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Amor, ¿sentimiento o arte? Diría más bien idioma. Sí, el amor es un idioma al que cada quien dependiendo de las experiencias adquiridas le da una interpretación, y, así, cada quien lo concibe y lo expresa como lo permite la naturaleza de su ser.

Es ahora como puedo decir que yo amaba a esa mujer, o no se si a sus cualidades. Es más, me atrevo a decir que ella me amaba, aunque... ya no se si a mis cualidades. Imaginando que otra persona albergara sus cualidades, no sé…tal vez un hombre, por supuesto que no lo amaría. Imagino que ella por su parte, estando inversamente en la misma situación en que de mis cualidades fuera poseedora una mujer, no por ello la amaría, en definitiva. Viéndolo desde otra perspectiva: que ambos hubiésemos sido físicamente los mismos pero con otros atributos; ¿nos hubiéramos amado? Que enredo, creo que será fundamental echar un vistazo al recuerdo.

A grandes rasgos, éramos una pareja dispareja. Discerniendo uno al otro en gran parte de nuestras opiniones, sin embargo, ella enloquecía con un beso y yo era fanático de su piel. El jugo de las almas siempre en los labios flota, razón suficiente para que, sin titubeos, saciáramos la pasión con la boca y, en días de sed, ella, como manantial, siempre estaba llena de agua; yo corría a beberme sus enjuagues de mujer hasta fundirnos y emanar una misma alma, después, en el intersticio del amor, sólo quedaba espacio para un afable beso.

Optamos por quitarnos la ropa del pudor y tenderla para siempre al olvido; la dejamos colgada en la ventana pero, lamentablemente, la pasión es sólo un reloj de arena, es una nieve dulce, la cual, uno decide si la saborea lenta y minuciosamente como descubriendo un mundo nunca antes visto; lamerle queriendo probarlo todo más nunca terminárselo, o bien, por el contrario; comerlo descomunalmente, voraz y de tres bocados chuparse por completo aquel exquisito néctar dejando sólo residuos de miel dentro de aquel cono poseedor del deseo. Después, sólo queda aferrarse a los residuos hasta asolar el cucurucho. Hay que ser fuerte. Cuando el vino de la pasión esté en punto de ebullición, hay que apagar por completo la flama y no dejar que lentamente se evapore por miedo a perder la llama.

Mientras observaba la nubes de vapor que emergían de la pasión, de nuestra pasión, miraba con sigilo como me consagraba a ella, y, mientras más era mi devoción, más me alejaba del mundo, me fui olvidando lentamente de mí y del amigo que velaba por ella y sus sueños pero, ¿cómo no olvidarme? ¿Cómo no olvidarlo? ¿Cómo poder amar sin poseer? ¿Cómo sentirse querido sin sentir que nos falta el aire? Amar es un pretexto para adueñarse de la otra persona, o al parecer así lo concebimos puesto que ya no nos preocupaba lo que nos hacia felices, por el contrario, éramos prudentes con los detalles que no nos producían enfado. Ella por su parte, se alejó de la sociedad por miedo a propiciar un problema. Que triste, nos alejamos de nosotros mismos. Éramos libres viviendo nuestra esclavitud. Minuciosamente le colocamos hilos a nuestros actos hasta secar aquel milagro. Los destinos se empezaron a cumplir: lo dulce trajo lo amargo. Comenzamos a estar ausentes y, con una tristeza antigua, la rueda de la vida nos llevo a otros hemisferios meramente desconocidos. En esos terrenos desolados, inhóspitos, donde el feudal era el asombro, me anestesie la mente y ella se hizo duro el corazón; en consecuencia empezó a reflejar felicidad en un cuerpo enojado. Yo, desconcertado, compraba un poco de disposición melancólica como quien compra un algodón de azúcar; y ella, talvez, camino a verme se hacía instalar fobia, obsesión y angustia.

Veladas perennes que pasábamos el uno al lado del otro adivinándonos, y yo, sin querer, como se me hizo costumbre, soltaba un reproche, lamentablemente sin fijarme en la nueva depresión maniaca de ahora, con el tono de quien dice pero sin darme cuenta que su vestido es nuevo, y ella, como espejo, soltaba al tejado reclamos ambiguos como quien expulsa un malestar añejo pero sin darse cuenta, en absoluto, que mi cabello está más corto.

Exploraciones más intimas en la que ella me explicaba: es que he cambiado mis sabores, no quiero seguir siendo la tonta con sabor amargo en la garganta. No quiero ser la incauta que te sabe a agrio limón. Yo, por mi parte, descubriendo el absurdo en mi rostro de hace seis años, ahora otro tan distinto pero más mío. Variación de Posturas, de ritmos y de horizontes.

Ahora, acompañado de la soledad, adviene la reflexión de que todo ser que en su momento se ama y que, fortuitamente se elige, no es más que el tiempo y sus sorpresas. Ahora sobrevive la aversión y conmiseración nata para aquel par de entes tan diferentes que hace tanto se escogieron.. Ahora el gusto de esta saliva ávida y melancólica, golosamente sabiendo que mañana podrá ser amarillo y saber a miel, ó ser el mismo amarrillo y saber a limón; podrá, talvez, ser gris azulado y saber a dulce hierro; o incluso, ser sulfuro y ser escupido, pero nunca el pasado instante, ese nunca... nunca.



Junio. 2008

Texto agregado el 06-02-2010, y leído por 98 visitantes. (1 voto)


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