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Era una mañana de agosto, el sol radiante hacía lucir los campos ¡hermosos! Los pastizales, las siembras de trigo, brillaban como oro en un pequeño pueblo en las afueras de la ciudad de la serranía ecuatoriana. En este pequeño pueblo vivían muy pocas familias, las que se dedicaban a la agricultura y cría de animales para el consumo doméstico. Aquí nació Juan, hijo de padres maravillosos, quienes lo adoraban por ser además su único hijo. A la corta edad de catorce años Juan se quedó huérfano tras la trágica muerte de sus padres en un accidente automovilístico. De él se hizo cargo su única pariente, una tía abuela de muy avanzada edad. Apenas cumplidos los dieciséis años se casó con su novia, quien estaba embarazada. A los dieciséis años y medio, Juan se convirtió en padre, su querida mujer le dio un hermoso y fuerte barón, ella apenas tenía quince años. Como que el tiempo se les acababa, la pareja tuvo tres hijos en seguidilla; en poco más de tres años ya era numerosa. La sui generis familia, no parecían padres e hijos sino hermanos, unos niños con niños, pero vivían muy felices. Ella hacía trabajos manuales en su casa, y el, también en su casa, trabajaba para algunos arquitectos elaborando puertas y ventanas de hierro, oficio heredado de su padre. Su situación económica era buena, y la relación entre ellos era mejor.
Había transcurrido poco más de un año después del nacimiento de su último hijo, la esposa de Juan enfermó de gripe, al parecer algo pasajero, sin trascendencia; sin embargo Mili cometió una imprudencia, la cual complicó su estado. A eso de las seis de la tarde la fiebre se presentaba muy alta; Juan, al llegar a casa, se encuentra con esta desagradable noticia; sus tres hijos se encontraban alrededor de su madre, quien yacía en su cama volando en fiebre.
- Mili, ¿cómo te sientes?
- Estoy bien, no te preocupes, es solo una gripe, ya me va a pasar.
- ¡No! ¡No! No debemos dejar que esto se complique más, ¡Si estás ardiendo en fiebre! Voy a traer un médico, vuelvo en seguida.
Pidió a su hijo mayor cuidara de su madre mientras el regresaba con el médico, alrededor de una hora entró con él doctor a la casa; al profesional solo le basto ver a Mili, para darse cuenta de su delicado estado de salud; después de revisarla confirmó sus sospechas y rápidamente dispuso se le trasladara a un centro de salud.
- Su esposa tiene bronconeumonía, debemos internarla de urgencia, vamos, no podemos perder tiempo.
Salieron camino al hospital en el carro del médico; ingresó por emergencia y pidió se la interne de inmediato; después de dos horas de estar en el hospital, salió una enfermera muy afligida ¡Con su cara lo decía todo! Mili había muerto. Juan casi enloquece, no podía resignarse a perder a su Mujer, a la madre de sus hijos, a quien era todo en su vida; después se quedó mudo, no articulaba palabra, estaba solo con tres hijos tiernos; el mundo se le vino abajo.
Los niños no entendían lo que estaba pasando, ajenos al dolor de su padre, aún no tenían la suficiente conciencia para dimensionar lo sucedido, a excepción del primero a quien si le afectó. Pasaron dos largas semanas, que para Juan fueron terribles, no podía soportar la ausencia de su esposa, de su compañera con quien habían soñado y planificado tantas cosas. Todo en la casa era un desastre, su trabajo se complicó, no podía entregar algunas obras por cuidar de sus hijos, sin embargo como era un buen trabajador honrado cumplidor, tuvo mucho apoyo de los arquitectos para quienes trabajaba, los que en lugar de abandonarlo, le dieron apoyo y hasta gente para que lo ayuden. Habló con sus hijos, y les pidió que lo ayudaran a salir de esta crisis, dándoles al mismo tiempo ánimo, prometiéndoles que lo lograran y saldrán adelante; el más grandecito se cargaba una responsabilidad muy grande y prematura, pero al parecer estaba dispuesto a lo que viniera. Al poco tiempo de la muerte de su esposa, Juan al verse complicado con la atención a los niños, contrató los servicios de una muchacha para que lo ayudara con las labores de la casa y de los cuidados a sus hijos, pero siempre el estaba pendiente de ellos, sin descuidarles ni un minuto en cuanto podía.
El tiempo iba pasando y las heridas querían cicatrizar. Juan se había estabilizado en su trabajo y gracias a los arquitectos para los que trabajaba, este se había incrementado de manera notable, al extremo que tuvo que buscar la ayuda de dos personas más para poder atender la demanda que tenía; ya no solo trabajaba en hierro, sino que ahora lo hacía en aluminio y vidrio, lo que hizo que sus ingresos se incrementen. Después de dos años de la partida de la madre de sus hijos, Juan ya era un pequeño empresario, tenía a siete operarios a su cargo y una secretaria; podía pensarse y así se veía, el camino al éxito se le hacía muy corto.
A pesar de su trabajo, Juan jamás descuidaba a sus hijos, no había fin de semana que no saliera con ellos desde el sábado tarde, regresando a su casa el domingo por la noche; en verdad eran momentos increíbles los que disfrutaban juntos. Los niños adoraban a su padre, el era todo para ellos, se habían convertido en sus cómplices y muy rara vez le ocasionaban algún pequeño problema, - natural en los niños- .
La vida les sonrió a Juan y a sus hijos a pesar de la prematura partida de su esposa y madre; el mayor de ellos ya tenía catorce años, estudiaba en el colegio en donde siempre salía con honores, gran deportista, en realidad un hijo modelo. Los otros dos, no eran la excepción, jamás daban problema alguno, cada uno se distinguía en alguna disciplina, bien en fútbol, en básquet, en realidad se trataba de unos niños muy sanos, responsables y comprensivos; empero su mundo no dejaba de girar alrededor de su padre y sus hermanos, ellos eran realmente uno para todos y todos para uno; le tenían tanta confianza a su padre, que jamás le ocultaban nada, siempre le consultaban y lo apoyaban en todo.
Juan se había convertido en un empresario, tenía cuarenta trabajadores a su cargo, era un hombre de negocios; ayudado por sus hijos las cosas marchaban muy bien, de lo cual estaba muy agradecido con Dios, pues era muy creyente.
A sus 40 años Juan aún se mantenía viudo, por el momento no le interesaba tener una relación estable, le bastaba con sus hijos con quienes disfrutaba al máximo su vida, en realidad los cinco eran como los dedos de la mano, el uno necesitaba de el otro y se apoyaban mutuamente, ya no había padre e hijos, lo que había eran cinco amigos, cinco hermanos a los que la vida les trazó caminos torcidos, los cuales ellos supieron enderezarlos.
Los principios inculcados por Juan a sus hijos eran realmente sólidos, les enseñó el respeto a los demás, el respeto consigo mismos, a dar sin pedir nada a cambio, les enseñó a extender la mano al necesitado, a no ver las debilidades en los demás sino rescatar las cosas positivas aún del más equivocado de los seres humanos; para ellos criticar a sus congéneres era algo que no se encontraba registrado en su código genético.
A David, el primero de los hijos de Juan, le gustaba mucho correr en karting, estos pequeños coches que imprimían muy buenas velocidades, “le hacían perder la cabeza”. Su padre, orgulloso de verle competir, siempre lo apoyaba, cada carrera la vivía con su hijo como si fuera él quien corría, así mismo sus hermanos, eran sus principales fans, su ídolo corría y no podía dejar de acompañarlo en cada competencia. Por su parte el segundo de ellos Pepe, era un aficionado de la pesca, del andinismo, de la travesía por la montaña, cada aventura era diferente, cada aventura los hacía vivir al máximo, pues su padre y sus hermanos lo acompañaban a sus excursiones cada vez cuando podían, lo cual les unía aún más; los tres practicaban taekuondo, pero jamás lo utilizaban de mala manera.
Cierto día salieron a una de las excursiones organizada por Pepe, este los llevó a una caminata por la costa, fueron a visitar un río al que muy poca gente iba por lo difícil de la ruta de acceso, pero que era una verdadera maravilla. Pepe guiaba a sus hermanos y a su padre, quienes confiaban ciegamente en los conocimientos y en su prudencia para guiar; claro que su padre no dejaba disimuladamente de brindar las seguridades del caso. En la travesía debían cruzar un río de un lado al otro, pero debían hacerlo desde la montaña, por una cuerda colocada en un árbol atada su extremo al otro lado. Su padre advirtió que esa cuerda no era lo suficientemente segura para cruzar, que al parecer esta estaba un poco desgastada y malograda. Si la cuerda se rompía quienes cruzaban caerían directamente en una gran piscina natural formada en el río; sin decirlo menos, este pozo llamaba a clavarse en el, una agua cristalina y brillante, mansa y coqueta. Pepe, quien era intrépido y aventurero, dijo a su padre que no se preocupara por nada, que si caían, esas bellas aguas los recibirían con los brazos abiertos, pero a su padre le preocupaba la tremenda altura en la que se encontraba la cuerda. El menor de sus hijos, quien era más audaz aún que sus hermanos, en forma burlesca, pero respetuosa, insinuó que su padre tenía miedo.
- Papi, seré el primero en pasar.
- ¡No Julian!
- ¿Que pasa Papi? ¡Si caigo, caigo al agua! ¡Sé nadar bien!
- ¡Julian! Son como veinte metros abajo, puede ser muy peligroso.
- Papa lo que pasa es que tienes miedo, ¿Qué pasa? ¿Dónde está ese hombre que no teme a nada, ese que nos hizo aprender a no tener miedo, a no huir?
- Sí hijo, una cosa es ser valiente y otra es ser imprudente.
Pepe, quien conocía el río, solo reía al escuchar la discusión entre su hermano y su padre; con picardía algo ocultaba y no lo rebelaría, era como que guardaba una sorpresa.
- ¡Tranquilos! ¡No se preocupen! ¡Yo lo haré primero!
- ¿Por favor Pepe, estás consciente de lo que haces?
- ¡Calma David! ¡Relájate! En la vida hay que arriesgarse, así nos ha enseñado Papá; él y Mamá lo hicieron, recuerda tenían solo 15 y 16 años.
Pepe se dispuso a subir para colgarse de la cuerda y pasar hacia el otro lado, en verdad la altura parecía demasiada para arriesgarse a caer, pero a Pepe eso le tenía sin cuidado. Con un grito de Tarzán, Pepe, ya colgaba de la cuerda.
- ¡Los espero en el otro lado, niños!
- ¡Pero Pepe!
- ¡Papá! ¡Uno menos que alimentar!
- ¡No hagas esas bromas y baja de ahí!
- ¡Padre; cuida de mis hermanos!
- ¡Por favor Pepe!
Pepe se dispuso a cruzar, después de avanzar unos pocos metros, se detuvo, aparentemente no podía continuar.
- ¡Que pasa Pepe! David, ayúdame no puedo seguir.
- ¡Espera! ¡No te muevas hermano, estaré contigo en unos minutos!
- Julián, necesitaré de tu ayuda, por favor sube conmigo.
- En seguida hermano; voy contigo.
- ¡No! No lo hagan, no se muevan de donde están iré Yo.
- No Papá esto no es para ti, tu eres muy pesado, quédate, es hora que nosotros nos hagamos hombres como tú.
Subieron los dos en el cabo y se unieron con su hermano ante la desesperada e impotente mirada de su padre.
- Papá, en realidad esto está muy difícil, no podremos cruzar ni regresar.
- ¿De qué hablas hijo? No se muevan los ayudaré.
- Padre si subes la cuerda se rompe.
- ¡Pero David! No me digas eso ¡Debo hacer algo!
- Papá, solo despídete y nos vemos abajo.
Gritaron en coro de una forma un poco en serio y en broma.
- ¡Adiiióooosssss Papáaaaaaa te quereeeeeemos!
Se soltaron de la cuerda dejándose caer hacia el abismo, su padre no lo podía creer, veía descender a sus tres hijos abrazados, en una caída que parecía no tenía fin.
Los tres entraron al agua con fuerza, tardando unos momentos en salir; momentos que para su padre fueron interminables.
De uno en uno dejaron salir sus cabezas del agua.
- ¡Papaaaaa soy Juliannn! Te estamos esperando, no seas cobarde.
- ¡Hijos! ¡Allá voy! ¡Pero si les cojo, les mato!
Subió a la cuerda y con un poco de miedo, pegó un grito de ultratumba y se dejó caer. Sus hijos aplaudieron la hazaña y abrazaron a su padre en el agua, jugando a ahogarlo.
- ¡No me vuelvan a hacer una cosa de estas! ¡Entendido!
- ¡Entendido capitán!
La relación de padre e hijos, era simplemente increíble; el padre trataba de adoptar todas las edades que sus hijos requerían para acompañarles en sus travesuras y locuras; pero así mismo cuando las cosas eran serias, quien como ellos para disciplinados y trabajadores. De pequeños su padre les enseñó a arreglar su cuarto apenas se levantaban de la cama; se bañaban y entre todos hacían el desayuno, lavaban la bajilla y todo quedaba en orden; así mismo era con el almuerzo y la cena, ¡A pesar de que tenían quien los atienda! ¡Ay! De quien se propase con su padre faltándole al respeto, saltaban como gallina defendiendo a sus polluelos, igual pasaba cuando uno de los hermanos tenía problemas con alguien, pero eso sí siempre eran justos, cuando se daban cuenta que su hermano tenía la culpa, lo hacían reflexionar y todo se arreglaba tranquilamente.
A Julián le gustaba mucho la pintura, a más de que era muy inquieto y arriesgado; su padre al igual que a sus otros hermanos, le acompañaba y apoyaba en todo; a su corta edad ya había participado en algunos concursos obteniendo muy buenos resultados.
Juan y sus hijos conformaban una familia modelo, creo una de las familias que dan el ejemplo de lo que debería ser un padre y sus hijo; solidarios, cariñosos, respetuosos y muy trabajadores; los cinco eran para todo, sobre todo nunca abandonaban a su padre, si no podían acompañarlo, al menos uno de ellos siempre estaba al pendiente de él.
Pasaron los años y los hijos de Juan eran todos mayores de edad, David había cumplido los 18 años y ya eran unos hombres hechos y derechos.
Planearon un viaje de vacaciones fuera del país, querían visitar Bogota, Colombia y dirigirse luego a Miami en los EE .UU. Juan organizó el viaje, todo estaba listo, encargó el negocio a uno de sus empleados y se fueron. Empezó la chacota, las bromas del uno hacia el otro, con su padre, en fin, la fiesta había comenzado, todos emocionados por el viaje, el que lo hacían juntos por primera vez. Ya en el aeropuerto salieron hacia Colombia. En Bogotá la pasaron muy lindo; los chicos muy entusiasmados con las bogotanas, que para ellos eran las mejores mujeres que habían visto en su vida. Los cinco salían a conocer la ciudad, visitaban museos, tiendas, parques, y por las noches iban a bares y discotecas; todos quienes les conocían pensaban que los cinco eran hermanos. Hicieron algunas amigas, quienes les invitaron a recorrer la parte moderna y la parte antigua de la ciudad, con sus balcones y calles estrechas y sus erguidos rascacielos; les llevaron a la plaza Bolívar, en donde se distrajeron alimentando a las palomas. Su estadía en esta ciudad, la “Atenas de Sud América” era excelente, se divertían al máximo todos los días, incluso fueron a las montañas, a acampar en tiendas de campaña o carpas, como las conocemos; ellos llevaban muy presente la frase de León Tolstoy “El secreto de la felicidad no está en hacer siempre lo que se quiere, sino en querer siempre lo que se hace” Esto sin duda hacían Juan y sus hijos, disfrutaban al máximo la vida de una manera sana, sin egoísmos ni complejos, se puede decir que eran seres libres, adoraban lo que hacían en el momento que lo hacían, sí pensaban en el futuro, pero les gustaba vivir el presente – como decía Carlos Calle Mosquera – “No añores el pasado, ni esperes el futuro, porque olvidarás el presente”, así disfrutaban la vida viviendo cada momento como si ese fuera al último.
Después de una muy grata estancia en Bogotá, tomaron un avión para Miami, aquí disfrutaron de las playas del clima, de los parques de diversiones, de todas aquellas maravillas que esa bella ciudad ofrece a sus turistas; realmente la pasaron muy bien, ¡hasta salieron a pescar en un bote que alquilaron!
Sus vacaciones estuvieron de maravilla, disfrutaron al máximo todas las actividades que desarrollaron, siempre juntos, con sus bromas, sus ocurrencias, en fin…
Llegó la hora del regreso, pues todo tiene un comienzo y un fin; fueron al aeropuerto, tomaron el avión y llegaron nuevamente a Colombia, en donde debían hacer escala por el itinerario de su viaje. Al siguiente día salieron hacia Ecuador; habían bajado su equipaje y lo volvían a ingresar en el avión, un poco más pesado de lo que era en un principio, por unas compras que hicieron.
Salieron hacia el Ecuador pensando en todas las cosas que quedaron pendientes de resolver y preparándose para retomar sus actividades cotidianas. Llegaron al aeropuerto en Guayaquil, bajaron del avión y esperaban que salieran sus equipajes, para inmediatamente tomar un avión a la ciudad de Cuenca. Los equipajes de Pepe, David y Julián salieron, pero el de su padre demoraba sin razón. Al poco rato por fin el equipaje salió, tomaron el avión y salieron hacia la ciudad de Cuenca. Una vez en “La Atenas del Ecuador”, se sentían satisfechos por las vacaciones tomadas y estaban como nuevos para retomar el trabajo. Al salir del aeropuerto con el equipaje, uno de los perros de la policía aduanera, se dirigió a la maleta de Juan, la olía con tanta insistencia, lloraba el animal como que dentro de ella había algo suyo. Juan y sus hijos muy tranquilos, permitieron al policía que abriera la maleta. El perro revolvió la ropa y sacó de entre ella una funda, esta estaba llena de droga, eran dos quilos de cocaína; Juan se quedó estupefacto, sin reacción, no se explicaba cómo llegó eso su maleta, y así le explicaba al policía. Nada hubo que hacer, el policía esposó a Juan y lo llevó a revisar su cuerpo y sus ropas en busca de más droga. Sus hijos, gritaban como locos, que su padre era inocente que lo dejen en paz, que alguien por hacerle daño metió esa droga en su maleta; era indescriptible la desesperación y la impotencia de esos jóvenes, quienes veían a su padre como el ejemplo de su vida, de lo bueno, de cómo debe ser un ser humano; jamás dudaron de él, sabían cómo era y quien era su padre. La escena fue desgarradora, los policías tuvieron que usar la fuerza para tranquilizarlos. Su padre fue llevado a prisión y sus hijos destrozados y desesperados sin creer aún en lo que estaba pasando, empezaron a averiguar de un buen abogado para que se haga cargo de sacar a su padre de la cárcel. Contrataron al mejor bufet de abogados penalistas del Ecuador, no querían correr ningún riesgo – A pesar que en Cuenca había muy buenos profesionales- .
Esa noche los chicos no durmieron, se pasaron la noche en vela pensando qué pudo haber pasado, como y donde y cuando esa droga fue introducida en la maleta de su padre y cómo lo sacarían de ese problema.
Al siguiente día lo primero que hicieron fue ir a visitar a su padre en la cárcel; al verlo se lanzaron hacia él fundiéndose en un abrazo, derramando lágrimas de impotencia e injusticia. Su padre, quien era un hombre formidable, no hizo más que darles fuerza.
- Hijos, todo está bien, esto es nada más que un mal entendido, y sea como sea acá no se la pasa mal, la gente fue muy amble conmigo anoche. ¡Tranquilos hijos míos!
- Papá, no dejaremos que te quedes aquí encerrado, te lo juramos, no vamos a permitir que se cometa una injusticia.
- Hijo mío, tú eres el mayor, recuerda que ahora tú estás al cuidado de tus hermanos y del negocio, tú eres el hombre de la casa y tú tienes que tener ese temple para que no se derrumbe lo que hemos construido.
- Papá estaremos siempre juntos, eso tenlo por seguro.
- Sí Papá, las palabras de Julián son las nuestras, jamás te dejaremos solo, ¡Como que me llamo Pepe!
Tuvieron una reunión con el bufet de abogados contratado.
- La verdad muchachos, es que esto no es fácil, encontraron en la maleta de su padre droga, y él es el directamente responsable de la misma hasta que no se demuestre lo contrario.
- Sí doctor, pero podemos probar que al salir de Colombia no había droga en ella.
- Sí, eso es muy razonable, pero no prueba nada, simplemente que en el aeropuerto a lo mejor no se dieron cuenta de esta droga; no sabemos desde donde viajó la droga en la maleta.
- Pero doctor, y el peso de la maleta, este está registrado.
- Sí, esto es algo que ya lo pensé, y la lo confronté; quienes pusieron esa droga ahí, actuaron tomando estas precauciones, los pesos no variaron.
- Y entonces doctor ¿Qué haremos?
- En verdad Julián este caso no es fácil; lo siento, debemos ser honestos con Ustedes.
- Muchachos; ustedes son piezas claves en este caso, empezaran las investigaciones, les van a llamar a Ustedes a declarar, y ahí está su trabajo; debemos ser coherentes todos y muy claros con lo que declaremos, esto ayudará mucho a su padre.
El juicio se inició, y las cosas para los abogados estaban cuesta arriba, no tenían defensa alguna para ayudar a su cliente, incluso empezaron a dudar de la versión de Juan, creyendo que él era el autor del delito – cosa que no lo decían a nadie - .
Uno de los abogados de Juan, lo visitó en la cárcel, y le dijo que si se declaraba culpable las cosas serían más fáciles para él y que la pena sería menor, que lo pensara. Juan por ningún concepto aceptaba esta opción, la cual no pasaba por su mente.
David, Pepe y Julián, acudieron ante el Fiscal a rendir sus declaraciones; todos fueron coherentes y coincidentes entre ellos; esto, hizo que el Fiscal no acusara directamente a Juan, sino que demorara más las investigaciones en las que este ahondaría.
El juicio se desarrollaba sin nada nuevo, la defensa no había aportado con nada para que el Fiscal cambie de actitud al respecto y no acuse a Juan, por lo que sin tener más que hacer, este acusó a Juan, al parecer no había salida, Juan se quedaría preso y debería cumplir no menos de ocho años de reclusión; es decir su delito no aceptaba fianza.
Julián, el menor de los hermanos, demostró ser el más sensible de los tres para estas cosas; se pasaba todo el día en lo mismo y en lo mismo, pero fingiendo que no sufría por su padre. Llamaron a juicio a Juan, y llegó el día de la audiencia; sus abogados le insinuaron la posibilidad de declararse culpable, esto rebajaría la pena, pero Juan no veía esa posibilidad, era un hombre de bien y creía mucho en Dios y en sus principios. Por su parte sus hijos no aceptaban que su padre se declare culpable de algo que no hizo, preferían afrontarlo como él los había enseñado, dando la cara y sin echarse para atrás.
El día de la audiencia Juan fue sentenciado a diez años de prisión; pero el caso no se cerró, ya que buscarían a los coautores, cómplices y encubridores de este delito, esto quiere decir que las investigaciones continuarían.
Julián por su parte, y sin hacer saber a sus hermanos, había consultado otros abogados sobre el caso de su padre, quienes al estudiarlo dijeron igual que los profesionales contratados. Julián y sus hermanos, no soportaban la idea de ver a su padre encerrado, viviendo con tanto delincuente, pasando peligros a cada momento. Ellos sabían lo que era la cárcel, sabían que aquí se extorsionaba a quienes ingresaban, que se les pedía dinero a cambio de protección; habían escuchado casos de violaciones y muertes de quienes ponían resistencia o no colaboraban con lo que se les pedía, generalmente dinero para supuestamente cuidarlos ahí adentro. Morían solo de pensar que a su padre le pueda pasar algo.
Julián no podía dormir, hubo necesidad de buscar un psicólogo que lo ayude, pues él no estaba bien; esto lo llevó a tomar una terrible decisión; fue ante las autoridades y se entregó, manifestando que él había puesto la droga en la maleta; esto para su padre y sus hermanos fue como una puñalada; no por esto su padre quedó libre, sino que se entendió como que su padre lo había hecho en complicidad con su hijo. El padre de los chicos no podía creer lo que estaba pasando, cómo Julián había hecho algo tan descabellado, simplemente estaba desconcertado. Julián fue encerrado; su padre ahora tenía que cuidar a su hijo y cuidarse él, las cosas se complicaron de la noche a la mañana y ahora se pusieron más serias de lo que antes eran.
- Hijo mío. ¿Por qué hiciste eso? ¿Cómo es posible que te hayas inculpado de algo que tú no hiciste, pero acaso enloqueciste?
- Papá, te dije que no te abandonaría, aquí estás corriendo muchos peligros, y aquí estoy para ayudarte.
- Hijo, lo que has hecho es algo que me llena de nostalgia; Yo te agradezco mucho, me demuestras lo tanto que me quieres y me siento honrado por eso, pero, ahora complicaste las cosas, quiero que les digas a las autoridades que mentiste, que hiciste esto solo por mí.
- No padre, estoy aquí y de aquí solo salgo contigo.
Esa noche en la cárcel Juan ni su hijo pudieron pegar los ojos, Juan no podía dormir por el temor que sentía de que a su hijo le hagan algo, pues apenas entró ya intentaron propasarse con el viéndolo tan joven. Al día siguiente; vinieron David y Pepe a la cárcel a visitar a su padre y hermano; las palabras sobraban, no hubo el mínimo reclamo en contra de su hermano, solo lo abrazaron y lloraron juntos.
- Hermano, no te preocupes; lo hecho, hecho está, no les dejaremos solos, vamos a pagar a alguien acá adentro para que los cuide no te preocupes. Papá, hay algunas cosas del negocio que tengo que hablar contigo, no estoy con cabeza para hacerme cargo del mismo, Pepe y no podemos sacarlo adelante, no en las condiciones que nos encontramos, debemos pedir a Vicente se haga cargo del negocio, el es una buena persona y sé que no nos fallará, hablaré de las condiciones según tu me indiques.
- Si hijo, creo que lo que has pensado es lo más acertado, es mejor ceder una parte del negocio antes que perderlo todo; habla con Vicente, elaboraré un borrador de las condiciones que acordaremos.
Vino la noche, la segunda noche de Juan con su hijo como compañero de celda. A eso de las tres de la mañana, se acercan a la cama de Julián tres delincuentes de esos avezados, que nada tienen que perder.
- ¡Carne fresca! Esta noche vas a ser nuestro.
- Que pasa aquí, lárguense a sus camas, no fastidien a mi hijo.
- Vos cállate hijo de puta, o también pasarás por las armas; es mejor que no te metas en esto.
- Si tocas a mi hijo, te mato desgraciado.
- No padre déjalos a estos maricones, déjales que se acerquen para ver cómo les va.
La actitud de Julián desconcertó a los delincuentes, y al mismo tiempo hacía las cosas más interesantes para ellos. Empezó el forcejeo; Julián había escondido entre sus cosas dos cuchillos que le habían traído sus hermanos; entregó el uno a su padre y empuñó el otro retando a sus amenazantes; los delincuentes que pensaron que las coas se les venía suave, se llevaron una sorpresa; forcejearon y como eran tres, lograban someter a Juan y su hijo, pero a tiempo intervino uno de los compañeros de celda.
- ¡Déjenlos tranquilos hijueputas! Si es con ellos es conmigo; Ustedes están tres y ellos solo son dos.
- No te metas en esto desgraciado que a vos también te pasara lo mismo que a tus niñitos protegidos.
- ¡Lo veremos!
Hubo un forcejeo e hirieron a Juan, nada de gravedad, pero uno de los agresores salió mal parado, Julián le clavó el cuchillo en el brazo, causándole una herida muy grande, por la que tuvo que ser hospitalizado, esto provocó que el tipo a quien hirió lo amenazare con matarlo.
Al siguiente día, David y Pepe al enterarse de lo que había pasado, se preocuparon mucho, y peor aún al saber que el tipo a quien Julián hirió prometió matarlo. Juan por su parte agradeció a “La Rata” como lo llamaban, por lo que hizo por ellos y le ofreció dinero; La Rata, se sintió ofendida con tal actitud y no aceptó lo ofrecido; Juan entendió que se trataba de una persona en quien podía confiar y le ofreció su amistad.
- Porqué estas aquí Rata, o puedo llamarte de tu nombre.
- Está bien, ese es ahora mi nombre.
- Qué fue lo que trajo hasta aquí.
- Nunca había hablado de esto con nadie, no sé por qué tengo que contártelo, eres un desconocido, pero lo voy a hacer; no sé ni porque pero siento que debo contártelo. Un día Llegué a mi casa, y encontré a un hombre dentro, había abusado de mi mujer e intentaba hacer lo mismo con mi hija, no recuerdo nada más, sino cuando la policía entró a mi casa y me llevaba detenido. Según dicen, me volví un loco, maté al desgraciado y empecé a destrozarlo; mi mujer y mi hija quisieron detenerme, pero no lograron, este desgraciado no había estado solo, cuando entraron dos tipos más a mi casa, dispararon a mi mujer y a mi hija, no soporté, me hirieron, pero tuve fuerzas para matarlos a los dos; la policía me encontró cecinando sus cuerpos; pasé un año sin articular palabra, nunca me defendí, me acusaron de todos los crímenes, incluidos el de mi mujer y mi hija; eso es lo que pasó, y por esto les defendía esa noche, y los hubiese matado tranquilamente, si las cosas pasaban a mayores.
- ¡Lo siento! Quiero ofrecerte mi amistad.
- Te lo agradezco. Eres un buen tipo Juan.
David y Julián, habían dejado sus estudios, no sabían qué hacer para evitar que su padre y hermano no corran peligros en la cárcel, ya habían agotado todo.
- Papá; mañana estaremos aquí,
- Sí hijo vayan mañana vengan a visitarnos.
- ¡No, Papá! No vendremos de visita, nos vamos a declarar culpables.
- ¡Pero hijo! ¡David! ¿Te has vuelto loco? No lo permitiré, por favor no, no me hagan esto, no, no David, recapacita, quítense esa idea tan tonta de la cabeza, no lo voy a permitir.
- Esta decidido Papá, lo vamos a hacer, tal y cual te dijo David; no aguantamos un día más acá afuera, mientras Ustedes están ahí sufriendo y arriesgando su vida.
- ¡No! no lo hagan, ¡No por favor!
Juan se echó a llorar, sentía tanta impotencia por lo que estaba pasando, no entendía por qué a ellos les pasaba una cosa así, sintiéndose culpable de todo lo que sucedía.
Al día siguiente, David y Pepe se convirtieron en compañeros de celda de su padre y hermano, nuevamente estaban juntos, cumplieron la palabra y no dejaron a su padre y hermano solos. Una vez adentro los tres, en la cárcel eran respetados, habían tenido algunos enfrentamientos, de los cuales salieron victoriosos, o al menos respetados por su coraje. Poco a poco en la cárcel nadie se metía con ellos.
Transcurrieron ocho meses de encierro, Vicente, quien se hizo cargo del negocio, los venía a visitar a menudo, trayéndoles algo de dinero, pero Juan y los chicos debían pensar en algo de lo contrario perderían lo que habían hecho, pues Vicente no podía seguir trabajando para ellos de la forma como lo estaba haciendo.
Juan se hizo muy amigo del director de la cárcel; al recibir la visita de Vicente, entendió que las cosas no podían seguir así, que él tendría que hacer algo para sobrevivir con sus hijos y no permitir que su negocio se termine. Habló con el director, le pidió lo deje traer unas máquinas para hacer trabajos en aluminio y vidrio dentro de la cárcel, con esto daría trabajo a no menos de treinta internos; la idea agradó al director, pero no sería tan fácil. Desde la prisión, Juan y sus hijos hicieron lo imposible para que les dejen traer las máquinas y poder continuar con su negocio, y más que nada tener en que invertir su tiempo. Llamaron a todos sus clientes quienes les apoyaron hasta ahora pero con más fuerza cuando se enteraron de lo que pasó con ellos, estaban muy contentos en ayudarlos, por lo que hablaron con algunos contactos, con gente que podía hacer realidad la idea de Juan.
Un día, Juan fue llamado a la dirección; el director muy contento le dio las buenas nuevas; habían aprobado el proyecto y tenía luz verde para traer la maquinaria y contratar la gente para que trabaje; ya tenían clientes y Vicente los ayudaría desde afuera.
Esta iniciativa fue muy bien vista por el Director Nacional de Rehabilitación y el Ministro de Gobierno, quienes apoyaron la misma.
El respeto que se habían ganado Juan y sus hijos en la cárcel, hizo que muchos internos quieran trabajar con ellos; su principal colaborador sería La Rata; este personaje estaba muy contento de poder cambiar su vida, pues había sido un hombre muy trabajador y honrado.
Las máquinas llegaron y con estas dos o tres pedidos; los clientes visitaron personalmente la cárcel para solicitar les hicieran las obras, e incluso dejaron dinero adelantado por el trabajo.
Juan, sus hijos, la Rata, estaban muy contentos de montar la fábrica; esta se instaló en un espacio pequeño, pero eso no les molestaba, ¡Era un buen comienzo!
Encontraron en La Rata, un trabajador incansable, un individuo con una responsabilidad y una entrega que admiraba. Pronto los pedidos aumentaban, la fama de cumplidores se hizo eco en toda la ciudad; el espacio les quedaba pequeño, pero muy pronto el Director autorizó que la fábrica se amplíe. Trajeron más maquinaria, contrataron más internos, era ya una empresa. Vicente se encargaba afuera de los bancos, de las entregas y de adquirir los materiales necesarios, es decir este solo hacía los negocios, pues todos los materiales llegaban directamente a la cárcel.
- Padre, estamos orgullosos de ti y queremos darte una sorpresa. ¡Habla tu Julián!
- Sí Papá; tenemos una sorpresa, que de seguro te va a gustar. Pepe y Yo hemos decidido dar clases a los internos y enseñarles a leer y escribir.
- Pero eso no es todo Papá; Julian, David, tú, la Rata y Yo vamos a estudiar a distancia; ya todo está hecho, no hay como decir no.
- Hijos, es el mejor regalo que he recibido en años; ¿Escuchaste Rata?
- Sí Juan, si escuché, pero Yo no entro ahí, háganlo Ustedes.
- No de ninguna manera, tú tienes que estudiar, no permitiremos que te quedes así, tú eres joven y tienes un futuro por delante, nosotros te ayudaremos.
Así fue; Juan sus hijos y la Rata, se pusieron a estudiar, todos decidieron hacerse abogados.
La fábrica era un éxito; muchos internos querían trabajar en ella, pero la capacidad de la misma no lo permitía; hicieron una ampliación más que permitió dar trabajo a diez internos más, ya la fábrica contaba con setenta personas. Los trabajos que se hacían aquí eran reconocidos por toda la ciudad y provincia, incluso en las provincias vecinas.
Juan, quien era un hombre emprendedor al igual que sus hijos, tenía la idea de incrementar la fábrica, poner sucursales, dichas sucursales serían fuera de la cárcel, pero en una cárcel, es decir en otras cárceles del país. Pidió audiencia con el director general, con quien ya se había entrevistado en otros momentos. Fue concedida la audiencia; el director nacional lo visitó en persona. Hablaron de su proyecto y el director se comprometió a hacer todo lo que esté a su alcance para que esto sea una realidad; presentó el proyecto al Ministro de Gobierno y este a su vez al presidente de la república, el proyecto sería una realidad, Juan podría viajar a instalar esas fábricas en las principales ciudades del país. Mientras sus hijos se hacían cargo de la fábrica, Juan viajaba a las otras cárceles para instalar las fábricas, lo acompañaba en esto La Rata, quien era de su entera confianza y de la confianza del director. Después de seis meses, las sucursales se hicieron realidad, la fábrica trabajaba a nivel nacional y lo hacía en muy buena forma; era la primera vez en la historia del país, que se daba realmente rehabilitación a los internos de las cárceles ecuatorianas. La fábrica concursaba en grandes licitaciones, ganando muy buenos contratos sobre todo con el estado.
A pesar del abundante trabajo que tenían, los estudios jamás se descuidaron, así como tampoco se descuidó la alfabetización a los internos; David, Pepe y Julián, habían logrado el apoyo de otros internos para realizar la alfabetización, ya no había preso que no supiera por lo menos leer y escribir.
Habían transcurrido, tres años, desde que Juan y sus hijos ingresaron a la cárcel y doce desde que la rata había ingresado; a la Rata le llegó su pasaje a la libertad, por buena conducta rebajó su pena y quedó libre; esto para la Rata no fue una buena noticia, no podía dejar lo que había hecho, no podía dejar a sus amigos, ni su estudio; logró que se le dejara dormir en la fábrica, en una parte de ella fuera de la cárcel y siguió trabajando y estudiando.
Los estudios de Juan, sus hijos y La Rata, estaban ya avanzados, cursaban el tercer año de derecho, ya tenían condiciones para ayudar a sus compañeros de la cárcel, prácticamente eran un bufet de abogados. Pronto los internos los buscaban para que les ayudaran; La Rata, desde afuera, visitaba los juzgados y revisaba los juicios, estaba al tanto de todo y adentro se reunían los cinco a analizar los casos y ver que se podría hacer, para luego hablar con el defensor público y concretar la defensa.
Pasó el tiempo y llegó la hora, en la cárcel de varones de la ciudad de Cuenca, se recibían cinco grados de abogados, cuatro de ellos eran padre e hijos; la noticia recorrió el mundo. La cárcel fue declarada una cárcel modelo, su director fue felicitado y lo ascendieron a director nacional, desde aquí apoyaba todos los proyectos de Juan y sus hijos.
La Rata, con su título de abogado, empezó a defender a los internos en forma gratuita, ya su nombre era conocido, jamás cambio el sobrenombre por su nombre verdadero, hasta los jueces lo conocían como “La Rata”. Este era un empresario y un muy buen abogado, que ansiaba el día que sus amigos salieran de la cárcel para poner el soñado bufet.
Un cierto día; Julián se encontraba en la biblioteca, analizando un caso de uno de los internos, cuando por la espalda y sin que nadie se diera cuenta, fue atacado, clavaron un cuchillo en su espalda, perforando uno de sus pulmones.
La noticia llegó a oídos de sus hermanos y de su padre, quienes sentían morirse; Julián fue llevado a una de las clínicas de la ciudad acompañado de custodia policial, pues era un interno. Su estado era muy delicado y esperaban pase lo peor.
Juan y sus hijos, se encontraban destrozados, permitieron salgan a visitar a su hermano en la clínica y hablaron con el doctor.
- Doctor, cómo está mi hijo.
- Debo ser sincero con Usted señor, su hijo está en manos de Dios, ya la medicina nada puede hacer, el puñal complicó mucho su pulmón y solo depende de que el ponga de su parte y Dios lo ayude.
- Los tres sintieron ganas de quitarse la vida, si Julián moría, era muy posible que ellos tomen esa terrible decisión.
Mientras Julián se debatía entre la vida y la muerte, David, buscó al responsable; cegado por la indignación y la desesperación, atacó al culpable de que su hermano esté al borde de la muerte, forcejearon y David, lo sometió, lo tenía en el suelo a su merced; alzó su mano que empuñaba un cuchillo y la dejó caer con toda su furia. Todos quienes miraban el espectáculo, esperaron lo peor; había sangre en el rostro del agresor y en la mano de David. David rompió en llanto y se quedó acostado sobre el cuerpo de quien desgració la vida de su hermano. Nadie hizo nada, se quedaron parados observando; David levantó la cabeza y cogió del cuello al infeliz.
- Debo matarte desgraciado, pero esto no devolverá la salud a mi hermano; es mejor que no te vuelvas a meter con uno de nosotros, porque sino acabaré lo que hoy lo dejo inconcluso.
- ¡Mátame hijo de puta, si eres hombre! ¿Qué, tienes miedo? Mataré a tu hermano si no ha muerto aún; ¡Lo juro! Así lo prometí y lo haré.
Empujó a David, este cayó y el infeliz salto sobre él; todos quienes estaban viendo alrededor de los dos, cayeron encima del desgraciado, lo patearon hasta dejarlo inconsciente… en el hospital murió después de pocas horas.
Después de lo sucedido, al siguiente día informaron desde la clínica, que David reaccionó y que se salvaría. Juan y sus hijos no lo podían creer.
Cosa rara, durante los tres días que Julián estuvo en la clínica en agonía, la Rata había literalmente desparecido. Nadie sabía de él, no había ido a la fábrica, ni a la oficina, se le había tragado la tierra.
Juan más tranquilo ya, fue a la fábrica, encontró una carta encima de su escritorio.
“Perdí a mi hija y a mi mujer, hoy puedo perder al hijo de mi mejor amigo, puedo perder a uno de mis mejores amigos ¡No sé si lo soporte! No estoy preparado para esto ahora que la vida me había dado una razón para vivir. Amigo; esta cárcel es y ha sido mi hogar, no tengo a nadie más que a Ustedes, y debo quedarme aquí toda mi vida, así será. ¡Tu hijo será vengado si Dios no le devuelve la vida!”
Juan acabó de leer la carta, salió como un loco a buscar a su amigo La Rata; su búsqueda fue infructuosa lo buscó por toda la cárcel, pero nadie lo había visto; en eso, le avisaron que había llegado Vicente y que quería hablar urgente con él.
- Vicente, amigo mío ¿Cómo estás?
- Te traigo un amigo. Lo encontré en la iglesia, según el padre, se pasó los tres días rezando, sin probar bocado ni sorber una gota de agua.
- ¡Rata! ¡Amigo mío! Me tenías muy preocupado.
- ¿Cómo está Julián?
- El está bien; tus plegarias lo salvaron. El infeliz que lo agredió cobardemente, está muerto.
- ¡Gracias a Dios!
Pasaron cinco años desde que Juan y sus hijos ingresaron a la cárcel; gracias a las medias penas, a la buena conducta demostrada por ellos, a todo lo que hicieron; estaban a punto de salir; era cuestión de ocho meses para que queden libres con libertad controlada, esta fue la noticia que recibieron en la cárcel; pero, ese mismo día, a la fábrica llegó el Director Nacional de Rehabilitación, ¡En persona!
- ¿A que debemos tan agradable sorpresa? Usted ahora está en Quito, que hace por acá.
- Juan, es bueno encontrarles a tus hijos a tu lado, y es así de bueno también que este gran hombre mi amigo Rata, esté junto a Ustedes.
- ¿Qué dice? ¿No lo entiendo?
- Rata, el honor es tuyo ¡Tú lo lograste! Te entrego en tus manos, tu sueño.
- ¡Gracias doctor! MI querido amigo Juan; queridos hijos, David, Pepe y Julián ¡Que de seguro lo presiente! Esto que trae personalmente el señor Director Nacional de Rehabilitación, futuro Ministro de Gobierno, es su regreso a la libertad; hoy mismo van a dejar esta cárcel.
Juan y sus hijos, solo se abrazaron fundiéndose en uno solo; La Rata inició una plegaria, que fue coreada por todos, los ochenta empleados de la fábrica, ochenta internos, lloraban por quienes les habían devuelto la vida. Acabó la plegaria, y habló el Director.
- A Estos señores, todos les debemos mucho, Yo les debo el reconocimiento de mucha gente, les debo mi actual cargo y el cargo que ocuparé mañana. Solo puedo, públicamente agradecerles infinitamente por todo lo que han hecho, a nombre mío y de todos los internos de este centro de rehabilitación, como hoy orgullosamente podemos llamarlo.
El aplauso fue ensordecedor; todos muy contentos, pero tristes a la vez, abrazaban y avivaban a Juan y a sus hijos. Pero esto no era todo.
- Juan, falta algo que debo entregarte, dispuse que no se entreguen los periódicos muy en la mañana como todos los días, porque quería tener el privilegio de ser Yo personalmente quien te entregue esto.
- ¡El periódico!
- Sí, por favor ábrelo, en su primera página hay algo que quiero que veas.
- ¡Increíble!
Se lanzó y abrazó a su amigo la Rata; fue tan sentido y fuerte el abrazo, que parecía que no podrían despagarse.
- ¡Gracias! Gracias amigo! ¡Gracias!
- ¿Qué es Papá? ¡Déjanos ver por favor!
- Toma hijo, léelo en vos alta.
“Prestigioso abogado hace rever una sentencia condenatoria por narcotráfico”.
La Fábrica siguió funcionando en la cárcel, Juan nunca la abandonó, así como no abandonó las demás fábricas a nivel nacional.
Montaron el Bufet soñado por La Rata, se hicieron abogados de mucho prestigio. La Rata se dedicó a fondo a la profesión, pero nunca descuido al centro de rehabilitación ni a la fábrica.
Julián, fue nombrado Director Nacional de Rehabilitación; cargo que lo desempeño con sobra de merecimientos, logrando verdaderos cambios a nivel nacional en la rehabilitación.
Pepe y David, atendían el Bufet, la Fábrica y seguían ayudando a los presos en lo que podían, eran muy reconocidos por su profesionalismo y por la ayuda que brindaban.
Vicente; se convirtió en un gran empresario.
La sentencia condenatoria fue anulada; gracias a la Rata, se descubrió, que un empleado del aeropuerto de Colombia, colocó la droga en la maleta de Juan. El estado pagó una fuerte indemnización a Juan y sus hijos, gracias a una demanda planteada por La Rata. Este dinero, lo invirtieron en ayuda social; crearon una fundación con una clínica gratuita para la atención a personas de escasos recursos; la clínica se llamó “Mili”.
Fin…

Texto agregado el 10-02-2010, y leído por 192 visitantes. (3 votos)


Lectores Opinan
27-03-2010 Buen cuento, muestra la injusticia social, la fe, tenacidad yque el bien triunfa sobre el mal... Buen relato.Su contenido da para una novela corta***** pithusa
22-02-2010 Tienes mucho que explotar en tu forma de narrar. Lo haces muy fluído y con gran claridad. Excelente contenido de un hecho ocurrido en tu bello país, el gran Ecuador. Muy lindo. inkaswork
11-02-2010 Entretenido hasta el final, muy bueno amigo ***** pintorezco
10-02-2010 Muy bello cuento a pesar de los infortunios que en él se describen. Con una excelente moraleja. Es una pena que sólo sean personajes de un cuento, y que dentro de nuestra realidad predomine, la apatía, el pesimismo y la des- unión familiar. Encuentro que dentro de todo has tomado situaciones muy reales. Podríamos decir que tu cuento pertenece al realismo mágico. Tiene sucesos reales, y la magia de soluciones mágicas, el amor, la unión, la forteleza, la bondad. Muy bello siemprearena
 
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