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En Uruguay, el 25 de agosto es el día de la Independencia. Desde hace más de 20 años, se ha hecho muy famoso el día 24, el festejo de la llamada " Noche de la Nostalgia" , en el que la gente sale a bailar "old hits". Tanto éxito tuvo, que la gente viene de Argentina, Chile y Brasil especialmente a las mega fiestas que se ofrecen en diferentes lugares. Se arman pistas con música de los '60,'70,'80, '90 y todos "regresan en el tiempo", vistiendo, actuando y disfrutando como en aquellos tiempos hasta altas horas de la madrugada...igual, al otro día es feriado no laborable y todos pueden dormir.



La vida de Esteban se había convertido en un mar de desencantos. Los años habían pasado, y, a pesar de su buena apariencia, educación y carisma, no había logrado concretar una relación estable con ninguna de las mujeres que había conocido hasta el momento.

Esa mañana el calendario marcaba el día de su cumpleaños número cuarenta. Se miró al espejo y se vio viejo, en ese momento se percató de que la lozanía de su rostro juvenil y encantador estaban desapareciendo. No había marcha atrás, los surcos en la frente habían llegado de a poco, disimuladamente, debajo de la lacia cabellera castaña, para quedarse.
Un alud depresivo lo invadió y no tuvo ganas de ir a trabajar, tampoco de recibir saludos de nadie, así que desconectó el teléfono de línea y apagó su celular. Había decidido evitar ser localizado, no importándole la preocupación que ello pudiera ocasionar a sus allegados.

—24 de agosto —dijo susurrando, con una expresión triste en su rostro. Hoy es la Noche de la Nostalgia. ¡Qué ironía!

Después de una larga siesta en la que mil sueños lo apabullaron, se dio una ducha, se vistió, agarró las llaves del auto y salió. Manejó largo rato sin rumbo, hasta que localizó, en una esquina lúgubre, un bar de aspecto triste, como la mayoría de ellos, pero con el que, por alguna razón, se sintió identificado. Entró, percibió el olor a humedad y a cosas añejas. Una telaraña pendía en el rincón desde el pico de una botella recostada sobre la repisa. Se sentó en la barra, saludó al cantinero y miró a su alrededor, observando el territorio.
Sólo un parroquiano, con los dedos de sus manos entrelazados alrededor de una copita de algo… se ubicaba en una mesa contra la ventana de vidrio esmerilado, la que no dejaba ver hacia afuera. La luz era tenue.

—Buenas tardes, ¿le sirvo algo?—preguntó el cantinero amablemente.
—Si, por favor, empecemos por Escocia. Un whisky on the rocks doble, por favor.

Esteban saboreó el líquido color ámbar, trago por trago, mientras pensaba en Lou Ann, aquella esbelta azafata escocesa que había conocido en uno de sus viajes a Las Islas Británicas. Luego de la tercera medida, al terminar el último sorbo, sintió que el avión desaparecía de su vista, como despareció ella sin decir más.
Miró su reloj y pensó: la noche es joven aún, así que levantó su dedo índice indicándole al corpulento cantinero otra vuelta.

—¿Doble?—preguntó con cierta preocupación.

_ No, esta vez viajo a Rusia. Sírvame un vodka.

Vino a su mente Natasha con sus voluptuosos y turgentes senos, sus caderas firmes y esa voz con acento eslavo que la hacía tan singular. En bruscos movimientos de cabeza hacia atrás, vació de corrido dos vasos del aguardiente que recorrió su garganta como una llama. Chasqueó sus dedos y comenzó a tararear “Kalinka” al tiempo que empezó a mover sus brazos a un lado y a otro, llamando la atención de los dos hombres del lugar que lo observaban tratando de entender.
El fuego que le corría por el cuerpo le recordó al que había sentido al recorrer el blanco y carnoso cuerpo de Natasha a orillas del Volga.

El cantinero le acercó a Esteban un platillo con maníes para que el alcohol no le hiciera tanto efecto. Él tomó un puñado, lo masticó con ganas y ya con el ánimo cambiado, más desinhibido, miró a la vitrina y señaló la elegante botella de cognac Napoleón al tiempo que exclamó:

— ¡Rumbo a Francia! Lo quiero en copa caliente, como Stephanie. Aquella dulce francesita que me susurraba canciones de Charles Aznavour mientras hacíamos el amor en Toulousse. “c’est la vie….”

Así siguió su periplo etílico por Italia, España, Brasil recordando a Antonella, a Dolores y a la dulce bahiana Daniela , hasta que cayó totalmente dormido sobre el mostrador.

Luego de un largo rato de profundo sueño, abrió apenas sus ojos cuando el cantinero, sacudiéndole el brazo le preguntó si podría manejar en ese estado de regreso a su casa.

Algo confundido y con voz entrecortada le contestó:

— Hoy es mi cumpleaños número cuarenta, ¿me oyó bien?, cuarenta. Soy un fracasado en el amor, tengo cuarenta años y estoy solo como un perro callejero. Tengo dinero, tengo una profesión pero no tengo amor. Ninguna se quiso quedar conmigo. ¿Por qué? —le preguntaba angustiado agarrándole el cuello de la camisa, acercándolo a su cara, expeliendo un aliento alcohólico insoportable. Estoy nostálgico, triste, no lo puedo evitar. Acá me ve, La Noche de la Nostalgia, borracho, en este tugurio con ustedes dos que ni los conozco… ¿por qué?

Lloraba como lloran los borrachos.
Después de un rato se tranquilizó y preguntó:

—¿ En qué país quedé?

Texto agregado el 04-02-2010, y leído por 175 visitantes. (4 votos)


Lectores Opinan
12-02-2010 muy bueno,pero el final genial.Mira que le quedan lugares por visitar,si sigue asi llegara a los 41 sin haberse ido del bar******* shosha
10-02-2010 Me gustó mucho tu narrativa: precisa, directa y con fuerza. Sofiama
04-02-2010 Bueno, vamos a contarle a Esteban que hay mujeres de 40 que rajan la tierra que pisan, así que mucho problema no tiene. El problema de Esteban es de tiempo. Tal vez necesite volver a creer… digo yo. /// Paseaba mucho don Esteban ¿no? logan5
04-02-2010 Un cuento encantador y un final más que apropiado.Mis******* almalen2005
 
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