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Por qué. Ambas vidas, ninguna murió al nacer, ni siquiera murieron las dos y ni siquiera yo perezco espantado al verlas día a día moverse y coodinarse, horrorosamente lindas de ojos azules dos rostros inocentes. Un solo par de piernas, una cinturita, un solo trasero y un único útero, mas de la cintura nacen dos espinas dorsales, dos pares de pulmones y dos hígados. Un mismo sistema circulatorio. Una de las cabezas (Cecilia) permanece constantemente de costado; Soledad llora en silencio conmigo sin decirnos nada en absoluto durante la noche, hace mas de ocho meses que no hacemos el amor. Hace siete años de Cecilia y de Julieta; una desea ser maestra y la otra manejar lanchas. Quieren casarse. Ser felices.
Oyendo este movimiento de Rachmaninoff distingo en el techo de nuestra habitación el mismo firmamento aprendido a ver en Ranchos, con muchas nubes moviéndose por sí solas. Es al compás de esta armonía lenta como de película, Soledad, como vos decís: parece música de película, una con los dos tirados en el pasto de Ranchos. Luego las nubes se me ponen rojas y siguen desplazándose y seguidamente el cielo se transforma en negro con las mismas capas rojas. Y el pasto prosigue siendo el pasto. El vacío es dispar entre cielos aparte del celeste, uno distinto, son dos en realidad. Las nubes se hacen un colosal borrón blanco y rojo, luego toda una mancha blanca y maloliente, y densa. Me acuerdo de una figura sin rostro queriendo partirme a la mitad con una lanza, me separó los testículos y los introdujo en su boca, lo propio hizo con mis nalgas y con los dedos. Mi cuerpo íntegro pactó con el aire un silencio descuartizado y esparcido en el cielo, ahora tal un charco descomunal y cándido. Un charco al que debía besar, no sé. Soledad, fue un fangal como de una cara divina a la que debía mimar. El paraíso fue otro cielo y las nubes un lago: eso es: un lago. A veces quisiera que el silencio no me sea insoportable y aturdido.
No sé, Antonio. Cómo poder saberlo; no seas así conmigo, no me obligues si no quiero; estoy muy dolorida. Me golpeaste anoche y quedé morada: mirá. Además no disfruto así, no te deseo por ahora. Entre ambos cráneos hubo que amputar un tercer brazo, recuerdo la manito envuelta color violeta en un náilon medicinal: la arrojaron como en un cesto de basura. Mis niñitas. Estoy agotada mi amor, mi bebé tiene dos cabezas. Ahora lucen el rubio pelo largo y lacio y perfumado, asisten a la escuela como si nada. Yo las amo, esto es muy embarazoso y siempre lo será; yo las amo por que soy la madre. Me duele saberte nervioso aún: sé que vos también las amás, lo observo porque sos tierno con ellas. Las sacás a la plaza de Pasco y Alsina donde está la calesita en la cual veo tu llanto, yo desde nuestro balcón. Te miro casi los ojos, yo las miro con vos porque son mi familia. El dolor tuyo es por el horror de otros niños, el asombro de las señoras, el “no te acerques” de otras madres. Julieta siente todo el lado derecho desde la cintura hacia abajo, Cecilia tiene ganas de hacer pis en momentos diferentes. No fue necesario enseñarles a coordinar los movimientos ni a caminar. Hasta aprendieron a nadar en la pileta de Ranchos el verano pasado, hasta ayer sacaron la sortija. No mamá, la saqué yo. Yo te ayudé, sí, pero la saqué yo. Porque papá me enseñó ayer cuando vos te dormiste; fue después de que nos llevó a hacer caca, le gusta la porquería. A él le gusta vernos hacer caca y secarnos la cola. Ya sé: nos baña también aunque nosotras ya sabemos.
Se duerme con nosotras porque también lo prefiere. No, le gusta dormirse conmigo, él me quiere a mí, a vos no porque tenés torcida la cabeza; acordate de lo que dijo ayer. Le dijo a mamá que sos un moustro. No, le dijo a mamá que vos sos un moustro. Para mí no somos eso. Les compramos dos remeritas iguales, una sola bombachita rosa; una se echa la culpa a la otra por haberse hecho pis encima: enuresis. ¿Qué?. E – nu – resis. La puse a secar al sol, queda con un vaho terrible y debe ser por las pastillas que ingieren. Queda con olor a moustro, a menstruación extraña y prematura, posee una fetidez cual parece desvanecerse luego de mucho olfatearla. Es suave. Tiene olor a mierda: vomité del asco la otra noche sin que Soledad se despierte. Es sedoso como el camisoncito tejido por la abuela, como cuando las visito mientras duermen y les levanto el camisoncito y se les ve la colita respingada. Y mientras estoy con ellas les beso la nuca, intento que el jadeo no las despierte puesto que no deseo sus charlas de niña, porque fue Julieta quien despertó y debí acariciarla y besarle la boquita mientras sollozó despacio.
Papá, vos me querés a mí, yo te siento el olor ese que es tuyo solamente. El otro día se me acercó un señor que tenía el mismo olor, debe ser que todos los señores tienen olor a señor. Pero vos sos mi papá y sé que antes, hace mucho fuiste un nene. Y los nenes tienen pito, y todos en el colegio hablamos mucho de eso con los nenes que tienen pito. Hay dos nenes que nos mostraron el pito. Papá: a mí me gustan tus abrazos muy pegados. Papá: los pitos de los nenes son chiquitos: ¿por qué?. Jurame que no le contás a tu maestra cómo papá te hace mimitos, prometeme que no le vas a decir nada a mamá. Papá: me hace hacer arcadas tu lengua, me da ganas de vomitar porque a veces tenés olor raro; una vez hicimos una travesura: tomamos un sorvito de vino del vaso del abuelo, y el olor es ese, vos tomás vino antes de venir a verme a la noche.
Antonio, dormís muy pocas horas, tenés que acostarte más temprano por tus horas fuera de casa, son demasiadas. Las nenas están contentas en el nuevo colegio de Barracas, Julieta está más calladita que Ceci.
¿Sabés?, Julieta tiene sensibilidad de la cintura para abajo. Qué decís. Julieta puede llegar a sentir un orgasmo, es la única que puede hacer el amor. Eso siempre me lo pregunto, mi amor. Ya le consultaremos al especialista, ahora dormite. Papá me quiere más a mí, papá se va a casar conmigo. Y mamá se va a casar conmigo. Las mamás no se casan con las mujeres, se casan con los hombres que tienen pito. Él me quiere, él tiene un pito grande y no tiene olor a nada, a veces a jabón pero no tiene olor a nada, a veces tampoco tiene gusto a nada. Antonio, Julieta está peleadora, ya van dos veces que se pelean. Dejalas porque es normal. Te llamé para eso. Llamame todas las veces que quieras; sabés que no hay ningún problema con García.
Oyendo la sinfonía creo soñar a Beethoven mirando mi cielo de Ranchos y tirado en la laguna, viendo la luna bailoteando en las ondas del agua barrosa. A continuación divisé de nuevo al arponero quien cortó mi genital y ante mi grito aterrorizado abrió las fauces mientras bebía el hilo de sangre suspendido en el aire. Luego lo masticó, ahí fue cuando me desperté y te dije que me sentía mal, y me levanté al baño. En esta ocasión el ser misterioso separó la luna de un solo impulso con una espada, la clavó en ella y esta era como si latiese roja, luego ennegrecida. Hubo en mí urgencia de besar el charco moldeado por la luna blanca en la noche. Una mancha inmaculada y olorosamente bella y violenta como los coros del techo. De Beethoven en la música. A cada compás el espacio se alternó entre celeste y negro, las nubes blancas y rojas.
Si subsiste Dios es como un castigo de Dios. Tener un adefesio así es un escarmiento de una Omnipotencia inaguantable cual no sólo vigila lo que hago sino hasta justo lo que reflexiono. Un Dios así es único temible y poderoso: Soledad, me estoy sintiendo enfermo. Pienso incesantemente en Julieta y en Cecilia pero más en Julieta, un Dios bifurcado como una herida sangrienta, como un río que va a Chile y también desemboca en el Atlántico: ¿te acordás?, Cuando fuimos al Sur. Dios mío, un Supremo únicamente mío cuando en soledad eyaculo un esperma corto en el inodoro, con la vista perdida como cuando era adolescente y me masturbaba con cualquiera. Pero ahora temo que es con Julieta, con la colita parada que tienen. Una única colita como un único Soberano al que deben compartir, una misericordia por la mitad. Es odioso porque ella no siente y ella sí. Sólo una podrá acaramelarse y fornicar, y quién osará desvirgar una criatura deforme y horrorosa. No sé. No lo sé. Dios sabe del dios del que hablo. Él me atormenta pues está quieto en cada pensamiento mío a todo instante. Ella tal vez comiencen por no sostener su situación, Antonio, acaso llegue el día en que nos digan que no pueden soportarse.
Yo creo, mi amor, que eso puede llegar tarde o temprano. Ellas no pueden separarse, Juli y Ceci pueden morir y así separarse porque la vida es de cada uno y tal vez no se toleren en adelante. Es un vaginita suave, yo las baño. El vapor de la ducha me recuerda a una nube de estremecimientos cual encubre un moustrito femenino parecido a una “y” griega. El vapor del baño no les permite verme onanista, mi placer íntimo lento y veloz y precoz: cuatro senos, me pregunto si serán dos pares enormes, me pregunto si haré de ellas una algo más que un increíble “caso de la humanidad”.
Las chicas recién terminaron de pelear, una tiene un rasguñón en la mejilla; te llamé para eso. Llamame dentro de una hora para ver cómo siguen.
Hubo la noche en la que mi ensueño fue un semidiós hermoso y joven, mantuvo un desmesurado pene cual succioné y del cual besé luego un charco blanco. Me amó mientras sentí sus brazos duros y él sintió mis gritos y me fornicó violentamente: soñé con un movimiento rápido de Rachmaninoff, vi el matiz del otro cielo entrar por mis ojos. Me codicié con el trasero respingado y atractivo y sin ningún pelo horrible de hombre, me sentí niña. Tuve vagina y amor celestial diferente. Me había puesto una bombachita rosa con la que jugaba: me metía la parte de atrás entre los glúteos y bailaba. Bailé por y para mi titán hasta crecerme unos senos encantadores, él me hizo beber desde su pene; yo tímidamente quise besarlo pero él me golpeó. Escupí mi corazón, lo tomaron dos manos formidables que debieron ser las del Dios mismo. Ambas estas manos lo acariciaron como quien acaricia un cachorro de perro. Soledad, ahí desperté sobresaltado, por eso te desperté, disculpame.
Antonio, Julieta tomó un cuchillo de la cocina, lo clavó en el pecho de Cecilia.
La operación de aquel dos de setiembre de mil novecientos setenta y dos duró cerca de catorce horas, fue preciso anestesiar las dos niñas. El tipo abrió el torso de Ceci y relató que tuvo el corazoncito en la palma de la mano. Creyó en la muerte de ambas, supuso un suicidio cobarde por parte de Julieta, el psicólogo fue quien lo supuso.
Soledad creyó en Dios. El tipo masajeó el corazón casi por instinto o debido a un increíble profesionalismo; el tronco bifurcado pareció una enorme raíz reiterada y blanca a modo de un gigantesco bache de vómito, y muerta, con dos rostros cercanos a dos cielos distintos: mis dos cielos con mis niñas dentro.
Los dos cielos de Beethoven y Rachmaninoff, los sonidos producidos por mi propio cuerpo al ser seccionado por el semidiós de los sueños. Mis dos vidas desde siempre en Ranchos y Buenos Aires. Todas las voces mías desde el infierno insoportable del silencio, por completo las voces de Dios rogando clemencia y lanzando hastío siniestro y maloliente. Voces con mal aliento. Caminos hacia dos lados comprimidos en uno mezclado con algo de odio, de vacío maldito. Acaso de muertes femeninas, las mismas vestidas de noche.
El tipo logró lentamente reanimar el minúsculo músculo involuntario de Cecilia. Las chicas estuvieron en terapia intensiva y la herida del corazón milagrosamente cerrada poco a poco; las cuidaron los abuelos por muchos días sobre todo cuando estuve trabajando en San Antonio y en Resistencia. Cecilia sigue en rehabilitación, tal vez en una perpetua mas jamás en la vida mejore del todo. Las niñas derraman lágrimas aún, Antonio, ahora te llamo por eso. Te llamo ya que no hay problemas con García: te vi varias veces desnudarte delante de las chicas, te espié y te lo digo ahora; te vi pasarle los genitales a Julieta y balancearte sobre ellas. Te vi hacerles comprometer a ambas que nada dirían, ambas sintieron tu sexo y hasta llegaron a enamorarse perdidamente de vos, te celaron, se enfermaron, y cometió esa locura Julieta de querer desaparecer a Cecilia. Te vi besar el vómito de Julieta esparcido en el suelo luego de introducirle el sexo hasta la garganta. Te vi besarles la vagina. Querido, estuvimos nosotros más unidos que ellas, nosotros estuvimos unidos por la idea macabra de separarlas. Por qué tanto sufrir. Mi amor, por qué no fuiste vos quien las separe de Dios, por qué no te deshiciste de Dios, Antonio...

Texto agregado el 03-02-2010, y leído por 135 visitantes. (1 voto)


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