pero también la princesa se había convertido en deseo en lo últimos días, y ahora dolía mas alejarse. ¡Cuánto soñó atraparla bajo su cuerpo hasta llenarla de placer! Perder la esperanza dolía y dolía…
Sin embargo, el pescador se sintió aliviado. Ahora podría volver a su vida normal, tranquilo, junto a su mujer, sin pensar en la sonrisa hechicera de la princesa. Sería el de siempre.
Pero no pudo resistirse, y por fin, mientras la barca, ya adentrándose en el mar, se dirigía serena hacia su puerto, fue a popa. Y vio en la playa la imagen blanca y brillante de la amada princesa, abrazada ahora a su pescador. Amó sus ojos, amó su alegría, amó su fuerza, amó su dulzura y su frescura. Y amó haberla amado, haberse sentido enamorado. Amó los sueños que soñó, los “yo también” de ella, amó los roces de sus manos y los besos leves. Amó lo que empezaba a ser un recuerdo.
Y se alejaba la imagen, pequeñita ya. Se preguntó si ella ya no tendría la misma sonrisa, los mismos ojos, la misma alegría o la misma dulzura. Supo que sí, que ella sería la misma que siempre amó. Y levantó su mano hacia su boca, besó sus dedos y le envió, en un soplo, un beso de amor. Por supuesto, ella no escuchó aquel último “te amo…se feliz”

Texto agregado el 22-01-2010, y leído por 112 visitantes. (2 votos)


Lectores Opinan
22-01-2010 Gracias, es hermoso PENSAMIENTO6
22-01-2010 Es hermoso , con toda las palabras necesarias para un sueño de amor que se enfuma , me encantó =D mis cariños dulce-quimera
 
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