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EL MILAGRO DE LA VIRGEN DEL MILAGRO

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1--- ¡SEQUÍA!

Sequía en Córdoba, en toda esta provincia de Argentina, cíclica y conocida que acontece parece ser, cada cincuenta años, en esos períodos en que el “Tucumanao” se separa del Tucumán fértil y pluvioso ... exactamente. Tal cual la estamos viviendo en este año del señor de 2010.

Sequía cíclica e inalterable. Puntual. Mítica. Desolante. Transformándose luego de ello este “Tucumanao” en un desierto.

Pero es indudable que la sequía que más aterró a los cordobeses fue la de finales del siglo XIX, puesto que no había represas, ni agua corriente instaladas aún. Consecuencia inmediata de ella, con los avances de la Era del Progreso, sería la importación de genios franceses para la construcción del Dique San Roque. El cual como todo progreso, iba a alimentar de agua a la ciudad de Córdoba y proveer de un cinturón verde (sus beneficios) a las resecas barrancas que rodeaban esta ciudad. ...Y como fracasos, podemos enumerar, que este Dique iba a suprimir a la bella ciudad colonial de San Roque (bastante poblada por entonces) que quedó bajo el agua con todas sus joyas arquitecturales de la época jesuítica. Así como también secar por completo todo el norte provincial –que era una próspera zona ganadera- donde además, con la inundación del Río Suquía (o Río Primero) se cultivaba arroz y tenía una buena producción ictícola. Pues al no correr más la inmensa creciente fue transformada la zona boscosa del extenso departamento de Río Primero, en un desierto... Con cuyos inmensos árboles secos desde la raíz, una vez que dejó de llegar la inundación (similar a la del Nilo) sólo se pudo fabricar con ellos carbón.

Por cierto, esos productores rioprimerenses fueron los mayores detractores de este dique, pues serían ellos los grandes damnificados e hicieron una persecución muy mentada a sus constructores, quienes fueron a la cárcel. De igual modo, el daño ya estaba hecho y el río ya nunca más sería el mismo..

Pero hay que contemplar el drama de la sequía en una ciudad progresista de fines del siglo XIX. Una ciudad con gobernadores afanosos, brillantes y motivados, cuales fueran los finiseculares. Siglo decimonoveno. Siglo del Progreso. Ese siglo y ese progreso en el que todos deseaban participar y crecer. Confirmar su presencia de actores vitales en una obra gigante : El Dique San Roque

Este dique fue pionero en su tiempo, orgullo de ingenieros de la Sorbona traídos aquí para imprimir sus huellas. Fue el primero de América y uno de los primeros del mundo. Figura en los manuales mundiales del siglo XIX, pero no fue fácil lograrlo y sus autores tuvieron que sufrir una ola de incomprensión, por ser demasiado visionarios y audaces.

2-----SEQUÍA AGOBIANTE

Era un enero agobiante (1878) a finales del siglo XIX, en ese mes que es el corazón del verano en Sudamérica, bajo una sequía cíclica que asolaba los campos de una sociedad por entonces, absolutamente vinculada a las estancias. Ya fuese terrateniente o peón, fuera cual fuere su estrato social ...de estanciero, aparcero, chacarero, peón o arriero ...se vivía de la producción agropecuaria desde hacía tres siglos. No había otro medio de vida en esta provincia mediterránea crecida por la prosperidad de su tierra. Y allí encontramos a los cordobeses en ese verano muy seco, agobiados de sed, en una ciudad universitaria llamada por sus simpatizantes la Docta Córdoba, pero ahora ahogada de sequía. Sin garúa, sin rocío, sin coyuyos, sin chilicotes, sin yerbabuena.

Seca … Yerta.

Los animales morían de sed. El incendio arrasaba todo. El fuego destruía plantaciones o churqui natural. No había agua bajo la tierra y los aljibes habíanse secado. En su limo yerto, los arroyuelos cordobeses marcaban una línea sinuosa sin cantos de grillos ni amores de ranas. Ya no había chilicotes que cantasen acongojados al atardecer. Ni los coyuyos romanceaban entre las matas. La corzuela huía a otras provincias y el ñandú perdía su plumaje. Los chingolos y chimangos buscaban otras arboledas.

Seca. Gran Seca.

Los campos empobrecidos carecían ya de agua y en los pocos jágüeles aún subsistentes, sólo bebían ciertos animales de los cuales iban a sobrevivir únicamente los más fuertes. Los habitantes pudientes y sus sirvientes más allegados, decidieron trasladarse a la ciudad para no “derrochar” la poco agua existente, en uso humano.

El mes de enero en plena ciudad y especialmente en el microcentro cordobés, con su declive de “pozo” es particularmente desagradable. Aún para aquella época entre los sauzales, pues la humedad encajonada hacía difícil la respiración y aumentaba la sensación de asfixia. ¡Pero era el único remedio! Instalarse junto a la Cañada y al río Suquía en pleno centro citadino, donde los viejos estancieros –como acostúmbrase hasta hoy– poseían casas muy amplias y solariegas. Casonas habitualmente cerradas en verano, espaciosas y con patios coloniales que podían albergar a su numerosa parentela (con la más numerosa aún familia de sus sirvientes). Córdoba como ciudad, por entonces, tenía muy poca gente de residencia estable

Patrones y criados, no podían vivir los unos sin los otros. Y resultaba que quienes más se multiplicaban era precisamente esa parentela de los sirvientes, lo que hizo que esas casonas tuviesen en el último patio bajo las parras, numerosos dormitorios para ellos. Los sirvientes en esos traslados citadinos eran por cierto los primeros en estar bañados y listos, con el equipaje dispuesto. Amaban la vida de ciudad, más que sus patrones. Algún día ya más adelante, vivirían como caseros en esas residencias ciudadanas y no volverían nunca más a su campo natal.

3----- EL OBSERVATORIO ASTRONÓMICO

La Era del Progreso había colmado a Córdoba (por decisión del presidente Sarmiento) de valiosos regalos, entre los cuales sobresalió como más representativo, el “Observatorio Astronómico” que fuera el primero del país aprovechando la limpidez del cielo cordobés. Este observatorio. inauguraría a su vez, la especialidad de la “Meteorología” la cual representó un alivio y esperanza para aquellos momentos difíciles, y fue el acompañante científico de las fuerzas vivas, quienes intentaban superar a través de estos metereólogos, la simple y tradicional (como muy vernácula)... “movida de cola del caballo” ...de nuestro pingo criollo. Con la cual los gauchos predecían las tormentas y que por otra parte, eran infalibles... gústenos o no.

Pero este sistema natural tenía ahora un erudito competidor : el “Alemán del Observatorio”. El científico europeo, un germano. Nombre extendido por el uso que se le dio en Córdoba a todos sus astrónomos. .

Ya los viejos estancieros habían escuchado a sus peones gauchos que las “colas” empezaban a moverse, de un extremo a otro de la provincia ¡señal de agua! Los metereólogos del Observatorio, más cautos, más medidos, demoraron un poquito más en llegar a la misma conclusión. Sus opiniones debían estar balanceadas entre gran papelería de datos. Y ambos coincidieron. Pero aún no lograba el científico con toda su sapiencia, un arraigo en la sociedad de la Docta Córdoba (a pesar de sus doctores) y el caballito criollo siguió siendo el más confiable referente. Así el pingo nativo comenzaría a sacudir en ese enero, a todo lo largo de la provincia reseca, su hermoso plumero.

4----EL OBISPO

Como buenos “gourmets” cual eran ( y dejaron fama de ello en Córdoba) estos científicos alemanes del Observatorio (nombre extendido como dije para todo el conjunto aunque el primer astrónomo fue un norteamericano que se graduó en Alemania) amigos del buen vino y la buena comida, se lo comentaron al Sr. Obispo en una cena opípara que en conjunto saboreaban, con beneplácito de todas las parte allí reunidas.

El Obispo de Córdoba era un hombre muy culto y preparado, habitué del Observatorio, pero también era un hombre práctico. Había estudiado en Europa para ascender a ese cargo eclesiástico mediante el acuerdo papal y ambicionaba captar la mentalidad cordobesa, a la cual encontraba poco permeable a sus sugerencias, demasiado liberal y cuestionante. El, por su parte, ya no se conformaba con el remanido asunto vernáculo de los “colazos” a diestra y siniestra de esos caballitos criollos, a los cuales por su obesidad ni siquiera podía montar.

Todos sabemos que el caballito criollo es pequeñito, pero muy sabio. Como el Poeta lo definiera :


caballito criollo

del galope corto

del aliento largo

y el instinto fiel


Habíase anticipado el pequeño rocín a los metereólogos –sin pedirles permiso– pues su ciencia es mucho más añeja. Sin embargo para el Sr. Obispo era necesaria una confirmación técnica, real, expresamente estudiada y por ello habíalos invitado a aquella cena con el fin de recabarles informes. De otra forma : ¿Para qué diablos se mantenía ese Observatorio que demandaba tanto gasto?

A los postres de la opípara cena rociada con muy buen vino mendocino, ya el prelado tenía la confirmación exacta de que (como siempre acontece en el variable clima cordobés) el cambio era inminente. Además el telégrafo (que por cierto no era de uso común para todo el mundo en ese tiempo) advertía de un avance tormentoso en provincias próximas. Lo interesante era fijar día y hora. Las precipitaciones se acercaban y aunque el Obispo y la Curia opusiéranse al mito, para el pueblo vernáculo y nativo con la presencia del agua luego de la espantosa sequía, aquello significaba que:

...¡Volvían los Reyes Tucman ! ... Los reyes míticos traían lluvia.

Había pues que fijar con precisión el día y la hora de ese arribo –científicamente– antes de que estos legendarios Reyes–Dioses se adelantasen con la buena nueva una vez más, como venía ocurriendo desde hacía tres siglos. Para ello los metereólogos debían afinar su puntería y sus cálculos a fin de lograr una precisión. Una exactitud.

Con el “caballito criollo” la deducción es más sencilla. Pero tiene su momento exacto. Como se sabe el pingo para las orejas, se niega a trotar y se “enmula”. Tironea para volver a su “querencia” y así colocarse a buen resguardo. El jinete opta por obedecerle.

Los científicos alemanes del Observatorio hacia el final de la cena con el prelado, postreando “batatitas en almíbar” y saboreando un rico licor de peperina, satisfechos ya de su hospitalidad y como un regalo hacia el generoso anfitrión aventuraron un día preciso.El obeso Obispo sonrió por fin con alivio ...¡Esto era ciencia y civilización!... Y ello permitiríale destronar finalmente a la Dinastía imaginaria de los Reyes Tucman que traían la lluvia.... ¡Nada más de folklorismo! ... Y menos aún de esa mitología con reyes-dioses que parecían inextinguibles. No volverían más aquellos Caciques Tucman, pues ahora la ciencia lo gobernaba todo. Eran los procesos atmosféricos bien estudiados y no los reyes míticos, quienes traerían el bien benéfico de la nueva bonanza.

Sin embargo, las malas lenguas decían que rodeando el descampado del Observatorio, sobre esos grandes barrancones de greda roja, había numerosos gauchos con sus pingos los cuales tenían fama de infalibles. Y éstos habían sugerido ya a los metereólogos, el cambio de tiempo, antes de que llegase hasta ellos el cable del telégrafo.

Ciencia por la ciencia, el señor Obispo a partir de allí con el naipe entre las mangas, tuvo una idea brillante :

¡El Milagro de la Virgen del Milagro!

El no lograría una vez más que los liberales fueran a misa, ni esos alemanes científicos que ni siquiera eran católicos (aunque sí grandes amigos suyos). Pero contaba con las damas, los niños y las niñeras, quienes llevaban ya mucho tiempo de encierro en sus casas ciudadanas por temor a la resolana. Este conjunto humano nutrido y casi prisionero en sus moradas por la sed y el sol ardiente, le era adicto y no vacilaría en seguirlo. Más aún cuando el racionamiento de agua, con aljibes secos y vertientes pobres, afectaba a las familias. Aquella era su oportunidad, bien exacta. Nunca iba a presentársele una situación mejor para competir en dádivas, con esos dioses mitológicos de la selva tucumana que llevaban siglos distribuyendo sequía o agua a su arbitrio y capricho, en forma alternativa.

Y el Obispo de Córdoba veía todos los días desde su ventana las humaredas que los pobladores nativos hacían para invocarlos, para llamar a los Tucman. Incluso, damas de alcurnia habíanse sumado a ellos con sus hijos pequeños y sus creyentes sirvientes, invocando al mito precolombino vivo aún en Córdoba a finales del siglo XIX.

Era el momento justo para el Obispo, jefe por otra parte de una religión milagrera como es por tradición el catolicismo. Aunque dentro de una ciudad intelectual y analítica como La Docta, donde el jesuitismo había sentado un pensamiento lógico con su “Contrareforma”, esto no resultaba nada fácil. Pero había llegado para él ¡por fin! el momento de subsanar este déficit instalado entre los doctores cordobeses, con sus familias incluídas.

Tal fue lo que hizo el Obispo : Citó a la ciudadanía para salir en Procesión con la dulce y blanca “Virgen del Milagro” pues, como él lo expresara desde el púlpito :

–“Quedaba únicamente para los cordobeses la esperanza de la Fe”


5---- UNA DAMA DE ALCURNIA

Doña Rufina González Ponce de León era una dama riojana de antigua familia, residente en Córdoba desde su matrimonio con Don Baudilio Vázquez de Oporto, estanciero de Montecristo en la zona ganadera de Río Primero. Pareja contrastante. Ella morocha. El muy rubio. Ambos lucen altiva estampa en las fotografías de daguerrotipo, donde como puede verse ella era fea de facciones y él muy hermoso de rasgos faciales.

Ella, oriunda de Chilecito —provincia de La Rioja— pertenecía a esa sociedad norteña argentina con atavismos vernáculos donde la sobrevivencia mítica precolombina se injerta en un catolicismo peculiar, dando a las propias familias un papel destacado dentro de este juego mitológico, el cual a su vez es incorporado por la Iglesia.Por tradición heredada de tiempos precolombinos, las familias de abolengo debían interpretar allí un papel declarado en el mismo ceremonial (como delegados del Inca) sin que esto fuera conculcado por la autoridad eclesiástica. Más bien... hacía uso de él.

Ese era el ceremonial religioso al que estaba habituada la dama riojana, sintetizando en medio de ello sin reserva alguna, un juego propio de sincretismo norteño que a su vez era incorporado por la sociedad católica tradicional. Tales hechos, tal educación, de carácter casi “teocrático” (para las familias de abolengo colonial) con todo su ritual, hacían de Doña Rufina una personalidad “permeable” a la convocatoria del Obispo de Córdoba. Como dama de alcurnia ella exponía ese estilo propio de las antiguas familias norteñas argentinas. Su señorío, su elegancia, su protocolo, su lenguaje y sus servidores siempre acompañándola. Con esa vida múltiple de los señoríos andinos. Conservando y repitiendo fórmulas sociales sin alterarlas nunca. Allá, en aquellos poblados que terminan todos en “gasta”, los Finqueros encabezaban las fiestas (Chayas, Niño Alcalde) caminando con toda su familia y seguidos por el pueblo en pleno.

Y aquí en Córdoba donde Doña Rufina hallábase refugiada con su familia, por la falta de agua para beber que existía en Montecristo, ella salía en los atardeceres a tomar el fresco vespertino acompañada por todos sus hijos, las niñeras de sus hijos y sus servidores (cubriendo casi una cuadra de personas) lo cual no era habitual en esta ciudad universitaria.

Los cordobeses que habían vivido en una ciudad escondida en el sur del continente sudamericano, también escondían a sus familias. Incluso, la Universitas Cordubensis Tucumanae, de tiempos jesuíticos, era un internado. De modo que las costumbres riojanas resultábanle insólitas a Don Baudilio, quien encontrábase de improviso al regresar a su casa citadina (en la calle Santa Rosa de Lima, hoy Lima) desde su Estancia de Montecristo, con este espectáculo poblacional de su familia completa en la calle.

Esta era la forma en que Doña Rufina paseaba o hacía sus visitas, y aunque el esposo era cortés con ella, no dejaba de sorprenderse. Pero la dama había tratado también de acostumbrarse a Córdoba y a su formalismo. A sus modas rigurosas y sus ropas complicadas. Trajeaba a sus pequeños niños (Zenón, Lucas, Eudoro) y a sus niñas (Herminia y Pura) con sus mejores galas, en la inconfundible moda de fin del siglo XIX. Fuese invierno gélido o verano ardiente, los atuendos gozaban de una complicación absoluta. Lo que hacía para lo pequeños, más agobiante aquel verano de enero.

Sequía sin precedentes. Sol despiadado. Fuentes de agua agotadas.

La Cañada bordeada por el Calicanto habíase casi resecado y su masa de agua, estaba transformada en un charco barroso pestilente. El río Suquía que atraviesa a la ciudad, arrastraba insectos. Los pozos potables comenzaban a tornarse peligrosos. La temporada climática conocida hoy como de la “Niña” habíase apoderado despiadadamente, de la provincia de Córdoba.

6-----UN ESTANCIERO CORDOBÉS

El estanciero Don Baudilio Vázquez de Oporto era alto, cabello rubio de un tono casi rojizo y de centellantes ojos celestes. Luce en los retratos una soberbia estampa. Acompañado de su esposa, con el atavío formal de “pose” que imponían los fotógrafos de la época, creemos ver aún por la expresión reflejada en sus rostros, el impacto enceguecedor del “pajarito”, debido al fogonazo de luz. Su fina prosa conservada en su correspondencia, pone de manifiesto esa educación clásica que se impartía en el Colegio Monserrrat. Don Baudilio era un hacendado trabajador y constante, un ganadero orgulloso de sus campos boscosos de Montecristo en el departamento de Río Primero. Una ecología muy distinta a la de hoy en esa parte de la provincia, como puede verse. Estos bosques por supuesto, estaban sufriendo con la seca y clamaban por lluvia, sin saber que tras el progreso y la construcción del dique San Roque quedarían sedientos y secos para siempre, por la erosión que la construcción del mentado dique, iba a traer aparejada..

La convocatoria del Sr. Obispo llegó al alma de su esposa ritualista –Doña Rufina– quizás más que nada por sus añoranzas sobre el mito incaico-católico del “Niño Alcalde”, tan amado en sus tierras riojanas de Chilecito. Como también de otras estructuras míticas de su solar natal, donde fusionábanse credos de origen diverso. Y aunque le explicara Don Baudilio que los gauchos (sus peones) veían desde una semana atrás menear las colas de los caballitos criollos –señal de lluvia– para ella :

...“Sólo quedábale la esperanza de la Fe”...

Y concurrió al llamado del prelado, en aquella cita convocante hecha desde el púlpito, llenando casi una cuadra citadina con los habitantes de su casa ... Y ella al frente. En su tradicional estilo vernáculo, matriarcal y norteño.

Estanciero de ley, prudente, como caballero liberal y tolerante que educó a sus hijos e hijas en escuelas laicas (envió incluso sus hijas mujeres al Normal Carbó para estudiar magisterio, profesión que ejercieron) ... Don Baudilio en aquel día especial se resignó a permanecer solo en su casa vacía. El calor era espantoso y buscó un poco de jugo de horchata para calmar su sed.

7----- LA PROCESIÓN

Comenzó la Procesión...almidonados y compuestos, con zapatos de charol, los pequeños Lucas, Zenón y Eudoro caminaban con gran dificultad. El conjunto de sirvientes estaba también vestido con sumo formalismo, de manera tal que ninguno de los participantes que acompañaban a Doña Rufina, podía estar más incómodo. Todos llevaban allí en ese día especial, la meticulosidad exigida por la dama que era a su vez lo único que ella había adoptado de Córdoba (aunque los cordobeses en verdad, en esta circunstancia climática la obviaran). Los niños hijos de ella, tanto como los hijos de sus sirvientes, iban todos trajeados. Ornamentados y elegantísimos, de modo que en conjunto veíanse en serias dificultades para afrontar ese pico de calor, sobre un adoquín hirviente que cubría las calles.

Al llegar a la iglesia de Santo Domingo, con sus cúpulas de mayólicas celestes en las cuales el sol parecía rebotar (adonde habíalos citado el Obispo) Doña Rufina protegió bajo la copa de los árboles (que entonces aún existían en la esquina de Dean Funes y Calle Ancha) a sus pequeñísimos hijos, enfundados en ropas duras y achicharrados de calor. El sol ardiente de aquella tarde era despiadado, pero el follaje frondoso fue un alivio para las criaturas.

Comenzó a caminar de a poco la Procesión una vez que el cortejo sacó de aquella iglesia a la preciosa y blanca Virgen del Milagro, rumbo hacia el Parque Crisol, en dirección sur, como buscando aliviar a toda una ciudadanía de creyentes desolados que buscaban en la Virgen del Milagro, su última esperanza. Iban lentamente asfixiados, transpirados, jadeantes, agotados.

Escenas de desmayos. Niños llorosos. Madres angustiadas. Caminantes con sed.

La sed aumentaba con el peregrinaje cuesta arriba. Los comerciantes salían a las puertas de sus negocios al verlos pasar, cerrándolas por respeto. Los intelectuales dejaron por un momento sus libros, al contemplarlos desde sus ventanas (pues

la Procesión pasaba bordeando la Universidad) mirándolos asombrados por el esfuerzo físico que aquello les demandaba. Los gauchos que vivían sobre la orilla de la Cañada, se incorporaban. También las chinitas. Los sirvientes. Los changuitos. Los burgueses. Los alemanes del Observatorio. Y todos de alguna manera participaban, aunque sólo fuera dejando de matear en esos pasajes graves, cuando cruzaban frente a ellos. Todos. Toda Córdoba.

8----EL MILAGRO

... Y retornaban ya, casi moribundos, dejando en aquel camino su última cuota de energía .... Regresaban extenuados hacia la basílica de Santo Domingo para colocar nuevamente a la Virgen Bonita (la cual alguna vez flotó hacia la costa peruana después de un naufragio y más tarde fue enviada a Córdoba) en su camarín de mármol blanco.

Ella los miraba con su tersa sonrisa de siempre. Por su pálido rostro nacarado corrió una gota transparente, como una lágrima, fresca, cristalina, translúcida. Empapó su traje blanco de seda y encaje ... ¡Y debió ser entrada a toda prisa, corriendo con los pies empapados de quienes la llevaban en andas! ... pues...Llovía...

¡Llovía con una furia torrencial!

Los piesecillos de esos niños pequeños de Doña Rufina enfundados en zapatos de charol, casi no alcanzaban a correr junto a los mayores. Los complicados trajecitos, chorreaban. La dama riojana de largas y costosas vestiduras, resbalaba por el adoquín aluvionado. Las criadas y los criados. Las niñeras y los niños. Todos ellos corrían bajo un cielo negro de tormenta y una lluvia torrencial que se llevaba al fin todas las penas :

...La seca. La sed. Los incendios.


9----- LA ESPERANZA

El caballito criollo quedó satisfecho dejando en paz su cola, que llevaba ya una semana de movimiento continuo. El Sr. Obispo respiró con alivio, la ciencia lo había ayudado ... Y también la providencia …. Ni un día antes ni un día después, podrían haberle dado tanto prestigio con un prodigio. La salida y la llegada fueron exactas. Los científicos alemanes del Observatorio se prepararon para un buen brindis con él, bien merecido.

Y las autoridades cordobesas con los ingenieros franceses, ya podrían contar después de ese espantoso enero, con la voluntad ciudadana para construir el Dique San Roque. Pues como suele decirse…


“Los milagros no se repiten”

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Alejandra Correas Vázquez
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Texto agregado el 10-02-2010, y leído por 115 visitantes. (0 votos)


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