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Filiberto era tan pobre que cuando pudo comprar una hamaca la colgó de dos árboles con orientación diagonal en el rectángulo que tenía su bohío como patio. Y defendió, en contra de la postura de su mujer, su decisión con argumentos climáticos, atmosféricos y ambientales. Decía, que afuera el aire se respiraba puro y que un ventarrón difícilmente arrancaría de cuajo y al mismo tiempo las dos matas. También, que la lluvia podría lavar y desinfectar siempre su dormitorio aéreo.

Sin embargo, en el fondo, realmente lo que quería era echarse el plante y que todos supieran que ya no dormiría en el suelo. Así, que antes y después de trabajar en el conuco, era cierto que el noventa y cinco por ciento de ese tiempo lo gastaba oscilándose a la intemperie. Pero la desgracia que comportaba esa actitud, era el poner en evidencia sus ausencias de casa.

Efectivamente, lo de sacar del cuarto su intimidad trajo consigo que las siestas de su mujer y la comodidad con que las hacía, facilitaran el ‘monitoreo’ por parte de un vecino. Quién entendió que eso de reposar al aire libre y sus descuidados y constantes giros corporales sobre la hamaca eran un claro manifiesto de insatisfacción íntima. Asumiendo de inmediato un reto, cuya táctica la supeditó a una estrategia que dio resultados positivos en un corto período.

Sin contar conque un compadre de Filiberto, que muy de mañana y bien entrada la tarde, pasaba frente al rancho y que ante tal deshonra comprobada y verificada, quisiese poner al tanto de la situación al padrino de su hija. Aúnque, por demás, se le hacía muy desagradable, por las consecuencias, el cariño y la admiración que por la comadre hasta días antes había sentido.

Otro factor ponderable era lograr conseguirle despierto, ya que desde la compra, su compadre se había convertido en un ‘trombonista’ espacial. Y no solo por tener que interrumpir sus ronquidos, sino también, por cómo componer la historia de suerte que al contársela quedara anulada una peligrosa reacción. Y el lograrlo era asunto de tiempo, pero el tiempo a su vez, podría consolidar la traición y destruir un hogar que él respetaba en exceso.

De modo, que después de muchas cavilaciones se decidió a visitarle al conuco. Al llegar, lo primero fue organizar las palabras, lo segundo, justificar su presencia con un alegato que se disparaba de su real objetivo y luego de un breve cuento que funcionó como aproche, soltó el episodio. Pero Filiberto, quién permació de rodillas, ni siquiera frunció el ceño como muestra de sorpresa. Por el contrario, lentamente abrió su diestra para que su machete rodara y sin mirarle, cortó la frase que su compadre hilvanaba con extremo cuidado con un muy suave: --“compadre, está bien. Mañana mismo eso queda resuelto: voy a vender la hamaca”.--




Texto agregado el 30-01-2010, y leído por 371 visitantes. (14 votos)


Lectores Opinan
19-03-2010 Ironía fina bien llevada, el argumento por cierto, pinta un cuadro en acuarela Alejandra Correas
13-02-2010 Prosa limpia, ningún cabo suelto. Confieso que el cierre "admirablemente" violento. Expreso admirable porque dicha acción se inhibe en cuanto la sensatez vuelve a Filiberto. Cox
13-02-2010 Muy bueno tu cuento. No me esperaba ese final. Tienes mucha imaginación, o ¿eres el vecino? Jjaajaj. Un abrazo. Sofiama
08-02-2010 Excelente relato.***** susana-del-rosal
05-02-2010 Realmente es un cuento muy bien articulado que deja un agradable regusto al terminar su lectura. Un abrazo y 5* jardinerodelasnubes
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